Aunque el prestigio internacional de Mario Wschebor estuvo basado en su labor en las áreas de estadística y probabilidad, en el ámbito local trascendió el campo de la matemática para inscribirse en la historia reciente de la Udelar: militante por la reforma que culminó con la Ley Orgánica de 1958, en los 90 se transformó en uno de los principales impulsores de un proyecto de revisión de aquella ley, que aunque no prosperó en su momento, le dio visilibidad a una corriente de pensamiento que sigue siendo fuerte en la universidad pública.

Tras formarse en la Facultad de Ingeniería de la Udelar, Wschebor realizó sus estudios de posgrado en Francia, doctorándose en 1972 en la Université Paris XI. “Comenzando con series de Fourier y problemas de cubrimiento del círculo con intervalos aleatorios, realizó importantes contribuciones en el problema de la distribución del supremo de un proceso aleatorio, tanto en el caso unidimensional como multidimensional, entre las que se destaca una serie de trabajos sobre problemas de cruces y conjuntos de nivel, en conjunto con Enrique Cabaña, por los cuales recibió el premio del Conicyt de Venezuela en 1981. En estas investigaciones utiliza y generaliza la fórmula de Rice. Se interesa también por las propiedades de regularidad de las trayectorias de los procesos estocásticos, el tiempo local de los procesos, el problema clave de la observación de un proceso irregular y los modelos matemáticos de regularización de trayectorias, y de aproximación del tiempo local, así como por los problemas de estadística de procesos relacionados. Más recientemente, inspirado en problemas planteados por Stephen Smale, se interesa en las soluciones de los sistemas aleatorios de ecuaciones y la complejidad asociada a su determinación, para lo que utiliza nuevamente la fórmula de Rice. En esta dirección se inscriben sus trabajos más recientes, en especial los que realiza en coautoría con Jean-Marc Azaïs y Felipe Cucker. El método de Rice de Azaïs y Wschebor para el estudio de la distribución del máximo de un proceso aleatorio se expone en el libro Level sets and extrema of random processes and fields”, de acuerdo a José Vieitez, presidente de la Sociedad Uruguaya de Matemática y Estadística.

Wschebor tuvo un rol fundamental en el proceso que culminó en 1990 con la creación de la Facultad de Ciencias de la Udelar (como escisión de la Facultad de Humanidades y Ciencias) y fue su primer decano. Tres años después fue integrante del grupo “de los cuatro decanos” -junto con Álvaro Díaz (Agronomía), Roberto Scarsi (Veterinaria) y Eduardo Touyá (Medicina)- que promovía un debate profundo sobre la calidad educativa, la forma de gobierno y la puesta al día de la objetivos de la Udelar. Sin traducción electoral inmediata, esas ideas irían permeando en distintos sectores en la interna universitaria; la creación, en 2008, de un Sistema Nacional de Investigadores, que Wschebor impulsó, puede ser tomada como un ejemplo de los logros de su línea.

Wschebor reconocía que sus ideas de cambio implicaban una transformación de la Ley Orgánica de la Udelar, por cuya materialización había trabajado en el seno de la FEUU durante la década del 50, llegando a integrar el comité de huelga estudiantil que manifestaba a favor de su aprobación. En los años de la dictadura, Wschebor debió exiliarse, primero en Argentina y luego engrosó la lista de académicos compatriotas acogidos en Venezuela; allí tuvo un cargo estable en la Universidad Simón Bolívar, y comenzó a ser profesor visitante en varias universidades del país y de Europa.

En 1970 había ganado el premio literario que otorgaba el semanario Marcha en la categoría Ensayo; el trabajo con el que lo obtuvo, Imperialismo y universidades en América Latina, sigue siendo ilustrativo sobre las formas en que la investigación científica y la migración profesional son afectadas por intereses políticos y económicos ajenos al quehacer académico y al desarrollo regional.

En otra salida pública que implicó la reconsideración de antiguas posiciones, el año pasado Wschebor fue uno de los redactores del manifiesto “No callar”, en el que decenas de intelectuales uruguayos expresaban su preocupación por los derechos humanos en Cuba.