-Es la segunda vez que hacen un show en La Trastienda. ¿Cómo estuvo la primera?

Charly: -Estuvo bien. Son mojones que te exigen un nivel de laburo, que te hacen acelerar a todos los niveles: en ensayo, en composición, en puesta en escena... Ahora, en lo que tiene que ver estrictamente, en cuanto a música y cantidad de gente, fue bastante frío.

-Fue bastante rápido en relación al tiempo en que ustedes estaban tocando...

C: -Fue exageradamente rápido. En ese aspecto no fue muy disfrutable, pero en la interna nos sirvió mucho.

Germán: -Además, en un show de este tamaño, en una segunda Trastienda la exigencia es mucho mayor. La primera Trastienda fue en 2009 y el destape de estos dos últimos dos años, de todas las cosas que tenés guardadas y trabadas -roces en el grupo, cambios musicales, por ejemplo-, todo eso va saliendo con la presión.

-¿Es parte del concepto de Closet hacer las cosas un poco a lo grande, no estar mil años batallando en el under?

C: -Creo que la intención que hay detrás de eso no es necesariamente posicionarse en otro lugar en cuanto a cantidad de gente que te va a ver o a tamaño. Sí hay una intención, que estuvo desde la génesis de la banda, en el sentido de no repetir algunos clichés del under que me parecían innecesarios o estúpidos. Sobre todo la parte logística, cómo sonar, dar un show más o menos pensado y no subirte a tocar los temas en chancletas. Probablemente, el romper con eso partió de una exasperación... Imaginate: hacer una Trastienda en 2009... Nosotros habíamos editado sólo un EP.

-¿Es posible que eso de hacer las cosas de forma distinta, más individual, tenga que ver con la no-existencia de una escena pop? ¿Piensan que hay más gente haciendo algo parecido a lo de ustedes?

C: -Yo citaría a Santé Les Amis, pero acá no hay una escena, para nada. Desde la no-escena es difícil salir solo, da la sensación de paracaidismo. Pero hay mucha gente laburando de onda...

G: -Es un colectivo en el que se deriva mucho de los diferentes toques: el vestuario, el diseño de arte... En los últimos tiempos yo creía que la banda estaba siendo sustentada hacia el público por todo ese colectivo, no tanto por lo musical sino por todo lo que lo rodeaba. Rodearse de toda esa gente es un capricho de banda grande; ahora hay que cumplir con la música.

-¿Cómo formaron ese colectivo?

C: -Colgadera inicial y luego libertad artística. La propuesta musical de los shows se presta para ampliar los márgenes, para que no sea sólo música, a partir de eso, de invitar gente, convidarla con una libertad artística total. El acuerdo tácito es: "Estamos trabajando juntos, ésta es la idea central, andá y diseñala". Hay cosas de las que uno piensa: "Yo nunca hubiera hecho eso", pero ta, son bienvenidas. Hay un choque constante que también es muy rico. Hay una conciencia colectiva de dejarlo correr por respeto mutuo pero también por respeto a las disciplinas. Si el tipo está haciendo una búsqueda en el diseño y yo confío en los criterios del tipo, no voy a decirle "rosado no, poné azul". Me interesa compartir una serie de ideas centrales; después, si es rosado o azul... hacé lo que quieras.

-Yendo a lo estrictamente musical, ¿qué diferencias hay entre aquel Dildo y el disco actual, Lengua?

G: -Lengua nos sorprendió mucho por sus procesos de composición. Cuando hicimos Dildo con Charly dijimos: "El próximo, el disco, va a tener un concepto mucho más electrónico", que es en definitiva lo que el disco está interpretando en vivo, pero salió con dos guitarras acústicas, lo armamos ahí en el estudio, con menos electrónica...

C: -Queríamos un disco chiquito, queríamos resolverlo rápido porque ya estábamos en otra cosa, y Daniel [Anselmi, el productor de Lengua] en lugar de seguirnos la rosca nos propuso abrir la cancha, componer desde las acústicas. De todos modos, su producción es netamente electrónica, con muchos samples, pero hubo un proceso híbrido en el que queda un blues medio mutante con una primera toma medio desafinada con un electro no sé qué... algo medio extraño que es el producto de abrir la cancha. Porque aunque Daniel sea un productor contratado, también tuvimos con él esa dialéctica de libertad, de decir: "Bueno, si te llamo meté cuchara". Si no, no te llamo, no se trata de buscar un técnico de sonido. Cuánto uno quiere dejar ir sus canciones y cuánto no es también algo que uno va aprendiendo.

-¿Y ese híbrido cómo pasa al en vivo?

C: -Nada... como veníamos de ese en vivo bastante rockero, simplemente dijimos: "Lo que se pueda tocar se toca y lo que no, se secuencia". Siempre fuimos una banda de shows muy armada y con poco espacio para la improvisación. El disco fue una etapa de diseño constante y el en vivo es lo mismo.

G: -Ya en los ensayos no había espacio para la improvisación, son un espejo de lo que va a ser el show. Comienza a correr el metrónomo y tocamos el tema. Ahora estamos en un proceso de sacar los metros y las secuencias...

C: -Ahora también estamos en una lógica de componer en español, y no había una traducción literal de lo que veníamos haciendo en inglés.

-¿Ustedes componían en inglés o en español?

C: -En inglés mandaba cualquiera, por fonética y por métrica, y luego lo fuimos abriendo al español.

-¿Por qué esa lógica de elegir primero el inglés?

C: -Porque en un principio lo del inglés no fue una elección. Recuerdo estar discutiendo a las tres de la mañana en BJ sobre que era imposible que la gente entendiera las letras de las canciones en vivo. Laburamos mucho sobre el “¿qué está importando acá?, ¿qué pretendo yo de una banda en vivo?”. Una cosa muy de boliche, de venir tocando a las tres de la mañana y de entender la electrónica como un espacio de baile, de catarsis, y no de racionalizar una letra. Todo eso derivó en el inglés, pero siempre hubo una intención de volver al español. Me acuerdo de que Socio [Federico Lima] me decía: "Pero yo también compongo en fonética y luego lo paso al español", y yo no podía creer cómo le salía.

-Tuvieron que buscar en castellano un discurso equivalente al que tenía Closet en inglés...

C: -No en un plano de significación, sino solamente estético. Poder tocar con el estilo musical y las roscas musicales de esa época se hacía muy complicado en castellano, así que tuvimos que desarmar eso, eliminar secuencias e ir a algo más orgánico; empezar a construir la canción de cero. Así incorporamos un montón de cosas que en La Trastienda van a surgir.

-Hablando de tocar en vivo, ¿cómo sobrevivieron con una propuesta como la de ustedes a los Pilsen Rock?

C: -Fue un placer lo de Pilsen Rock...

G: -No sobrevivimos, lo vivimos.

C: -El primero fue una gozadera conceptual, algo divino.

-Yo en un principio pensé que los iban a degollar...

C: -Yo también.

G: -Yo estaba regalado, estaba anclado en el escenario con dos tornillos...

C: -Hicimos una versión de Rage Against the Machine. Dijimos: "Bueno, ya que van a considerar que todo es un insulto -y tienen razón-, por lo menos vamos a hacer un set más o menos rockero y a terminar con el tema de Rage...”. Y fue el que más les molestó. Les dolió en el alma, y es lógico...

G: -Me acuerdo de que venía gente corriendo desde la palmera que estaba junto al alambrado. Se colgaban del vallado gritando: “¡Hijos de puta! ¡Putos!”.

C: -Además nos emplichamos peor que nunca, porque en ese tiempo no éramos tan osados. Éste estaba con una galera, pantalón rosado, plumas...

-Es raro ese rechazo por lo pop, cuando se supone que quiere decir “popular”.

G: -Acá la gente te define “pop” por la cantidad de color que usás... Puede estar tocando Marcos de Motosierra y si está con unas plumas rosadas es pop.

C: -Pero sería un insulto para otras bandas si Closet se definiera “rock”. Definirse “pop” es casi por obligación.

G: -Es posible que tener a alguien como Camila [Sapin, vocalista de la banda] al frente te lleve a definir la banda como pop, porque ella es muy pop. En la banda hay un abanico de gustos muy distintos pero convivimos, y eso es muy interesante.