Lo más inquietante de la programación de verano en la televisión abierta no es que sea deplorable: no sería tan grave si sólo fuera relleno en temporada baja. Lo más triste es que todo funcione como la previa de otro inevitable Bailando por un sueño y sus arrastres. Lo único que se dice entre chivo y chivo es que ya llega. Esto resulta explícito en los fragmentos de reality que desparrama Canal 12 mientras simula tener programación. La productora Ideas del sur, empresa de la que viven Canal 13 de Argentina y la tele, su cuasi repetidora local, ha terminado por dedicarse de lleno a la monoproducción. Parece un chiste que exista algo que se llame Soñando por bailar. La inversión de los términos responde a la tendencia cada vez más fuerte hacia el regodeo en el cinismo más llano. Soñando por bailar a la tarde, Este es el show, El debate, La cocina del show, La gala. Los matutinos locales también hablan de lo que no pasa en esos programas.

A los golpes

Un mes después, Soñando por bailar escenifica un episodio muy similar, con mucho menor impacto. Las escenas que más rédito le han dado son las de violencia física entre participantes, que complementan la constante violencia de género que evidencia el sello Tinelli. La producción, que no avala estos hechos, decide sentenciar a los agresores, sometiéndolos a la votación popular. El primero de la serie es un varón acusado de agredir a su novia en el show. Pero la gente no elige expulsar al supuesto golpeador, sino a la que fue sentenciada por una compañera que la consideraba su competencia directa, valorándose la sinceridad de la jugadora: “El juego es así. Si no te gusta, ya nos dijeron, andá a laburar a la casilla de un peaje”. La precisión con la que propone la alternativa frente al sueño de “estar con Marce” recuerda uno de los criterios para la selección de los soñadores y los hermanitos: varias provincias aparecen representadas, en busca de audiencias hinchada. Una de las imágenes de violencia repetidas una y otra vez involucraba a una vedette chilena, traída exclusivamente para enfrentarse con una participante que reclamaba que fuera a “buscar sus cámaras a Chile”. Difícil si de este modo Ideas del sur sigue colocando su producto.

A diferencia de Gran Hermano, en Soñando por bailar no hay especial preocupación por ubicar a los participantes en un lugar de minoridad, ya que el paquete entero aparece infantilizado. En la gala nocturna Viviana Canosa insta a participantes, jurado y coachs a jugar a darse piquitos. En Este es el show, que debe acomodarse al horario de protección al menor, se suceden una tras otra las peleas, mientras Listorti advierte: “Señora, no se preocupe que no va a ver nada de mal gusto”. Lo peor es que la broma es a largo plazo.

Lo que hace Telefé y nos llega a través de Canal 4 no especifica el nombre sobre el que todo gira, aunque nadie pone en duda que es esa ausencia, la de Tinelli, la que le ha permitido apropiarse del rating durante el verano, ¿o tal vez no?. Zapping diario, dedicado íntegramente a Gran hermano, ha terminado por llevar su nombre al absurdo. Si a Canal 4 le faltó alguna ficha, la completa con la vergonzosa previa local, dirigida por Luis Alberto Carballo y Evangelina Ortiz. A quienes hayan visto algo de Telenoche en los últimos años tampoco les sorprenderá que incluso en el informativo central se haya dedicado tiempo a informar sobre Gran Hermano.

Claro que esta competencia sin sobresaltos se programó desde un principio: Un reality se opone a otro. Sólo porque a uno lo conduce Jorge Rial, al otro lo conducirá Viviana Canosa, su más sonada contrincante (aunque luego se la retire de algún subproducto por no alcanzar el rating esperado). Con los personajes seleccionados se ha seguido la misma lógica, proponiendo perfiles que pueden ser equivalentes. Si bien Gran Hermano tiene un premio concreto en dinero, el objetivo de los participantes es también entrar al circuito mediático y el sueño máximo es “estar con Marce”. En cuanto al juego de los episodios espejo es Gran Hermano el que ha llevado la iniciativa, tirando bosquejos de guión que levanta el otro reality.

Soñando por bailar es un combo de Bailando por un sueño, Gran hermano, Operación triunfo, los varios realities localizados en islas, Intrusos, los tradicionales programas de verano y paradójicamente con mucho de El bar (reality producido hace años por el archienemigo de Tinelli Mario Pergolini). La obviedad con que se recrean los episodios con mayor rating del rival probablemente sea buscada. Esta dinámica, rápidamente captada por la audiencia, delega la generación de expectativa en la competencia. Esto resulta acorde con la desprolijidad que se permiten los conductores de los diferentes espacios, que, por ejemplo, se refieren a rating cuando se supone que deberían hablar de votos. Por otro lado, la imprecisión del formato contribuye a la aceleración de los conflictos, generando un archivo al que se podrá recurrir cuando haga falta.

Estos programas no sólo funcionan como previa por la generación de contenidos en torno a la renovación del elenco mediático. También sirven para ensayar estrategias y explorar diferentes modos de medición de audiencia, así como para el estudio de la interacción con las redes sociales, a las que se les ha dado un valor semejante al del rating y las votaciones, en tanto nueva herramienta de medición democrática.

Paternidad y espejos

Big Brother fue creado por el holandés John De Mol y desarrollado por primera vez por su productora Endemol, en 1999. Al parecer, su principal influencia fue el proyecto norteamericano Biosfera dos, por el que a principios de los 90 un grupo de científicos vivió aislado en un ecosistema artificial. Más explícita es la referencia a la novela 1984 (Orwell, 1949), en la que la figura del Gran Hermano sintetiza el poder absoluto en una sociedad hipervigilada. El formato ha sido interpretado ya como experimento sociológico, ya como espejo de la sociedad.

La primera edición en Argentina fue en 2001, convirtiéndose en el primer país latinoamericano en adoptar el formato. El éxito inmediato en ese particular contexto de inestabilidad generó diversas críticas, como la comparación del sistema de nominaciones y expulsiones con la exclusión social. En estos diez años se han llevado a cabo siete ediciones. La sustitución de Soledad Silveyra por Jorge Rial en 2007 se da junto con el intento de darle un tenor más agresivo a la competencia. En su última versión, es el mismo formato el que se torna inestable, cambiando las reglas sobre la marcha de acuerdo a las exigencias del rating y modificando características básicas como las del aislamiento, permitiendo que algunos participantes salgan y vuelvan a entrar.

Gran Hermano se ha exportado a más de 70 países y ha tenido múltiples variantes y secuelas. John De Mol es actualmente uno de los hombres más ricos del planeta y un fuerte fondo de capital privado para todo tipo de empresas. En los últimos años se ha dedicado a buscar ideas para sus realities en plan cazatalentos, mediante de propuestas en internet.

Rialidad pura

Los realities argentinos han optado por explotar al máximo la idea de que son un reflejo de la sociedad. De esta manera, cuando los participantes generan cierta serie de destrozos en la casa, se habla de vandalismo y se lo califica de piquete, incluso se llegó al punto de que una panelista del debate afirmó que “éstos son los mismos que afuera ocupan las escuelas”. El episodio, presentado como un suceso de crónica roja, tiene como marco un encendido discurso de Jorge Rial sobre los valores democráticos y sobre la importancia de que salgan de la casa hechos “buenos ciudadanos”.

El castigo por los desmanes fue dejado en manos de “la gente”, que habría votado a favor de bajarles el presupuesto semanal a los participantes.

El reclamo del piquete era un champagne y la proclama, un twitt de un participante: "En esta casa nos sensuran (sic) con muchas cosas por unos míseros pesos al mes… aguante Soñando por bailar…". Puede señalarse la incoherencia de la frase o el absurdo de la alternativa. Más efectiva fue la respuesta de Rial: “Tiene todo el derecho del mundo a hablar de míseros pesos, tiene todo el derecho a hablar de otro programa, pero lo que no le vamos a permitir es que tenga horrores de ortografía”.

El personaje de Jorge Rial es sin duda el más importante del show. Si al principio juzgó el programa como “un canto al nazismo”, no queda claro si al asumir la conducción cambió de opinión o decidió dirigir el coro. En una pose que parece querer encarnar al mismo Gran Hermano de Orwell, resulta muy hábil para deslizarse entre la figura de orador político, defensor de la libre expresión, maestro, confidente, tipo de barrio y hasta la de mafioso, que ostenta principalmente en Intrusos. Constantemente se refiere o se dirige a los “hermanitos” como si fueran niños, papel que estos personajes planos atrapados en el síndrome de pastor mentiroso naturalmente asumen.

A los golpes

Un mes después, Soñando por bailar escenifica un episodio muy similar, con mucho menor impacto. Las escenas que más rédito le han dado son las de violencia física entre participantes, que complementan la constante violencia de género que evidencia el sello Tinelli. La producción, que no avala estos hechos, decide sentenciar a los agresores, sometiéndolos a la votación popular. El primero de la serie es un varón acusado de agredir a su novia en el show. Pero la gente no elige expulsar al supuesto golpeador, sino a la que fue sentenciada por una compañera que la consideraba su competencia directa, valorándose la sinceridad de la jugadora: “El juego es así. Si no te gusta, ya nos dijeron, andá a laburar a la casilla de un peaje”. La precisión con la que propone la alternativa frente al sueño de “estar con Marce” recuerda uno de los criterios para la selección de los soñadores y los hermanitos: varias provincias aparecen representadas, en busca de audiencias hinchada. Una de las imágenes de violencia repetidas una y otra vez involucraba a una vedette chilena, traída exclusivamente para enfrentarse con una participante que reclamaba que fuera a “buscar sus cámaras a Chile”. Difícil si de este modo Ideas del sur sigue colocando su producto.

A diferencia de Gran Hermano, en Soñando por bailar no hay especial preocupación por ubicar a los participantes en un lugar de minoridad, ya que el paquete entero aparece infantilizado. En la gala nocturna Viviana Canosa insta a participantes, jurado y coachs a jugar a darse piquitos. En Este es el show, que debe acomodarse al horario de protección al menor, se suceden una tras otra las peleas, mientras Listorti advierte: “Señora, no se preocupe que no va a ver nada de mal gusto”. Lo peor es que la broma es a largo plazo.