Hay acuerdo en que el crítico Lawrence Alloway fue el primero en utilizar el término "pop Art" en el sentido que más o menos le damos hoy: "pop", en su ensayo "The Arts and the Mass Media", vendría de "popular". Hay, sin embargo, otro posible origen, más onomatopéyico, del término "arte pop". Según el crítico Jörg Heiser, la palabra ya venía usándose en el círculo de creadores reunido por el Instituto de Arte Contemporáneo (ICA) británico, en el sentido de algo "liviano", "que explota sin mucho ruido, como una burbuja". En 1952, en uno de los encuentros del ICA, el artista Eduardo Paolozzi incluyó la palabra "pop" en un collage formado por recortes de revistas norteamericanas. Cuatro años más tarde, Richard Hamilton haría algo parecido para el póster de la exhibición This is tomorrow, que marcaría el comienzo de la circulación amplia del término "arte pop".

El póster creado por Hamilton llevaba por título ¿Just what is it that makes today's homes so different, so appealing? (¿Qué hace que los hogares de hoy sean tan distintos, tan atractivos?), y la frase -al igual que el living que aparece representado- estaba tomada de un aviso de la revista estadounidense Ladies Journal. Entre las imágenes que distorsionan el ambiente hogareño original están la de una mujer desnuda y la de un fisicoculturista (identificado luego como Irwing Koszewski, ganador del certamen "Mr Los Angeles" en 1954) que sostiene un chupetín gigantesco. "Chupetín" en inglés es "lollipop" o más comúnmente, "pop". "El chupetín, dada su ubicación en la entrepierna del forzudo, se vuelve un grotesco falo bulboso. Hay marcas del Dada y el Surrealismo, pero también de la nueva cultura de rock and roll que mueve y sacude y sexualiza los cuerpos de una población creciente", dice Heiser.

Si por un lado queda claro que la primera oleada del arte pop partió de Gran Bretaña (con Hamilton, Paolozzi, David Hockney y John McHale como protagonistas) y que los estadounidenses Andy Warhol, Roy Lichtenstein y compañía le imprimirían un giro posterior, también queda insinuada la conexión de Hamilton con la cultura rock. El vínculo más claro no viene por el lado de una idea, sino de una persona: Robert Fraser, el coleccionista de arte al que Paul McCartney consideraba la figura más influyente del Londres de los 60.

Fraser no solamente poseía un catálogo pesadísimo (que incluía a lo más notorio del arte contemporáneo estadounidense y británico, como Gilbert and George, Paolozzi y Peter Blake, el realizador de la tapa de Sgt Pepper's), sino que además hacía de puente entre los artistas que representaba y sus clientes más famosos. Fue él quien presentó a McCartney y a Hamilton, quien sería el responsable por la cubierta del Album Blanco de los Beatles. Fraser también se volvió él mismo parte de una obra de Hamilton, cuando en 1968 fue arrestado, junto a Keith Richards y Mick Jagger, luego de una notoria fiesta en la que les fueron incautadas sustancias ilegales; Hamilton realizó con recortes de prensa del caso un collage titulado Swingeing London 67 .

Momento de impulso

Pero aunque pudiera parecerlo, no todo era pop en la carrera de este hombre nacido en 1922 y expulsado varias veces de la educación formal -comenzó trabajando como electricista y allí explotó su habilidad con el lápiz- pero que se abrió paso resueltamente dentro de la academia. En ese ámbito conoció a Roger Penrose, el gran promotor del surrealismo en el Reino Unido y cofundador del ICA, que lo acercó al trabajo de Marcel Duchamp. Hamilton se volvió un ferviente estudioso de El gran vidrio y de las anotaciones conocidas como Caja verde, y a mediados de los 60 se encontró en Estados Unidos con el artista francés (así como con los “pop” locales); en 1966 sería el encargado de “reproducir” El gran vidrio -que no podía trasladarse debido a su fragilidad- para su exhibición en Londres.

Durante los 60 Hamilton también fue un notorio activista contra el armamento nuclear; su caricatura del líder laborista Hugh Gaitskell (que había rechazado un plan de desarme) tendría eco, cuarenta años después, en su obra Shock and Awe, en la que muestra al entonces primer ministro Tony Blair vestido como un cowboy, como alusión a su sintonía belicista con George W Bush. En el medio, Hamilton expondría en una serie pinturas conocida como The Citizen, la política de derechos humanos de Thatcher respecto a los prisioneros del IRA.

En los 80, Hamilton incursionó en el diseño industrial -tal vez en una guiñada a sus comienzos laborales- y proyectó el exterior de dos prototipos de computadoras suecas; una de ellas fue incorporada en una de sus pinturas, que también incluía un receptor de radio.

En 1957, ante una solicitud del Smithsonian estadounidense, Hamilton había definido al arte pop como “popular, efímero, prescindible, barato, producido masivamente, joven, ingenioso, sexy, engañoso, glamoroso y cercano a los grandes negocios”. En una entrevista reciente, aclaró: “Aunque me interesaba el fenómeno pop, nunca me asocié al término, que más bien usaba para describir a Elvis Presley y a esa imaginería norteamericana vulgar, de cucuruchos de helado o hamburguesas. Sin embargo, en los 50 ocurrieron cosas importantes y parecía no sólo un momento cool, sino una época de impulso para la humanidad”.