-Cuchillo de palo fue la única película nacional que se exhibió en Paraguay el año pasado. ¿Cómo fue su difusión?
-Y...la verdad es que como veníamos de Berlín, y por haber pasado por festivales, por haber estado en Cannes, el estreno fue relativamente esperado por el público. También era una película donde funcionaba mucho el boca a boca. Al ser la primera película sobre la dictadura de Stroessner, la gente se ponía a hablar mucho de eso, como que tenía mucha necesidad de hablar de la dictadura. Muchos traían a sus padres, o en los debates no sólo se traía el tema de la homosexualidad. También se tocaba mucho el tema de los exiliados. Creo yo que fundamentalmente ayudó mucho a la gente joven a hablar del tema con sus padres, con sus abuelos, tíos. En eso tuvo un contexto muy fuerte. El tema de las persecuciones sexuales también fue muy importante, porque los gays han sido un grupo muy marginado dentro de la sociedad, y el número éste de 108 [se refiere al número de homosexuales incluidos en una lista elaborada por el gobierno en 1959], que siempre fue usado en broma, incluso por los niños, empezó a tomar otra forma, otro sentido.
-Parecería que el eje de la película es una ausencia, pero que no es sólo la de tu tío, sino la de un número, ese 108. Pero también es la ausencia de una explicación cabal y total de quién fue él, que lográs mantener sin contestar durante todo el recorrido...
-Sí, es como que todo es demasiado efímero, como que estás por llegar y se te escapa de las manos, así fue la vida de mi tío. A mí me pasó de convertirme en una persona mayor y ver cómo de golpe se fue. Incluso yo pensaba que después de la película se me iba a acercar mucha gente y que iba a terminar construyendo una figura mucho más fuerte de él, y no fue así. Todavía me da la sensación de que no puedo llegar al corazón de lo que pudo ser él. Es esa imposibilidad radical de conocer al otro, pero sobre todo de aceptarlo. Para mí ése sí era un tema, cómo llegar realmente a quien tenemos en frente. En mi caso, primero a mi papá, y después de mi papá, a mi tío…
-Vos decías en una entrevista que el verdadero problema es entender a los padres
-Sí, por un lado, yo estaba súper enojada con mi papá, e incluso a medida que hacía la película, aún más. Como que te vas enterando de todas las cosas que pasaron y no te explicás cómo puede ser que tantas personas de la sociedad y tantas familias hayan callado lo que les sucedió a esos jóvenes.
-Al principio parecería que te estuvieras mordiendo la lengua en los enfrentamientos con tu padre, para después ir cediendo y confrontarlo más directamente...
-No es tanto morderse la lengua como no animarse realmente. A medida que iba descubriendo todo lo que descubría, había mucha cobardía de mi parte, de no decirle todo lo que sabía. Incluso hay cosas que yo creo que él se enteró ya viendo la película. Porque con mi papá tenía como una doble barrera: por un lado que era mi papá y que le quería, ese amor que sentía hacia él y que no le quería hacer daño; pero por otro lado su negación. Entonces, yo le contaba de repente cosas que eran durísimas de contar al hermano de la persona que pasó por esas situaciones, pero me encontraba con una negación suya. Tenía que repetir y decirle varias veces esas cosas hasta ver cuándo le entraba. Como ir golpeando hasta hacer un agujero. En el caso de esta dictadura y de mi tío, hay una cosa muy fuerte, que es particular de Paraguay, que es que en las dictaduras latinoamericanas hay una figura muy fuerte, que es la del desaparecido. Sin embargo, con estas listas lo que se hizo fue exactamente lo contrario: identificar a los gays, volverlos, por así decirlo, los fluorescentes de la sociedad, los más percibidos, los que todo el mundo apuntaba con el dedo. En eso Stroessner fue muy inteligente, porque lo que logró es que se autocensuraran, que ellos mismos se resguardasen en sus propias casas. Eso es posiblemente lo que pasó con mi tío, que se quedó encerrado ahí el resto de su vida, posiblemente porque ahí se sentía más seguro, se sentía más él mismo.
-Igual es curioso, porque hay algunos personajes que aparecen en el film que son evidentemente gays, pero que el hecho del código, de figurar en una lista, cambia completamente todo.
-Sí, pero en esos casos los que salían así y no les importaba nada eran pocos. Algunos de ellos podían hacerlo porque su familia estaba relacionada a la familia de Stroessner. Para mi tío, que era un nadie, que no tenía ningún tipo de protección, sí que era muy diferente. Hay mucho de esa doble moral. Suponte que en esa época casi todos los gays tenían bigote, que es algo muy masculino. La forma en que ellos se saludaban era muy fuerte, tenían que demostrar que siempre eran machos, justamente siendo lo contrario. Ellos me cuentan que cuando se encontraban en el cine o eso, ellos tenían muchas señales para reconocerse como gays. Era muy clandestino, realmente. En esa lista en la que apareció mi tío llegaron a ser cerca de quinientas personas y la mayoría eran muy jóvenes, chicos de entre dieciséis y dieciocho años. Ya después, esa lista comenzó a circular de otras formas y se terminó volviendo una broma, donde la gente le cambiaba y agregaba nombres para joderle la vida a adversarios políticos o enemigos, y eso quedó en la memoria de la gente por muchísimo tiempo.
-Hablando de la familia de Stroessner, ahí en la película te metés con un tema bastante particular, que es la homosexualidad encubierta de uno de los hijos del dictador. Ahí te estás metiendo con un asunto grande.
-Me estaba metiendo no sólo con un asunto grande, sino con una persona que estaba viva, y que cuando se estrenó en Paraguay estaba libre. La verdad es que no pasó nada, por lo que parecería que la información que se dio se tomó como cierta. Sí pasó que la sociedad se empezó a preguntar, pero aquello es como un secreto a voces. La gente empezó a ratificar cosas que antes sabía. A mí sí me daba un poco de temor estrenar la película con él ya en Paraguay y con todo el poder que tiene. Pero ni siquiera se le hizo una entrevista al respecto.
-¿Pasó con Cuchillo de palo que después de su estreno comenzaran a aparecer más películas y proyectos sobre la dictadura, como si se generara una diáspora?
-Sí pasa algo con el cine, que es que cuando una película rompe un silencio, parece que después se pueden hacer más. Y a mí me pasó en el 2005 de trabajar con esta película de Cándido López, Los campos de batalla, en la que tocamos un tema que era como la piedra filosofal de la paraguayidad, la “Guerra de la Triple Alianza”, que hasta ahora arrastramos. De hecho, la “Guerra de la Triple Alianza” fue la guerra donde se iniciaron muchas de las naciones de este continente. Todas las naciones se afianzaron alrededor de la Triple Alianza, Paraguay incluso, así como pudo. Yo creo que a partir de ahí sentí que después de hacer eso podía acercarme al pasado reciente… vamos a ver cuándo me acerco al presente.
-Dentro de Uruguay, de hecho, la Triple Alianza es un tema que no se suele tocar mucho, porque posiblemente es de lo más oscuro de nuestro pasado como nación...
-Es que todas las soberanías tienen eso. Rascando un poquito en la historia de Francia, de Inglaterra o España, todo país tiene un pasado oscuro, incluso necesario, pero toda la historia es así. Algo que se suele hacer con la Guerra de la Triple Alianza es hacer demasiado hincapié en la locura de Solano López. Muchos argentinos nos decían eso, de que Solano López mandó a pelear a los niños, pero los niños no fueron a la guerra, la guerra vino a los niños. Murieron todos los paraguayos mayores de once años. Y eso tiene, en cierto punto, mucho que ver con el machismo de Paraguay. Tiene que ver con un machismo promovido por las mismas mujeres, ya desde hace ciento cincuenta años, donde el hombre tenía que ser macho. Por eso, un tema como el de Cuchillo de palo sigue siendo tan fuerte en Paraguay: es necesario hacerle entender a la gente que hay opciones, que ya no es tan necesario considerar a los hombres como sementales que deben seguir manteniendo la procreación natural de un país devastado.
-Para cerrar, hay un momento en la película en que se muestra una marcha gay y aparece tu voz diciendo “yo sé que en esta manifestación deben haber muchos que saben de mi tío, pero no me animo a bajar del auto”, ¿Por qué es eso?
-Ésa fue una de las primeras filmaciones con un equipo de Paraguay. Yo tenía una foto de mi tío, que pensaba mostrársela a la gente para preguntarle si lo conocía, pero creo que hay una cosa ahí que yo intento decir, que es que a mí no me era fácil tampoco entrar a ese mundo, a la noche. Ésa fue la primera marcha gay que se hizo en Paraguay, creo que en 2006, y a mí me costó bajarme y pararme al lado de una travesti de dos metros, con una foto de mi tío, que quizás ni siquiera conocía. Ahí empezó a abrirse ese camino. Era quizás una forma de tratar de ser honesta, de que uno no es tan cool que se mete así como así y se pone a hablar con ellos. Aparte, los de esa colectividad son súper inseguros y desconfiados de la gente, ya se los maltrató muchísimo mediáticamente. A veces, uno como cineasta no se pone tanto en duda y quizás sería necesario que cada tanto uno se aparte un pasito y diga “tengo miedo”.