Nos mira desde arriba
A Gagarin -traducciones indirectas y rústica expresividad militar mediante- le debemos la primera descripción de la Tierra vista desde el espacio: "La vista de la Tierra desde una altitud de 175.300 quilómetros es muy definida. La superficie de la Tierra se ve aproximadamente como desde un jet de gran altura. Se ven claramente las cadenas montañosas, los grandes ríos, los bosques extensos, las costas y las islas. Las nubes que cubren la superficie de la Tierra son claramente visibles, así como su sombra sobre la superficie terrestre. El color del cielo es completamente negro. Las estrellas sobre este fondo oscuro parecen más brillantes y claras. La Tierra está rodeada de un halo azul característico. Este halo es especialmente visible en el horizonte. De un color celeste, el cielo pasa a un hermoso azul profundo, luego a azul oscuro, violeta y al final completamente negro. Cuando dejé la sombra de la Tierra, los rayos solares penetraron la atmósfera terrestre. En este punto, el horizonte de la tierra era azul oscuro, violeta y finalmente negro."
Fueron sólo 108 minutos, pero alcanzaron para dar una vuelta alrededor de la Tierra. Ayer se cumplieron 50 años de la hazaña de Yuri Gagarin, que fue también un logro colectivo en más de un sentido. No sólo hubo años de preparación detrás -y por lo menos un ser rostizado, la perra Laika, aunque también se habla de "astronautas fantasmas", que habrían corrido una suerte similar-, sino que además el equipo soviético estaba estimulado por la competencia que representaba su equivalente estadounidense.
Colocar al primer hombre en el espacio supuso un segundo triunfo para la URSS (el primero había tenido lugar en 1957, con el debut en órbita del satélite Sputnik), aunque esta derrota publicitaria de los EEUU sería la base de su gran triunfo de 1969: recién asumido como presidente e impresionado por el avance de la superpotencia enemiga, JF Kennedy consiguió que el Congreso aprobara el presupuesto necesario para llevar un hombre a la Luna antes del fin de la década.
Pero 1961 era todavía un año duro para el nacionalismo norteamericano: fue el año de la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, que pretendía liberar a Cuba del yugo de Fidel Castro, que para peor había confirmado que la revolución tomaría la senda del comunismo. En Berlín se construía el famoso muro y los tests de bombas nucleares se multiplicaban en Rusia. Para completar el panorama, el pobre Alan Shepard, que hizo lo mismo que Gagarin pero casi un mes después, tuvo que conformarse con ser el primer estadounidense -y no el primer hombre- en salir de la atmósfera terrestre.
De todos modos, los pocos días que separaron los vuelos de Gagarin y Shepard (12 de abril y 5 de mayo) demuestran cuán ajustada era la "carrera espacial" entre astronautas (en terminología yankee) y cosmonautas (en jerga camarada). La liberación de archivos de la era soviética prueba que para ganar tiempo, el equipo de Gagarin corrió numerosos riesgos: no había planes de emergencia en caso de incendio o de fallas de lanzamiento, se retiraron monitores de presión y temperatura para aligerar la nave e incluso hubo un cortocircuito la noche antes del despegue, según informa Kellyb Hignett en su web The View East. Además, durante el vuelo falló el sistema de control, el motor se apagó antes de tiempo y la válvula de aire del traje de Gagarin se enganchó con un cable, faltando poco para que asfixiara al cosmonauta.
La revolución en el espacio
A pesar de los pronósticos, la apuesta soviética pagó, y Gagarin se convirtió en una figura internacional. “Antes de la revolución mis padres eran campesinos pobres”, dice el cosmonauta en su primera comunicación oficial luego del aterrizaje, y luego, por las dudas, aclara “estoy muy contento e inmensamente agradecido a nuestro partido y a nuestro gobierno por confiar en mí para este vuelo. Lo completé en nombre de nuestra Madre Patria, del gran pueblo soviético y del Partido Comunista de la URSS. Me llena de orgullo que mi amada patria sea la primera en la historia en penetrar el cosmos. El primer avión [sic], el primer satélite, la primera aeronave espacial y el primer vuelo tripulado al espacio son las primeras etapas del gran camino que emprendió mi patria hacia la conquista de los misterios de la naturaleza”.
Automáticamente héroe nacional y también celebridad mundial, a partir de entonces fue común ver a Gagarin no sólo con el premier Nikita Kruschev, sino con líderes de diversas partes del globo, donde actuaba como embajador del progreso que prometía la vía rusa al socialismo.
También el siguiente mandatario soviético, Leonidas Brezhnev, tuvo cierto protagonismo en los últimos días del héroe. Impedido de volar durante varios años -él, cuyo sueño desde niño era ser aviador- debido a su importancia propagandística, Gagarin pasó de ser un piloto de misiones extremas a un militar de oficinas. No por esto dejó de cumplir con celo su tarea.
En 1967, Gagarin produjo un informe donde listaba 223 fallas a corregir en la astronave Soyuz I, con intención de que llegara a manos de Brezhnev. El mandatario estaba empeñado en que la nave, que debía conectar días después con el Soyuz II en pleno espacio, saliera el 23 de abril, para conmemorar los 50 años de la revolución. Y así fue. El tripulante de la nave era Vladimir Komarov, el mejor amigo de Gagarin. El piloto suplente era Gagarin, que había obtenido permiso para volver a volar. Ambos sabían que se trataba de una misión suicida. Ello no obstó para que el infortunado Komarov, mientras se quemaba vivo por una falla en los paracaídas que no atenuaron su reingreso a la atmósfera, insultara a todos los culpables de su seguro fin, según interceptó un puesto de escucha de la CIA en Turquía. Indignado por la muerte anunciada, Gagarin logró reunirse con Brezhnev y se especula que, en privado, llegó a agredirlo físicamente.
El 27 de marzo de 1968, a menos de siete años de su día de gloria, Gagarin partió de la base aérea de Chkalovsky para realizar una serie de tests en velocidad límite a un jet MiG. Las causas del accidente que lo mató, junto al instructor Vladimir Seriogyin, fueron investigadas paralelamente por la KGB y por una comisión gubernamental, y ambas concluyeron en que no hubo sabotaje, sino una maniobra violenta para esquivar a otro avión o a un globo meteorológico. El jet se desintegró, y el cuerpo de Gagarin nunca fue encontrado.
“Mi mayor deseo es volar a Venus, a Marte. Eso es volar de verdad”, escribió en 1961. Su sueño, en el actual estado de estancamiento de los viajes al espacio -en parte, producto de la falta de rivalidad entre la URSS y los EEUU, o más bien, de la sustitución del espacio por las finanzas como campo de batalla- sigue sin realizarse para hombre alguno.