El evento fue como un choque entre lo viejo y lo nuevo. Tuvo lugar en el salón Rara Avis del histórico teatro Solís, coronado con sus viejas arañas de techo, que contrastaban con el estilo moderno que tuvo la conferencia. Contrariamente a lo que habitualmente ocurre cuando los disertantes se encuentran en una mesa o en un estrado, en esta oportunidad los expertos estaban sentados en varios sillones, posicionados tipo living para que fuera "una charla bien distendida". Pero las particularidades no se quedaron en la escenografía y alcanzaron a las posibilidades de participación del público, ya que se instó a los presentes a que realizaran sus consultas a través de la red social Twitter. Sin embargo, ninguna pregunta llegó por esa vía, y, como respetando el statu quo de estas disertaciones, las interrogantes de los presentes fueron formuladas personalmente o por papel. Ello pese a que se pudo observar varias smartphones, tabletas electrónicas y láptops.

La oratoria principal tampoco fue ordenada y cada uno de los participantes intervenía cuando lo deseaba. Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte; Rodrigo Ribeiro, de KPMG; Eduardo Sanguinetti, del estudio Sanguinetti-Fodere-Bragard; Luis Lapique, de Lapique & Asociados, y Javier Berdaguer, de Guyer y Regules, fueron los protagonistas.

Ribeiro comenzó destacando que la potencialidad de vender empresas "hoy es más real que nunca antes", ya que se registra una coyuntura en la que los activos están valuados de forma significativa.

Siguiendo el razonamiento, Sanguinetti destacó el crecimiento de las inversiones de empresas "latinoamericanas" y "multilatinoamericanas" (que se radican en varios países de la región), y añadió que "hoy no hay que vender porque se precise el dinero". En ese contexto, evaluó que "en Uruguay tenemos posibilidades importantes de negocios".

En coincidencia, Rosselli subrayó que el país se ha vuelto muy atractivo para las inversiones en virtud de la vigencia de un sistema de promoción que "en general es sumamente bueno, [y] lo convierte [al país] en sumamente atractivo para hacer negocios". Además, dijo que en Uruguay "se amplió el horizonte de inversiones y se piensa más en el mediano-largo plazo" que antes. Al mismo tiempo, comentó que sobre la mesa hay una gran variedad de tipos de fusiones y adquisiciones, según tamaños y estrategias a seguir. Estimó que "seguramente haya empresas de mediano porte en Chile y Argentina que prefieran venir a Uruguay" como un punto de comienzo para ser "multilatinas", porque ven a Brasil con "cierto temor".

La pulga

Respecto del sector tecnológico, Ribeiro explicó que son empresas cuyo volumen de negocios está por debajo del punto de su equilibrio o que están alcanzándolo en lo que refiere a sus finanzas, por lo que tienen importantes potencialidades de crecimiento.

En tal sentido, explicó que hay dos posibilidades de crecimiento: uno que se daría con las condiciones actuales y otro al que se le podrían sumar las sinergias de un nuevo empresario que invierta en el emprendimiento. Por eso, realzó la idea de que “el valor de la empresa [al momento de venderla] es más que el flujo de caja, [son] las posibilidades de crecimiento que tiene”, lo que debe estar incluido como valor al momento de la negociación.

Berdaguer, a su turno, argumentó que no necesariamente se requiere de una fusión o de la adquisición de la empresa, ya que también hay potencialidad de obtener una “capitalización” que permita el desarrollo de una firma. Evaluó que debe ser finamente analizado lo que se quiere, ya que “son cosas muy distintas”.

Lapique, por su lado, dijo que si bien el empresario uruguayo está obteniendo actualmente un precio muy bueno, también tiene que pensar bien lo que quiere hacer, porque la potencialidad de desarrollo es muy importante. Sanguinetti comentó que las posibilidades a futuro son enormes, y que, en ese sentido, la transacción de una empresa tecnológica es “como comprar a Messi con 11 años” de edad. No obstante, subrayó que en muchos casos resulta difícil saber cuál es el valor real de un emprendimiento.

En otro orden, Ribeiro señaló que hay dos tipos de inversores posibles, pero que en última instancia, lo que importa más a todos los agentes es cuánto cash (dinero) van a obtener como retorno. En primer lugar mencionó a los inversores financieros, que buscan determinar cuánto dinero van a obtener el día que se vayan, y para quienes lo más importante será “tener una puerta de salida clara” para poder retirarse del negocio llegado el momento oportuno. En segundo lugar están los inversores estratégicos, más dispuestos a trabajar durante varios años y que apuntan a las base de activos de la firma, porque piensan en las potencialidades que les permitan tener un buen rédito económico algún día.

Añadió que los empresarios tienen que saber qué tipo de fusión, adquisición o capitalización es la que prefieren, en función de su futuro modelo de negocios.