Ian Lemmy Kilmister era un músico más bien fracasado con ya 25 años y su mayor orgullo era haber sido dealer de ácido de Jimi Hendrix cuando fue invitado en 1971 a formar parte de la banda Hawkwind, una extraordinaria formación que combinaba hard rock, psicodelia y repeticiones dignas del kraut rock en un estilo que ellos mismos denominaron “space rock”. Lemmy asumió el bajo, instrumento que hasta entonces no había tocado, pero también comenzó a componer y a poner su áspera voz en algunas canciones, incluyendo el mayor éxito de la banda, “Silver Machine”. Pero luego de algunos problemas legales del bajista (por motivos relacionados con las drogas, obviamente) durante una gira por Estados Unidos los Hawkwind lo echaron sin mucha ceremonia, dejándolo con un puñado de temas que había compuesto para el grupo y con el deseo de concentrar el estilo de su antigua banda en sus aspectos más rústicos, dejando de lado los temas extensos y psicodélicos y acelerando su velocidad hasta un punto que no se conocía. En 1975 y cuando Lemmy Kilmister formó Mötorhead -nombre de una de sus canciones de Hawkwind y también una forma de denominar a los adeptos a las anfetaminas-, inventó, casi sin darse cuenta, el punk hardcore y el heavy metal thrash. Su sonido era radicalmente innovador, pero no por el deseo de ser algún tipo de vanguardia, sino por lo contrario: por las simples ganas de tocar rock’n’roll puro y excitante, que produjera en el público sensaciones similares a las que su líder había sentido escuchando y viendo a sus ídolos, particularmente Little Richard y The Beatles. A pesar de estar a punto de disolverse tanto por el desinterés de los sellos como por el temperamento volátil de sus integrantes, Mötorhead -formada por Lemmy, el guitarrista Fast Eddie Clark y el baterista Phil Philty Animal Taylor- comenzó a ganarse un público mixto, al apelar tanto a la entonces mortecina escena del heavy metal británico como a la entonces rampante moda del punk. De ahí en más la banda se fue convirtiendo en un clásico, tal vez nunca del todo masivo, pero citado como influencia vital por grupos tan diversos como Metallica, The Foo Fighters, The Damned e incluso Joy Division. Considerado un motor incombustible de rock en su estado más puro y salvaje, se ha distinguido tanto por su sonido veloz y arrasador como por el carisma irradiado por su líder, hecho a fuerza de enormes bajos Rickenbaker, micrófonos colocados demasiado alto, diéresis germánicas colocadas arbitrariamente sobre vocales, vestimentas militares y un modus vivendi plagado de excesos, declaraciones incorrectas y un muy apreciable sentido del humor, así como por su legendario logo/mascota, una suerte de demonio de enormes colmillos creado por el artista Joe Petagno y apodado Snaggletooth (dientes de sable). Aunque ya habían visitado varias veces Argentina y Brasil, nunca se había presentado en Uruguay, a donde arribará con su formación actual -la misma desde hace 20 años y que es ya tan clásica como la que incluía a Clark y a Taylor- y que se completa con el guitarrista Phil Campbell y el baterista Mikkey Dee. Vale la pena repasar como adelanto lo mejor, en términos musicales, de esta larga y vandálica carrera.

De qué música hablamos cuando hablamos de Mötorhead

P>Sus 20 discos en estudio son una buena prueba de la capacidad que tienen algunas bandas -como The Ramones, The Fall o The Cramps- de hacer siempre lo mismo y ser siempre distintos. Si bien a sus discos de fines de los 70 se los suele considerar la época de oro de la banda, lo cierto es que las diferencias de calidad son sutiles y se trata de una discografía de un asombroso buen nivel en general. El primer disco, el homónimo Mötorhead (1977), está compuesto básicamente por temas que Lemmy había hecho para Hawkwind, aumentados de velocidad y ejecutados en la forma más rústica y fiera posible. Más allá de los toscos solos y de una presencia muy definida de las influencias bluseras de la banda (posiblemente más evidente que en cualquier otro disco), es sorprendente que el disco no haya sido percibido -en pleno 1977- como lo que realmente es: un disco punk sin demasiadas diferencias con los clásicos que se estaban editando en ese momento. La trilogía de discos que lo siguieron -editada en un plazo de apenas un año y medio- es para casi todos los críticos y fans lo mejor que hizo la banda en su carrera; en Overkill (1979), Bomber (1979) y Ace of Spades (1980) se encuentran prácticamente todos sus grandes hits: “Overkill”, “No Class”, “Capricorn”, “Bomber”, “Stone Dead Forever”, “Ace of Spades”, “Love Me Like a Reptile” y “(We Are) The Road Crew”, entre muchas otras, conforman una colección de canciones demoledoras (recogidas en su mayoría en el potentísimo disco en vivo No Sleep ‘til Hammersmith, de 1981) suficientes como para bancar de por vida al repertorio de una banda. Ace of Spades en particular es considerado hoy en día en forma unánime como uno de los mejores discos de heavy metal de la historia del rock. Nada mal para la “mejor peor banda”. Para coronar este ciclo de oro vale la pena rastrear los temas de Mötorhead en el EP grabado a medias con la banda femenina Girlschool (St Valentine Day’s Massacre, de 1981), que incluye una versión absolutamente brutal del rockabilly “Please Don’t Touch”, de Eddie Kidd & The Pirates. En adelante, la discografía se hace un poco más irregular, pero de cualquier forma algunos títulos se destacan. Tal vez la principal joya olvidada del grupo sea el disco Another Perfect Day (1983), el único que cuenta con la guitarra del virtuoso ex violero de Thin Lizzy, Brian Robbo Robertson, un músico mucho más melodioso que cualquiera de los guitarristas que hayan pasado por la banda, y que produce un extraño conflicto entre el salvajismo de la base y sus extensos solos (la longitud de las canciones es generalmente de un par de minutos más de lo acostumbrado), haciendo que la banda suene por momentos como Dinosaur Jr. Orgasmatron (1986) presentó la banda como cuarteto (con Würzel y Phil Campbell en guitarras) y contiene, además de la curiosidad de que Lemmy se haya inspirado para su formidable tema principal en un chiste de Woody Allen) algunas sonoridades y arreglos poco convencionales (algún valiente arrimó incluso un sintetizador en algunas introducciones). También se puede destacar el histórico 1916 (1991), tal vez el disco más experimental (el término es dificilísimo de utilizar en relación a Mötorhead) de la banda), en el cual se encuentra la extrañísima balada antimilitar “1916” (sólo Lemmy cantando acompañado de teclados y sonando similar a The Pogues en “Waltzing Matilda”) y el emotivo homenaje a The Ramones, llamado “R.A.M.O.N.E.S.”, en el que emulan a la perfección a la banda de Queens (que más tarde adoptaría la canción como cover). El disco 1916 marca la llegada de la respetabilidad general hacia Mötorhead y llegó a estar nominado para un Grammy en la categoría heavy metal. Su sucesor March ör Die (1992) es tal vez el mayor intento de la banda de hacer un disco “comercial” (otro término muy difícil de utilizar en relación a estos brutos), especialmente por la divertida balada a dos voces con Ozzy Osbourne “I Ain’t No Nice Guy”. Desde entonces han venido sacando un disco cada dos años y, aunque hay mejores -Overnite Sensation (1996), We Are Mötorhead (2000), que contiene un cover de “God Save The Queen” que prueba una vez más que Lemmy es un punk no asumido- y peores -Bastards (1993), Snake Bite Love (1998)-, no falta en ninguno de ellos al menos un par de temas que hagan felices a los adeptos. Algo que sigue siendo cierto hasta el día de hoy, cuando incluso la más bien esnob revista británica New Musical Express nombró a The Wörld is Yours (2011) como uno de los mejores lanzamientos del presente año. Es este disco el que vienen a presentar, pero cabe imaginar que nadie se va a ir del Ramón Collazo sin haber escuchado “Killed by Death”, “Ace of Spades” o “Iron Fist”, o por lo menos su clásica y gloriosamente cierta frase de presentación: “We are Mötorhead. We play rock’n’roll”.