-Hablemos de tus orígenes.
-Nací en Akita, en una comunidad de teatro, danza folclórica y arte moderno en el norte de Japón; mi madre es actriz y mi padre es músico. Viví ahí hasta los siete años, relacionándome sólo con los chicos de la comunidad hasta que mis padres se separaron y me mudé con mi madre a Kioto, la antigua capital, en el sur de Japón. Allí permanecí hasta terminar la facultad de sociología. Después viajé a Canadá para continuar un año de estudios de antropología y sociología en comunidades indígenas. Me enseñaron a cantar con los tambores y comprendí que no necesitas entender una sola palabra si hay música. La intimidad que se produce al cantar juntos fue una experiencia muy fuerte por la que me decidí a ser cantante. Igualmente, desde muy chica me había gustado cantar e inventar músicas. En la comunidad me la pasaba cantando, pero la escuela quedaba muy lejos y no podía salir. Era una comunidad “roja”, medio de izquierda; mis padres escuchaban a Mercedes Sosa y Víctor Jara, tenían sus letras traducidas al japonés. Es muy curioso, pero el movimiento de la nueva canción latinoamericana tuvo influencia en el mundo entero. Cuando salí de la comunidad era totalmente diferente el mundo. Capitalista… tan diferente. Aquélla era una comunidad hermética de artistas.
-¿Desde Canadá viajaste a Portugal para estudiar fado?
-Yo ya cantaba fado en Japón a través de los discos con los que también aprendí sola el idioma portugués. Una vez radicada en Lisboa, estudié el género y cantaba también en Casas do Fado. También allí estuve de gira cantando con un grupo de jazz de gitanos de Hungría con el que viajé por diez países, entre ellos Grecia y Yugoslavia. En Portugal hice muchos amigos músicos lusófonos que me invitaban a cantar con ellos. Así fui conociendo Cabo Verde, donde canté en hoteles, también Angola y finalmente vine a Brasil a cantar en el Festival de Invierno de Minas Gerais. Cuando pisé Latinoamérica sentí una emoción muy fuerte y lo quise adoptar como mi continente. Me fascinaron la mezcla de culturas y razas de una riqueza impresionante.
-Hoy ya tenés cuatro discos editados: Atlántica (2004), Pitanga (2007), Asas (2007) -los tres primeros, grabados en Brasil- y Flor criolla (2010), grabado en Japón con Hugo Fattoruso y Tomohiro Yahiro.
-Es verdad. Los tres primeros fueron grabados en Río de Janeiro con músicos brasileños como João Lyra, Cristovão Bastos, Mingo Araujo y Rogério Souza, entre otros. En ellos canto canciones de raíz lusófona alternadas con mis composiciones, pero sólo fueron editados en Japón.
-¿Cómo conociste a Hugo Fattoruso?
-Durante mi estancia en Río de Janeiro, en 2007, vine de visita a Buenos Aires y vi a Hugo Fattoruso tocando en el festival de jazz. Al escucharlo tocar me di cuenta de que había una sintonía y supe enseguida que quería tocar con él. Me acerqué a hablarle y terminamos cantando; nos entendimos inmediatamente. Tuve mucha suerte porque Hugo estaba por ir a Japón de gira con el percusionista japonés Tomohiro Yahiro, con quien había grabado el disco Dos orientales. Hubo muchas coincidencias, ya que también participé en varios shows con Tomohiro y Hugo en Japón. Fattoruso es un gran maestro, con mucha creatividad pero sobre todo con un gran respeto por las culturas de raíz africana, y yo quería hacer algo sobre las culturas de raíz con la sonoridad de Hugo Fattoruso. El resultado fue mi disco Flor criolla, del que Hugo es productor y que incluye canciones de Eduardo Mateo, Nicolás Ibarburu y el propio Fattoruso, además de canciones de compositores brasileños, y una mía en japonés.
-¿Cómo recibe el público japonés la música en portugués?
-La música de Brasil es conocida mundialmente, es agradable de oír, y el fado también. El fado es triste y la música japonesa es muy sentimental, creo que tienen puntos en común ya que son producidas en ciudades costeras, rodeadas por el mar, con las olas marcando el ritmo y los dramas del puerto; eso las hace parecidas.
-¿Y el candombe?
-Fue muy bueno. Incluso Rey Tambor fue a hacer su show en Japón y mucha gente se animó a ir a pesar de que nadie conocía el ritmo. Fue muy cálido y potente. Mis amigas dicen que les gusta más cuando canto con Hugo, y esas cosas valen.
-¿Ésta es tu primera vez en Uruguay?
-No, la tercera. Vine el año pasado en agosto a cantar con Hugo y después a grabar este disco nuevo, en el que además de Fattoruso participan Urbano Moraes y Rey Tambor. Ahora vine a mezclar el disco y para los show en Somos Sonido. Después me voy a presentar en Argentina, Chile y Venezuela. Es un poco raro porque voy viajando sola y tengo bandas en todos los países;s son increíbles los músicos latinos. Tienen muy buen nivel, por eso me gusta y necesito estar acá. El uruguayo es muy espontáneo.
-¿Cuándo se editará este nuevo disco?
-Va a salir en Japón en octubre. Hay unas músicas antiguas de Cabo Verde que grabamos con los tambores de Rey Tambor a ritmo de candombe, en las que se produce una conjunción hermosa que funciona muy bien. ¡Algo hay entre Cabo Verde y Uruguay! Cabo Verde es un puerto por donde pasaban todos los barcos de esclavos, podría existir una raíz común con el candombe. Además, hay composiciones de Fattoruso, está “Adiós a la rama”, de Ruben Rada, una canción de Urbano Moraes y Juan Pablo Chapital, y un candombe compuesto por mí que se llama “Gracia y compás”. Es un disco que grabé en tres países, Uruguay, Argentina y Chile; tiene dos canciones con Carlos Aguirre, de Argentina, y una de Hugo con la cantante chilena Francesca Ancarola. Tiene ritmos muy mezclados.
-¿Hay posibilidades de que ese disco se edite aquí?
-Me gustaría mucho, estoy esperando alguna posibilidad. El anterior, Flor criolla, se editó en Japón y Argentina, no hablamos con sellos uruguayos, pensando en que también se distribuiría aquí.
-Te definís como una travelling singer (cantante viajera) y da la impresión de que preferís el mundo a vivir en tu país. ¿Es así?
-Sí, la comunidad donde nací era muy cerrada y no podía salir, una vez que salí de Japón me maravillé con el mundo y no puedo parar de viajar. Decir que soy una travelling singer es también un pretexto para viajar más. Viajar a través de la música es aprender… Algo bueno de Japón es que absorbió las culturas de todas las naciones que llegaron en sus barcos para incorporarla a su cultura milenaria. Acepta mucha cosa de fuera y en ese sentido me siento muy japonesa. A mayor mestizaje mayor riqueza cultural. Pero la verdad es que estoy procurando mi lugar y Japón no es 100% mi lugar, porque también tengo mucha conexión con América Latina y en mi país estoy reproduciendo esa energía. Japón es muy diferente y ahora ha quedado muy dañado por el terremoto. Está a medias tratando de volver a la normalidad. Yo fui voluntaria en las costas y ha quedado todo muy destruido, mi abuelo viene de ahí… Te cuento algo: el primer día de la grabación de este disco fue justamente el 11 de marzo, el mismo día del terremoto y mi principal preocupación era cómo levantar nuestras almas. Para renovar, rezar, revivir… ese día grabé “Y hoy te vi”, de Eduardo Mateo, en japonés: “Y hoy te vi niña / mirando rosas, hoy te vi”. Después, cuando estuve en las costas de Japón y fui al lugar desde donde mi abuelo viene, la casa estaba destruida y tenía una rosa linda, grande, naciendo en la casa… fue muy fuerte y me quedó grabada la imagen. En Tokio se vive diferente porque es muy lejos del lugar, yo cada vez que vuelvo quiero ir al lugar para ayudar. Estoy armando un proyecto que se llama “Renovación humana”, porque antes de reconstruir la ciudad hay que renovar a las personas, que perdieron todo, trabajo, casas, y pasan mucho tiempo en los refugios sin hacer nada, deprimidas. La idea es ir para transmitir las experiencias positivas, llevar la música también a esas personas, para alimentar el espíritu.