Mario Wschebor combinó a menudo la capacidad de ver posibilidades de cambio y la valentía de defenderlas contra la corriente. Más de una vez, luego de quedar en minoría, el paso del tiempo mostró que tenía razón, o por lo menos que le había hecho un gran servicio a la sociedad al defender lo que pensaba.
Quizá no lo sorprendieron algunas derrotas en el corto plazo, porque dedicó gran parte de su vida al estudio de las probabilidades en relación con lo aleatorio, pero asumió a fondo un modelo de conducta universitaria en el que la ciencia y la ética caminan juntas, y nunca permitió que lo improbable del éxito le impidiera dar las batallas que creía necesarias. En los tiempos que vivimos, esa característica lo destacaba como una figura muy necesaria.
En el marco de una trayectoria que le valió importantes reconocimientos nacionales e internacionales, su relación con la diaria no fue por cierto lo más relevante, pero queremos dejar constancia de que estuvo entre quienes creyeron en este proyecto cuando a muchos les parecía inviable, y tuvo la generosidad de ayudarnos a impulsarlo.