La categoría de humoristas en el concurso de agrupaciones carnavalescas se vio revitalizada desde hace unos años por los espectáculos de Los Chobys, conjunto que cuenta con Leonardo Pacella, Julio Yuane y Fabricio Speranza como cabecillas.

Con siete años de existencia, de a poco se fueron metiendo al espectador de carnaval en el bolsillo, al punto de provocar carcajadas en un público que habitualmente no está muy afín con las propuestas de humoristas o parodistas. Esta reacción fue conseguida luego de recorrer un camino en el que sobrevivieron a todos los palos que les tiraron por su vestimenta, textos, voces y algún otro rubro, pagando un derecho de piso que ahora se les volvió a favor y lo utilizan para hacer humor.

El año pasado obtuvieron el segundo puesto, pero hubieran sido el primer premio de su categoría si no se les hubieran descontado dos puntos por pasarse de tiempo en su actuación en la primera rueda. Justamente, de allí parte la esencia de Los Chobys, de la improvisación que alarga cada una de sus presentaciones, haciéndose fundamental para provocar la risa en la platea, donde la gente les agradece plenamente.

Leonardo Pacella obtuvo el premio de Figura Máxima del Carnaval 2010 y también la mención de Figura de Humoristas en 2009; con estos y otros premios adornando su casa, el humorista recibió a la diaria luego de una noche fuera de lo común, en la que pisaron cinco escenarios. “El año pasado, lo máximo que tuvimos en una noche fueron cuatro tablados, y llegamos tarde a los dos últimos porque no tenemos los tiempos, nos pasamos siempre de la media hora que se nos pide”, recuerda, agregando: “Ahora estamos intentando ser mas prolijos en eso, por ejemplo, en este caso llegamos a los cinco tarde”.

Su naturalidad parece ser el secreto de la efectividad de su humor, o por lo menos lo que mejor le sale, y por ende, es también lo que caracteriza a Los Chobys. Cambiando la pisada de la categoría y saliendo de los chistes clásicos de libreto, fueron reforzando el camino que sus colegas de Sociedad Anónima empezaron a recorrer aunque con distintos ingredientes.

La fábrica de chistes

En 2011, Los Chobys se basan en los festejos por su séptimo año en carnaval para armar su espectáculo, desde ese lugar plantean una autobiografía, con algunas anécdotas que ahora se adaptan al escenario. Así pasa, por ejemplo, una escena en la que se satiriza a los jurados del concurso: tras una larga mesa y con lámparas alumbrando sus apuntes, como se los suele ver en el Teatro de Verano, se interpreta uno de los pasajes más cómicos del conjunto.

“Recurrimos al humor dentro del carnaval porque es lo más cercano que tiene el público en la cabeza, y a nosotros nos causan gracia muchas cosas del carnaval porque estamos muy metidos y siempre con la cabeza en eso”, cuenta el humorista. Considera que la efectividad de estas situaciones está en la interpretación: “Lo único gracioso que tiene la escena tiene que ver con la credibilidad, porque no tiene chistes, no tiene gracia el texto en sí”, asegura Pacella.

Los chistes no se perciben en los textos porque no acostumbran a utilizar el formato en el que un personaje tira un centro a otro para que se remate el chiste; el apoyo para conseguir la carcajada está en la escena y en la interpretación. Para justificarlo en los libretos, aprendieron a describir todo lo que sucedía en la escena, algo que explica Pacella: “Llenamos el texto de acotaciones para explicar la sensación que queremos dar, por ejemplo, en el cuadro en el que salimos de escena y dejamos los micrófonos de vincha prendidos, permitiendo que el público escuche todas las conversaciones; aclaramos en el libreto que estamos hablando con las vinchas prendidas. Si no lo escribimos, el que está leyendo se está perdiendo medio chiste. Antes no lo hacíamos y perdíamos puntos en el rubro, aunque también escribíamos cosas de terror” y ejemplifica, “en el 2005 llegamos a escribir: ‘acá Pacella paya’..., me imagino la cara del jurado de textos cuando leyó eso”.

Ajustando las tuercas

Además de ir perfeccionando los textos, Los Chobys fueron estudiando año a año los rubros en los que estaban flojos para poder dar un espectáculo mejor al carnaval siguiente. “Hace poco vimos el espectáculo del 2005 en DVD y había cosas que me causaron gracia y otras que me dieron mucha vergüenza. Pero recibimos mucho cariño ese año, en la única actuación que hicimos en el concurso. Nosotros no sabíamos escribir, no teníamos escenografía y los trajes eran un rejunte de ropas de colores. En 2006 corregimos muchas cosas, no entramos a la Liguilla pero nos decían que éramos uno de los grupos que más hacía reír en carnaval y eso para nosotros era un orgullo. Después en 2007 nos metimos a la Liguilla y se fue dando todo de a poco”. Si bien en los primeros años “fue fácil porque teníamos que mejorar todo”, se encontraron actualmente con una situación en la que se permiten seguir arriesgando por el lado que más les gusta y seguir buscando la risa. “Sin duda que nos paramos en caminos que ya armamos, en cosas del año anterior que sabemos que funcionan, pero también intentamos tirar tres o cuatro cosas que sean apuestas; que no sabemos si van a funcionar pero que si funcionan, creo que podrían ser una genialidad” asegura Pacella. “El humor tiene que ser una sorpresa, y no queda otra que probar siempre cosas nuevas porque en algún momento vas a ser muy predecible; hay que armar algo que escape a lo que espera el público”, afirma.

Al estar en un grupo compuesto por amigos, Pacella afirma que existe la posibilidad de “fracasar tranquilos”, en caso de que no se logre alguna de las apuestas de figurar en el primer puesto del concurso. La cercanía de sus amigos y la libertad de aportar y opinar fueron algunas de las razones por las cuales regresó al conjunto luego de pasar por los parodistas Zíngaros en 2008, y a pesar de haber obtenido con ellos el primer premio en la categoría.

Al consultarle sobre los probables beneficios de los premios y su importancia para el futuro, el humorista destaca que más allá de la importancia para su carrera, son una excusa para dedicarlos a su familia “Cuando recibo algún premio, siento que ellos están orgullosos de lo que hago y no hay nada que quiera más en el mundo que mi familia esté orgullosa de mí, porque yo lo estoy de ellas” cuenta.

En esa visible felicidad personal, complementada con las risas del público y aumentada por el simple hecho de salir junto a sus amigos, se percibe el éxito y se confirma con resultados directos como lo que suelen comentarle al bajar de un tablado: “El otro día un muchacho me dijo que tenía un problema familiar por el que estaba muy angustiado, y que durante la hora que nos vio logró salirse de eso y nos quería agradecer. Y a mí me partió el alma. Poder provocar eso es una alegría enorme”.