Los últimos años de inestabilidad financiera internacional desencadenaron "una volatilidad importante" en los precios de los commodities en los mercados, en una suerte de efecto-espejo entre las decisiones de los inversores que buscaron en esos productos "opciones rentables" de colocación y el hecho de que los precios de éstos "adopten la volatilidad de los activos financieros". Ello significa que la producción y comercialización de esos productos se vean afectadas "por variables ajenas a los fundamentos reales de su oferta y demanda". En estos momentos, los "posibles" escenarios de default "en Estados Unidos y algunos países de Europa" determinan una coyuntura en cuyo transcurso "los precios internacionales de los commodities pueden verse significativamente afectados". De verificarse esto, "la economía uruguaya, como economía pequeña y abierta, se ve impactada por estos shocks de precios de diversas formas".

El análisis del Cinve distingue los casos del petróleo y los alimentos para proyectar escenarios de incidencia local. En el primero, recuerda que ese bien "constituye uno de los commodities con mayor relevancia para la economía uruguaya debido a que tiene una participación significativa en la matriz energética". La condición de importador de crudo del país determina que su precio sea "determinante en los costos de producción interna de energía" y, por lo tanto, deviene cuestión "de suma importancia en los costos de producción de muchas industrias". De ahí que "las variaciones en el precio internacional del petróleo pueden interpretarse directamente como un shock de oferta para la economía nacional".

El Cinve reseña que el precio del barril se disparó entre 2007 y 2008 hasta incrementarse en 146%, cayendo en 71% en los meses posteriores conforme se agravó la crisis global, para crecer nuevamente desde mediados de 2009 y llegar a junio de este año con un aumento de 147% respecto del valor más bajo de poscrisis.

Después el estudio proyecta "el impacto de un aumento del precio internacional" del crudo de 10% en precios constantes "sobre diferentes variables económicas internas", resultando que en tal escenario "la actividad económica cae en el orden de 0,5%, luego de ocurrido el shock" de valores. Tal caída derivaría "del aumento de los costos de la energía y de otros bienes intermedios necesarios para la producción de bienes y servicios". "No obstante, estas mismas estimaciones indican que el impacto sobre la actividad deja de ser significativo a partir del tercer mes, lo que revela que los efectos negativos del shock tienden a disiparse en el tiempo". Esa situación ocasionaría un alza de los precios al consumo de 0,5%, en la que la política tarifaria de ANCAP de no trasladar a precios "gran parte de las fluctuaciones (al alza y a la baja) del precio del petróleo ayuda a entender el bajo impacto de este shock sobre la inflación y el nivel de actividad".

Así, "los costos de producción se ven amortiguados por la política tarifaria, suavizando los efectos de las variaciones" del crudo "en la inflación y el PIB", con lo que parcialmente "la volatilidad" del precio internacional del energético "se traslada a los resultados financieros de ANCAP, y no afectan a la economía en su conjunto".

Pan comido

Otra fuerte influencia sobre la economía local es la del sector agrícola-ganadero, en virtud de su elevada ponderación en la canasta de productos exportables. Sus productos “han presentado, al igual que el petróleo, una tendencia alcista en los últimos años, caracterizada por una fuerte inestabilidad” con excepción de la carne. Los precios internacionales de estos bienes también exhibieron “un crecimiento exponencial entre 2007 y 2008”, tras lo cual se desplomaron, arrastrados por la crisis, y “después de mantenerse relativamente estables en 2009, desde 2010” su incremento “ha vuelto a mostrar un incremento muy significativo”. El Cinve estima que “la evolución” de los valores de mercado “de los commodities alimenticios se encuentra asociada positivamente con el nivel de actividad” local. Un eventual shock externo sobre estos precios afectaría a la economía local “recién a partir de seis meses de verificado, alcanzando su mayor efecto luego de un año” de desarrollo del proceso. No obstante, “el impacto final sobre el nivel de actividad [...] es muy significativo”, y un descenso del 10% en estos precios “determina un efecto negativo acumulado” de 2,7% sobre la economía uruguaya. “El principal mecanismo de transmisión se concretaría a través del comercio exterior”, ya que ese desenlace repercutiría negativamente “sobre la rentabilidad de los exportadores afectando el dinamismo del sector agropecuario y las industrias derivadas”.

Más rápido en el tiempo, tal baja de 10% en los precios internacionales de los alimentos produciría “una caída de la inflación del orden de un punto porcentual a partir del sexto mes” de verificación del escenario. El efecto operaría mediante la transmisión de los valores externos “a los precios minoristas domésticos de los alimentos, “aunque también podrían existir efectos derivados del impacto que sobre el nivel de actividad económica genera este shock” a la baja. Otra proyección del informe para este escenario es “una depreciación del peso”, fenómeno que “actúa amortiguando la caída de los precios internos” mencionada antes, en cuyo desarrollo “el incremento del tipo de cambio alcanza un valor máximo de 3,5%”.