Los cientos de publicaciones queer (o específicamente gay, lesbian o transexual) separan como una muralla, por lo menos a primera vista, la situación actual de las fundacionales manifestaciones de los grupos que hoy conocemos como LGBTQ contra la represión policial, en junio de 1969, en un pub de Greenwich Village, conocidas como “disturbios de Stonewall” (a nivel simbólico más que concreto si pensamos en nuestros pagos). Con la denuncia abierta del atropello estatal organizada en las calles se dialoga desde la academia, revisando conceptos aparentemente tan claros como “normalidad” o “género” (una lista necesariamente incompleta no puede obviar a Michel Foucault, Adrienne Rich, Monique Wittig, Judith Butler, Lee Edelman o Luce Irigaray) socavando, finalmente, los fundamentos de una sociedad “compulsivamente heterosexual” para usar muy libremente la fórmula feliz de Rich. Y aunque los movimientos del movimiento LGBTQ no sean lineales ni uniformes, en ese recorrido el ámbito teatral ha ganado ciertos espacios: hoy se acopian en el contexto internacional los espectáculos y los festivales cuyo centro es abierta y orgullosamente queer: Dublin Gay Theatre Festival, Festival de Teatro Gay Lésbico Elegetebéfest (en Málaga, España), Festival Internacional de Cine y Teatro Gay de México o Festigay, Festival parisien du Théâtre gay et lesbien.

La coincidencia de los estrenos 2011 de 5 gays.com. Despedida de soltero, dirigida y escrita por Rafael Pence, y Una mujer como yo, de Marianela González, dirigida por Stella Rovella, es una ocasión privilegiada para pensar en dos posiciones que asume un teatro uruguayo (abiertamente) concebido como queer.

Alguien con quien hablar

La comedia 5 gays.com recurre a la reunión de amigos como escenario de lo gay, ocupándose (como en la commedia dell’arte) de tipos específicos: el solitario, la pareja fiel, el don Juan y, por último, en orden de aparición y de importancia para el desarrollo de la trama, el que decidió, por motivos materiales, casarse y formar familia.

“Cinco amigos. Una misma opción sexual. La última noche de soltero de uno de ellos. Una mirada diferente con los mismos conflictos y recompensas que las relaciones tradicionales. Una comedia que entra en el armario para espiar a los que salen de él,” se lee en el programa de mano.

5 gays.com utiliza todo un repertorio verbal, visual y gestual “típico” de la iconografía gay como material para la comedia (el uso de los adjetivos en femenino para describirse, cierta “delicadeza” de movimientos, el discurso sobre la multiplicidad de partners sexuales, la importancia clave del cuerpo estético, el rechazo asqueado del cuerpo femenino) y festeja así la visibilidad. Pero desde ese lugar elige, como motor de la acción cómica, atacar la puesta en marcha de su contrario, el camuflaje heterosexual como puro (¿necesario?) atajo social. La tensión entre visibilidad e invisibilidad no tiene más que una resolución provisoria, por lo menos, dentro del living de casa (la escenografía de Andrés Buencristiano, realizada por Rodolfo da Costa, es un living high tech como corresponde). Las actuaciones son bastante desparejas, mientras Ignacio Cardozo y Juan Gamero se mueven cómodos por el espacio, otros integrantes recurren a la caricatura, como Guillermo Vilarrubí y un poco menos Joaquín Ortiz.

En un lugar íntimo se planta Una mujer como yo, unipersonal interpretado por Mercedes Pallares. De la comunidad gay abierta, por lo menos entre cuatro paredes, a la mujer, lesbiana, solitaria (el trabajo seminal de Eve Kosofsky Sedgwick, Between Men (1985), sobre la continuidad, en la sociedad patriarcal, de la amistad heterosexual entre hombres y la homosexualidad masculina continúa siendo sugerente y explica algo del todo). En la escena, una actriz sustituye la función de Before Breakfast (1916), de Eugene O'Neill, con el relato de su vida, mediante una improvisación teatral en la que cuenta su historia como mujer, pero especialmente como lesbiana. El diálogo propuesto es doble: con el público real y con su pareja ausente a la que graba la función.

Lo autobiográfico, se afirma, cubre un vacío en la dramaturgia: no hay obras para nosotras, afirma la actriz. La obra exhibe así junto a la soledad de la protagonista (sin interlocutores en escena), una ausencia de interlocutores virtuales posibles: con ningún texto ni representación, entre las docenas potenciales, parece posible entablar el diálogo (el clásico de Sandra Freeman Putting your Daughters on the Stage: Lesbian Theatre from the 1970s to the 1990s (1997), da ejemplos de tres décadas de escritura e Internet completa la lista con dramaturgas españolas, mexicanas y chilenas actuales).

Una marca fuerte y dolorosa de la experiencia de invisibilidad de parte de una generación de uruguayas -Mónica, la actriz, tiene 50 años- quiere plasmarse y cristalizarse en el texto de González y se reproduce en parte en el programa de mano: “En este siglo XXI las luchas por las nuevas voces e identidades están encontrando sus frutos. Una mujer como yo busca dar voz a las vidas invisibles, a las que no están y permanecen en nuestras retinas y también a la memoria reciente del país. Una mujer como yo quiere cuestionar y desempolvar telarañas culturales. Una mujer como yo te invita a jugar a los dados con ellas”. Pero el juego de dados que propone la obra no siempre es fácil: la dirección de Rovella contiene algunas incertidumbres espacio-temporales (la última edición de Alejandra Pizarnik convive con una filmadora de los años 70, elección que no tiene un rol funcional evidente en la escena) y actorales (los gestos y la voz de Mercedes Pallares, por momentos, parecen contradecir lo que dicen sus palabras).

A entrar en el armario a espiar o a jugar a los dados. Bajo la forma abierta de la invitación los dos espectáculos se abren a los otros como interlocutores posibles.