-Una de las cosas que llaman la atención de las películas de Tanner es que Suiza está representada como un no-lugar, o un lugar de frontera. Te iba a preguntar a vos, que naciste en Inglaterra, pero te radicaste en Suiza, ¿como vivís tu relación con dicho país?

-Hay que saber una cosa, que es que Suiza es un país de fronteras. Es como Uruguay en ese sentido, es un país rodeado de países muy grandes y entonces siempre estás pasando fronteras; no toma un día atravesar Suiza de un lado a otro y Ginebra es una península suiza rodeada de Francia, una ciudad que siempre fue un refugio de inmigrantes, desde Lenin hasta Voltaire, así como también argentinos y chilenos durante la dictadura. Es por esta razón que ya inherentemente hay una noción de lo suizo atravesado por la frontera y lo extranjero. Además de esto, Tanner ha sido marinero en su juventud, que también lo hace parte de una tradición suiza del viajero. Si vas a cualquier parte del mundo, vas a encontrarte con un suizo. Creo que esto se da porque hay como algo insoportable de quedarse en Suiza. Yo soy suizo de adopción, pero pasé mi vida yéndome y volviendo a Suiza. Suiza a su manera es opresiva y en las películas de Tanner esto se ve, ya que casi todas ellas son un road movie. Tanner es un cineasta de la problemática intermitente del exilio, pero del pequeño exilio, de un exilio permanente, no de uno grande, intercontinental. Hay un home suizo, que son los Alpes, los valles, o ciudades que son bastante identificatorias, como Zurich. Sin embargo, para Tanner es preciso dejar estos lugares. En Suiza hay un lugar que se llama “la mitad del mundo”, que es un lugar donde el Rhône y el Rin separan a Europa del Este con la Europa Occidental, y la del Norte con la del Sur (esto aparece en El valle fantasma). Tanner es claramente un hombre que no es precisamente un cosmopolita del estilo de París, Nueva York, Buenos Aires. Es de un cosmopolitismo no tan excitante.

-En Messidor, a todos los lugares que las protagonistas van, todo parece más de lo mismo, o los grandes escenarios de campo están atravesados por una densa niebla que impide ver más allá…

-Eso es otra cosa interesante. Hay una cosa que Tanner ha formulado, que es la maldición tanneriana de la Suiza como un país que no es filmable. Porque Suiza está repleto de lugares que son parte de la caricaturización del petit bourgeois, del pequeño burgués, su chalet bonito, el pasto verdecito, la banderita suiza, el lago pequeño azul, en la pequeña montaña… es Heidi, ¿no? Y cuando no es Heidi, es el pequeño jardín del empleado bancario, el pequeño rincón privado… y claro que no dan ganas de filmarlo, uno tiene más ganas de filmar las calles salvajes de Bogotá o Nueva York, los pasajes indefinidos de la estepa, o el campo francés. Tanner ha querido exprimir el jugo de lo que realmente le parece filmable en Suiza, es por eso que en Messidor va a filmar otro tipo de montañas y otro tipo de gente.

-Viendo tu corto [Yo pienso en Alain Tanner, hecho en base a recortes de la filmografía del director suizo] me llamó la atención lo mucho que gritan los personajes de Tanner, algo que en el cine uruguayo sería casi inconcebible.

-Eso de que gritan es una trampa, un poquito. En realidad en las películas de Tanner no gritan tanto. Yo, como has visto, soy un poquito histérico, al menos un poquito over the top, y de cierto modo he buscado los momentos críticos donde la gente se expresa así. No estamos en un cine de Almodóvar, ¿no? Lo que sí se percibe en esta necesidad del grito y de expresar algo, es que todos los personajes están atravesados por un sentido de rebeldía, de rabia, de impotencia a aceptar su vida. Y hay momentos que tienen que expresarla por el grito.

-¿En qué medida esta expresividad no es síntoma de estas vidas de pequeño burgués?

-Todas las películas de Tanner comienzan con un personaje que tiene el dilema de sentir algo en sí mismo, que es del nivel de la impotencia o de la insatisfacción, de la necesidad de cambiar algo. En Los años luz, está esa búsqueda de un maestro que lo saque de ese follón ambiente donde no hay perspectiva. Otro tema muy importante que hay en mi opinión, es el de la adopción, del padre substituto, algo que también se podía ver en esa película. Del hombre viejo y el hombre joven. No sólo del hombre joven que aprende del viejo, sino del viejo que encuentra una forma de consolación y de inspiración con el joven.

-En Tanner hay como una elevación de los personajes a una cualidad icónica. ¿No te parece que en estos tiempos hay un riesgo de que estos personajes devengan en sólo remeras?

-Depende un poquito de lo que hablamos. Desde mi visión de Tanner como amigo y crítico, a un momento de su obra los personajes suyos dejan de ser personajes animados de su propia energía y se convierten en flags, banderas, personajes más emblemáticos que psicológicos. El psicologismo, que ha sido tan importante en el cine francés de los setenta-ochenta, él lo ve como algo a lo que no quiere caer en sumisión. Yo lo entiendo muy bien, pero para mí el precio que pagas si te liberas del psicologismo, es crear personajes que viven de su propio fuego. Yo veo que poco a poco Tanner ha creado personajes que tienen un discurso, más que la expresión de una interioridad.

-Es una cosa algo godardiana, en este sentido...

-Sí, pero Godard lo ha hecho con mucho más impulso iconoclasta, con tantos saltos y giros y paradojas y contradicciones y humor que me parece distinto. Godard lo hace mucho más experimental y furioso, pero al mismo tiempo me parece que no se expone tanto como Tanner. Yo creo que con el tiempo los dos se van a parecer más y más. En una época los dos eran muy diferentes, pero en el fondo son muy parecidos.

-En tu última charla dijiste que vos estás obsesionado con la derrota, ¿cómo ves el mundo que propone el cine de Tanner hoy en día?

-A lo largo de los años ochenta, Tanner se va volviendo un cineasta más y más marginal. Sin embargo, con este renacimiento de la rebeldía de la juventud, que se está percibiendo en países como España, Chile, o Grecia, donde los indignados se reúnen, sus películas cobran un nuevo sentido. Es interesante mostrarle sus películas a gente joven. No van a ir a verlas por su propia cuenta, pero si llegan a verlas salen muy impresionados, porque encuentran en estas películas de los 70 algo que suena muy familiar a lo que viven ahora.

-Por más que hayas estado poco tiempo en Uruguay, ¿cómo lo viste, considerando que en la charla de la ECU dijiste que más que Uruguay como la Suiza de América, Suiza podría ser la Uruguay de Europa?

-Me encontré muy bien, y también me gustó estar aquí durante el invierno. Hubiese sido muy diferente si hubiese venido en verano, donde toda la gente está afuera, y todo el mundo está en traje de baño. Estoy contento de haberlo visto al país de un humor un poquito más… grumpy [gruñón]. Lo que me interesa en Uruguay es el anacronismo. Veo a Uruguay como un lugar donde el triunfo del mercado absoluto no ha llegado. Se parece un poco a la Europa que yo conocía hace treinta años. Ver a un país donde las tiendas, los hoteles, la Cinemateca, la gente, cómo se viste, los coches, todo, tiene un poquito de un pasado -no tan distante- pero que se acabó. Me gusta esa idea de que las cosas no tienen que desarrollarse más y más y más y más. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta qué tipo de lujo y de confort? A mí no me hace falta que todos mis pijamas sean de seda y que el agua sea 100% pura y que mi coche tenga diez niveles de calefacción, no me hace falta. Entonces, Uruguay es un país donde, por más que hay una parte que está luchando para llegar a esta parte del consumismo, he visto que todavía otra posibilidad existe. A mí me gusta bastante esa idea de que todos no necesariamente tenemos que ir a más y más y más.

-Hablando de esto, me habías contado que te interesaba llevar a Pedro y el capitán a la televisión [Benedetti, 1979]

-Yo había visto la obra montada por un amigo, muy bien actuada, mucho mejor que una actuación horrible, hecha en México. Yo vi esta obra y pensé que es una obra muy fuerte, que muestra de una manera bastante cruda la dinámica de torturado y torturador, y aun sabiendo que no es un texto que sea realista en muchas dimensiones, tiene el mérito de haber invertido el papel del torturador como alguien machacado y al torturado como un triunfante. He pensado que -si quizás- no hago una película mayor para este año, me gustaría llevarla a la televisión, donde se habla mucho sobre el tema de la tortura, pero donde no hay casi obras que problematicen la dinámica de la tortura.