El jueves la Junta de Montevideo cursó una comunicación a la intendenta Ana Olivera manifestándole su voluntad de que se le otorgue la distinción de “Visitante Ilustre de Montevideo” al escritor Mario Vargas Llosa. El homenaje tendría lugar si el actual premio Nobel de Literatura decide pasar por Montevideo en la misma visita que lo llevará a inaugurar la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el 20 de abril.

La iniciativa fue presentada en la comisión de Cultura de la Junta por el edil Flavio Beltrán (de Propuesta Batllista, Partido Colorado) y luego fue votada por los tres partidos con representación en parlamento departamental. Como se recordará, existe un acuerdo entre todas las fuerzas políticas para no bloquear las solicitudes de homenajes de este tipo, tal como quedó de manifiesto luego del “caso Mercedes Vigil”.

“Esto es una aspiración de la Junta. Luego cuando él llegue se instrumenta con la intendenta, si es que él viene al país”, dijo Dari Mendiondo (del Nuevo Espacio, Frente Amplio). Vargas Llosa ya es visitante ilustre de Maldonado: recibió el título en enero, cuando se acercó a Punta del Este.

Liscano y González

La polémica generada en Argentina ante el anuncio de que Vargas Llosa inauguraría la Feria del Libro tuvo inicio con la opinión en contrario de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional de ese país. Para su contraparte uruguaya, el escritor Carlos Liscano, declarar visitante ilustre a Vargas “es potestad de la Junta. Es un premio Nobel. Lamento que no hicieran lo mismo cuando nos visitaron José Saramago y otra gente ilustre que vino a la ciudad. No sé si le hicieron ese homenaje a Juan Gelman, por ejemplo. En todo caso, habría que remontarse al infinito y discutir el premio Nobel, pero eso no está en discusión, lo hace la Academia sueca”.

Para el autor de El furgón de los locos, aunque la iniciativa de la Junta “no es extraña ni extravagante”, sí “se va a interpretar como una respuesta a los intelecuales argentinos (y algún uruguayo también) que apoya la petición de Horacio González”.

Liscano no oculta su amistad con González e informó que está considerando escribirle a su colega para transmitirle su solidaridad. “Sé lo que piensa González, y Vargas Llosa ha hecho declaraciones muy duras contra Argentina y su gobierno. Horacio González, como militante político que es, tiene derecho a opinar, nadie puede negárselo. Vargas Llosa opina sobre todo lo que pasa en este mundo, ¿por qué no va a hacerlo González?”, dijo Liscano.

De todos modos, el director de la Biblioteca Nacional considera que la polémica desatada en Artentina es de menor entidad si se la compara con las que ocurrían en los 60 y 70. “Cuba excomulgó a Neruda por haber ido a Estados Unidos. Acá no hay enfrentamiento ideológico duro. La polémica por el caso Padilla comprometió a todos lo intelectuales de América y Europa, generó situaciones muy doloras y se discutieron cosas importantes”.

En ese sentido, Liscano destaca que Vargas Llosa, si fuera declarado visitante ilustre, estaría recibiendo un título republicano, en tanto él ahora es un noble, en referencia a la creación hace un mes del Marquesado de Vargas Llosa por parte del rey de España.

A la carga dijo Vargas

Ayer el peruano dio su opinión “oficial” (en El País de Madrid) sobre la inciativa de González y lo que ésta provocó. El Nobel le reconoce a la presidenta Cristina Fernández, “bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales”, la conveniencia de haberse desmarcado de “semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura” ya que “no parecía una buena carta de presentación de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección”.

Inmediatamente Vargas pasa a la ofensiva: “Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta”.

A continuación, Vargas redujo la posición de González, Feinmann y compañía a la resistencia a que un extranjero opine sobre asuntos locales, para así pasar a desarrollar una crítica del nacionalismo como postura política.

“De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba a abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es ‘El matadero’”, escribe el Nobel.