Humorista gráfico y escritor, Roberto Fontanarrosa, (1944-2007) es parte de la memoria colectiva gracias a sus personajes Inodoro Pereira y Boogie, el Aceitoso. La revista cordobesa Hortencia (con tiradas de más de 100.000 ejemplares y cierta llegada a nuestro país) fue en 1972 el primer vehículo de sus publicaciones, luego le seguirían intervenciones en Satiricón, Mengano, Chaupinela, El Ratón y más tarde Fierro. Fueron años de gloria para el humor gráfico argentino y también para el público uruguayo consumidor de estos materiales, que de alguna manera dieron el impulso para que, hacia el final de la dictadura, resurgieran por estos lados las revistas de humor, como El Dedo, El Huevo y, más cerca, Guambia.

Además de su labor como dibujante y guionista (y actor: aparece en El asadito, de Gustavo Postiglione, 1999) escribió cuentos y tres novelas (Best seller, El área 18 y La gansada). Aunque nunca incursionó en la dramaturgia, sus textos han sido fuente de inspiración para decenas de puestas en escena (que partieron de sus compilaciones de relatos cortos Los trenes matan a los autos, El mundo ha vivido equivocado, No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, Uno nunca sabe, El mayor de mis defectos, La mesa de los galanes, Puro fútbol y El rey de la milonga).

La fiebre por adaptar sus cuentos a obras de teatro prendió tanto en su país como en el nuestro y la sorpresa y generosidad de Fontanarrosa con los artistas responsables se desprenden de las declaraciones que realizó en 2003 a La Nación: “No se me escapa, a veces, el hecho de que el cuento que estoy escribiendo puede funcionar bien sobre un escenario. Sería medio ingenuo si no me diera cuenta de eso. Y también me resulta obvio que si un cuento transcurre en un portaaviones, en medio de una tormenta marina, difícilmente vaya a escena. Autorizo a todos, abiertamente. Si no, tendría que ponerme en una actitud controladora que no quiero adoptar. No quiero tomarme ese trabajo. A veces hay gente que me llama, con mucho respeto, para invitarme a que supervise tal o cual adaptación y yo le digo: ‘¡No me hagás laburar!, hacé lo que se te cante’”. En 2007, el salto llegó a la televisión: el canal estatal argentino ATC rodó media docena de Cuentos de Fontanarrosa, con pretensiones de desarrollar una serie con personajes estables que finalmente no cristalizó.

Fanáticos emprendedores

En Uruguay la tradición de adaptar a Fontanarrosa comenzó en 1988 con Ah, machos, versión de algunos de sus cuentos dirigida por Fernando Toja, que estuvo en cartel varios años. En 1993 Eduardo Cervieri (Montevideo, 1946) junto con Jorge Bolani presentó Fontanarrisa, primera obra de una serie que continuaría en 1995 con Locos de la vida, en 2003 con Una lección de vida, en 2007 con Fontanarrisa de boliche y con la actual Boleros de Fontanarrisa. Esta serie de adaptaciones se complementa con Historias de boliche, que bajo la dirección de Enrique Vidal se estrenó en 2007.

Cervieri, fanático de la obra del rosarino, cuenta que le gustaba tanto leer sus cuentos como disfrutar de las historietas: “Siempre me gustaron las dos cosas. Con Inodoro Pereira, por ejemplo, me morí siempre, acá hubo un espectáculo muy lindo que hizo Horacio Buscaglia [Inodoro Pereira, el renegáu]. También sus cuentos son muy buenos. Los de boliche son los que más se conocen, pero tiene todo tipo de cuentos. El primer espectáculo que se hizo exclusivamente con cuentos de Fontanarrosa fue Fontanarrisa, que estuvo como cinco temporadas en el teatro Circular. Fue a partir de una idea que tuvimos con Jorge Bolani: los dos somos fanáticos de Fontanarrosa, intercambiábamos los cuentos y disfrutábamos mucho, y de ahí surgió el querer hacer adaptaciones. Fue una experiencia lindísima”.

El estreno de Fontanarrisa contó con la presencia del autor: “El mismo día que estrenábamos en el Circular Fontanarrosa había venido porque había una jornada de cómics y lo habían invitado especialmente a las dos cosas. Venía a la inauguración de esa exposición de cómics y de noche iba al teatro. Cuando hizo la conferencia de prensa, al mediodía, me presenté y le dije que era el director de la obra que iba a ver de noche y me dijo una cosa que me puso muy nervioso, porque la mayoría de los cuentos él los había visto representados en Buenos Aires. Me dice: ‘Para mí hay un cuento que es imposible hacerlo en teatro, para mí es imposible que se traslade al teatro’. Se trataba de ‘El día que cerraron El Cairo’, el boliche que él frecuentaba. En realidad yo lo adapté y le puse ‘El día que cerraron el Sorocabana’. Yo quedé muy preocupado, pero fue el que le gustó más. Después del estreno le hicieron una nota y dijo que le parecía maravillosa la adaptación de ese cuento. A partir de entonces tuvimos una cierta relación, porque incluso el Circular, cuando estaba haciendo Ah, machos, lo invitó y en lugar de hacer algo en el teatro, hicimos una reunión en mi casa con empanadas y vino y pasamos bárbaro. Era un tipo muy afable y con gran cariño por los uruguayos”.

El Negro y el Pepe

Hay un tema que no se puede pasar por alto cuando se menciona a Fontanarrosa: el asunto del fútbol, más específicamente su fanatismo por Rosario Central, que también se dejó ver en su paso por Montevideo. Así lo recuerda Cervieri: “Ese día que vino a casa lo único que pidió fue que invitáramos a José Pepe Sasía, que había jugado en Peñarol y Nacional y también en Rosario Central. Invitamos a Sasía y a la esposa y vinieron a la reunión. Creo que el mejor homenaje que le hicieron en Argentina cuando él murió fue que a la entrada de los estadios de fútbol regalaban dibujos de él y que la camiseta de Rosario Central tiene ahora un dibujo que él hizo. Era una pasión el fútbol, el teatro no le gustaba tanto”. Cervieri, también autor de Cabrerita, sobre la vida y obra del plástico uruguayo Raúl Cabrera, ha dirigido varias obras en las que el humor es el principal protagonista. Sobre su calificación como “autor de humor” opina: “Durante mucho tiempo hice mucho humor, con obras del brasileño Luis Veríssimo, como Sexo en la cabeza y Comedias de la vida privada, o Peloduro, padre del humorismo uruguayo. Con Cabrerita mucha gente se sorprendió. Al actor Carlos Rodríguez el personaje lo marcó porque lo ven por la calle y le dicen Cabrerita. Cuando estábamos haciendo Che, madam en el Circular y estábamos por estrenar Cabrerita, Lucy Parrilla -la hermana del poeta José Parrilla, el mejor amigo de Cabrerita y quien nos proporcionó muchos de los datos que aparecen en la obra-, fue al teatro y le presenté a Rodríguez como el actor que iba a representarlo. Lo vio y fue terminante. Dijo: ‘no, no puede ser Cabrerita, no sirve’. Cuando fue al preestreno se fue al baño a llorar y cuando volvió dijo: ‘hoy vi a Cabrerita de nuevo’”.

No more tango

La cartelera actual encuentra, en la Vieja Farmacia Solís de Agraciada y Santa Fe, una nueva faceta de lo que fue Fontanarrisa de boliche. Con el mismo elenco y el mismo director, la variante se encuentra en que quienes antes brindaran al público un show de tango, esta vez y por conveniencias comerciales se vuelcan al rubro romántico y amenizan el espectáculo con música caribeña: “En la estructura del espectáculo anterior el personaje de la dueña del local hacía que los mozos cantaran tangos y recitaran poemas de lunfardo porque quería poner una tanguería, porque según ella estaba de moda el tango para atraer a los turistas. La idea ahora es que la dueña dice que el tango no da tanto y que va a probar con el bolero, y hacemos boleros de los años 50. Aparece la dueña como Carmen Miranda y cuando no está aparecen los mozos a contar sus aventuras. En realidad, siempre son cuentos de perdedores aunque se las dan de galanes”.