Se trata de un programa interinstitucional del CETP, la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND), la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y la Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas (Dinapyme). Surgió en agosto de 2009 y apunta a que los estudiantes generen emprendimientos laborales a partir de proyectos relacionados con el área de su formación. El viernes se llevó a cabo el lanzamiento de la edición 2011. Isabel Vives, coordinadora del programa, explicó que se desarrollan cinco etapas: difusión en todas las escuelas técnicas; capacitación mediante talleres dictados por la ANII y Dinapyme para elaborar un plan de negocios; elaboración del proyecto; luego se evalúa la propuesta técnica, la viabilidad económica y “la capacidad de emprendimiento de los integrantes del equipo y su nivel de compromiso”; una vez premiados, los estudiantes deben encontrar tutores y acompañantes para buscar alternativas en el arranque del proyecto. Vives indicó que se ha descubierto “un potencial enorme” en los estudiantes y ése fue uno de los principales aspectos resaltados: la responsabilidad silenciosa pero firme de muchos adolescentes y jóvenes cuyas iniciativas son muy buenas pero poco conocidas.

La cafetería

P>El primer premio lo obtuvo el proyecto “Punto de encuentro”, de Paula Vaz, de 22 años, y Mara de Souza, de 38, estudiantes de Turismo de la Escuela Técnica de Artigas. Con acento fronterizo las responsables contaron a la diaria que instalarán un café en el local 4 de la plaza de comidas que está frente a la plaza Batlle y que les cedió la Intendencia de Artigas. Venderán “productos artesanales, facturas, dulces caseros y habrá un espacio para exposición y venta de artesanías de productores rurales y de la ciudad”. “La idea es diversificar la oferta gastronómica que hay en el medio, porque llegás a Artigas y encontrás pizzerías, cervecerías, lugares de venta de comida rápida, pero no un lugar que apunte a caracterizar la cultura culinaria típica y de frontera, porque estamos cerca de Quaraí”, dijeron. Ambas señalaron el trasfondo social del proyecto: “Nuestra idea es apuntar al crecimiento de la parte rural. Pretendemos comprar los productos -por ejemplo, dulces caseros- en la zona rural y para eso se está haciendo un trabajo de campo”. Mencionaron que piensan incluir productores de las zonas de Guayubira, Estiba, Pintado y Piedra Pintada, lugares que se destacaban por la producción tabacalera pero cuya situación cambió a partir del año pasado, cuando se retiró la empresa para la que plantaban. También aspiran a sumar a sus propias madres en la fabricación de panes, tortas y empanadas.

Gastronomía, vivero y prevención

P>Dos de los cinco premios apuntaron a elaborar productos para celíacos, pero tienen diferencias. Uno nació en la Escuela Técnica de Minas; las estudiantes son dos hermanas, Lea y Rut Casera, de 38 y 37 años, que cursaron Gastronomía y abrirán una rotisería. Dijeron a la diaria que en Minas hasta ahora sólo se venden productos envasados o congelados y que la idea es disponer de alimentos para la hora de la merienda y para cumpleaños. Martín Medina de 25 años, y Carlos Ojeda, de 19, cursaron Administración en la Escuela Técnica de Young. Ganaron el premio para elaboración y comercialización de productos para celíacos y diabéticos, para lo que abrirán un local sobre la calle principal de Young. Elaborarán pan, bizcochos y fideos. “Apuntamos al mercado de Young, de la zona de Paysandú y Fray Bentos”, dijeron, y agregaron que mientras tramitan la habilitación ante el Ministerio de Salud Pública revenderán productos elaborados en Montevideo. Stefanie Prieto, de 19 años y estudiante de la Escuela Técnica de San Carlos, fue premiada por su proyecto “Preservación de especies nativas”. “Hacía educación media profesional de vivero, estaba en el último año. Vimos cómo las especies nativas de a poquito se están yendo”, relató a la diaria. Como forma de frenar la desaparición decidió armar el proyecto: “Al principio pensé que si no alcanzaba para ganar plata por lo menos podía ayudar, pero ahora veo que va a dar”, dijo contenta. El vivero estará en su propia casa, a la entrada de San Carlos, donde comercializará frutos como guayabo del país y arazá y venderá plantines; con el dinero recaudado montará el invernáculo, comprará semillas y otros insumos. Su plan es dedicarse a eso en un futuro, continuar los cursos de “educación media tecnológica en la misma rama, en la misma escuela, y después, si Dios quiere, vamos a seguir en la facultad [de Agronomía]”. El quinto premio correspondió a Álvaro Isabella, estudiante del curso de prevencionista, de Montevideo, que según se explicó en la presentación apunta a “prestar a empresas servicios de gestión en seguridad e higiene para mantenerlas actualizadas en variantes como la normativa vigente”.

Incentivos

P>Hubo cuatro menciones especiales. Una fue para un estudiante de Artigas que propuso la instalación de un taller de joyería artesanal de piedras, quien a partir del concurso tendrá la posibilidad de solicitar un crédito para concretarlo. A los responsables de los otros tres proyectos se les dará apoyo técnico para profundizar aspectos referentes al plan de negocios. Uno de ellos planea comercializar una máquina “envasadora y selladora integrada para grano húmedo”, presentada por alumnos de la Escuela Técnica de Las Piedras. Otro se llama “Arroz familiar”, pertenece a Damián Vaz y Dany Tabárez, estudiantes de 17 años de Cerro Largo; dijeron a la diaria que intentan procesar el grano de manera artesanal para obtener “arroz integral, blanco, la puntina [el arroz quebrado], afrechillo, y se utilizaría la cáscara para hacer abono orgánico para la huerta de la escuela” y venderlo a comercios a un precio bastante más accesible que el industrial. Matías Grabán, de 23 años, y otros cuatro estudiantes de electromecánica del Instituto Técnico Superior de Montevideo crearon una “bicicleta fija de gimnasio que tiene adosado un sistema de poleas que lo que hacen es mover un generador que es un alternador y almacena la energía en una batería; después la energía pasa por un inversor que la pasa de 12 voltios continua a 220 alterna, que es la que hay en una casa”. “Entonces vos vas a estar pedaleando y generando electricidad que se puede usar en una casa”, explicó a este medio. La idea es venderla a gimnasios, pero también puede ser de uso doméstico, y es ideal para ser usada en zonas sin electricidad.