Los años 80 pasaron como un torbellino de libertad, experimentación, excesos y muerte joven por el cono sur. Junto a Cazuza (cantante de la banda Barão Vermelho, fallecido también a causa del sida en 1990) y el legendario Raúl Seixas -un rockero de otra generación pero cuya muerte a causa del alcoholismo en 1989, cuando su música estaba en pleno resurgimiento, lo inscribió en el imaginario popular como parte de las víctimas de esos tiempos turbulentos-, Renato Russo (Renato Manfredini Júnior) es parte de una suerte de triunvirato de víctimas de los salvajes años 80, un grupo de mártires rockeros muy similar -inclusive en las fechas de sus muertes- al que forman en Argentina Federico Moura, Miguel Abuelo y Luca Prodan, pero más allá de fascinaciones morbosas, la música de Russo continúa porfiadamente viva.

Legião Urbana se formó a partir de las cenizas de Aborto Elétrico, una banda de corte punk que el adolescente Renato Russo había formado en Brasilia en 1978. Compuesta por Russo en bajo y voz, Marcelo Bonfá en batería y Dado Villa-Lobos en guitarra, Legião Urbana comenzó como una versión más estilizada y climática de lo que Russo había investigado con Aborto Elétrico (de quienes tomaron parte del repertorio), y con una fuerte influencia del post-punk inglés, pero luego fueron orientándose hacia un sonido cada vez más folk y menos rockero, en el cual extrañamente es casi imposible encontrar rasgos distintivamente brasileños, más allá del portugués de la poderosa voz de Russo. Su primer disco Legião Urbana (1985) los convirtió -junto a Paralamas do Suceso, Titãs y Barão Vermelho- en estandartes de una nueva generación de rockeros que con un cierto retraso llevaron a América del Sur, al final de las dictaduras militares, la revolución que significó la new wave en el rock mundial. Pero su segundo disco, Dois (1986), hizo que Renato Russo -un letrista sensible y confesional, cuyo trabajo puede emparentarse con el del inglés Morrissey- se volviera el poeta laureado de su generación y comenzara a ser escuchado como el portavoz de la misma. Fue en aquel tiempo que visitaron por única vez Montevideo, en el curso del primer Montevideo Rock, donde pasaron más bien desapercibidos entre los conciertos de las bandas argentinas (que incluyeron una legendaria presentación -el mismo día- de Sumo) y locales, pero impresionando a un pequeño grupo de jóvenes montevideanos que los adoptaron como banda de culto.

La consagración definitiva llegó con As Quatro Estações (1989), que contenía temas del calibre de “Há Tempos”, “Pais e Filos” y “1965” y que suele considerarse su mejor disco, así como el más espiritual y el de mejores ventas (más de un millón y medio de copias). As Quatro Estações los convirtió en la principal y más influyente banda de rock del país del norte (aunque menos consumida que otros grupos, como Paralamas fuera de Brasil, tal vez por la importancia decisiva de las letras y la ausencia de elementos rítmicos que se reconocieran como brasileños) y significó el apogeo de la banda, que llenaba estadios en cada una de sus presentaciones. Poco después de la salida del disco, Russo se declaró públicamente como homosexual, generando una cierta controversia que no afectó su popularidad.

Pero para su quinto disco, V (1991), Russo -que había tenido problemas con el alcohol y las drogas- había descubierto que era seropositivo, condición que no reveló pero que comenzó a afectar su trabajo, ahora de espíritu más sombrío y melancólico, así como experimental (V estaba compuesto por temas extensos y de características de rock progresivo). O descubrimiento do Brasil (1993) mostró señales de una vitalidad renacida (es incluso considerado el disco “alegre” de la banda), pero el por momentos majestuoso A Tempestade (1996) puede considerarse casi un testimonio del estado depresivo del ya muy enfermo Russo, quien en sus últimos días dejó de comer y abandonó sus tratamientos medicinales, falleciendo el 11 de octubre de 1996 a los 36 años, y entrando de inmediato en la leyenda.

Persistencia de la pasión

Legião Urbana sigue vendiendo cerca de un cuarto de millón de discos por año, siendo el tercer grupo de catálogo de la mega-compañía EMI que más vende en el mundo. ¿Qué es lo que hace que una banda tan consustanciada con la filosofía y la estética musical de los años 80 -disuelta además hace una década y media- siga siendo una de las formaciones más populares de Brasil? Es algo difícil de explicar si uno se atiene exclusivamente a la música de Legião; lejos de la absorción rítmica de Paralamas o el collage multicultural de Nação Zumbi, Legião era una banda bastante modesta en lo musical, apoyada más que nada en melodías muy sencillas -aunque llenas de ganchos de corte folk- autodenominadas irónicamente por la banda como "música para campamentos", y con ocasionales coqueteos con sonidos algo antinómicos como el punk-rock y el rock progresivo.

El aspecto lírico de la banda es considerado uno de sus fuertes, pero la calidad de los textos de Russo será siempre motivo de discusión. Arengador hasta el borde de lo tolerable en sus canciones sociales, Russo se hacía más interesante en sus temas más íntimos, en los que de cualquier forma solía apoyarse en paradojas ingeniosas como "Cuantas oportunidades desperdicié / cuando lo que más quería / era probarle a todo el mundo / que no tenía que probarle nada a nadie" ("Quase sem querer") o "Vos me decís que tus padres no te entienden / pero vos no entendés a tus padres" ("Pais e filhos"), frases posiblemente más llamativas que originales. De cualquier forma, Russo fue evolucionando como escritor, integrando mejor sus rimas y sus referencias bíblicas, y llegando a auténticas maravillas desoladas como "Clarisse", una canción que es todo dolor en estado puro.

Pero la clave de la continuidad del culto a Legião Urbana no es tanto lo que decía Russo o su soporte musical, sino su asombroso apasionamiento como cantante. En boca de otro cantante, una frase como "es necesario amar como si no hubiera un mañana" ("Pais e filhos") puede sonar trillada o voluntarista, pero en la interpretación apasionada de Russo se vuelve una verdad dolorosa, llena de melancólico optimismo. Un intérprete absolutamente excepcional, capaz de ir de un barítono blusero a un tono agudo y pop de adolescente, Russo le inyectaba vida a cada palabra que cantaba, con una emoción que sobrevive a cualquier cambio generacional.

Tenemos nuestro propio tiempo

Como decíamos antes, el pasaje de Legião Urbana por Montevideo no llamó demasiado la atención, sin embargo el resurgimiento actual de la banda en Brasil tiene mucho que ver con algunos de sus fans uruguayos. Particularmente con Juan Casanova, cantante de Los Traidores, quien en compañía de Sebastián Teysera (La Vela Puerca), Mateo Moreno, Martín Buscaglia y Luciano Supervielle, entre otros, organizaron en 2008 un par de conciertos-tributo a la banda de Brasilia en La Trastienda, para los cuales invitaron a los dos integrantes sobrevivientes de Legião, Dado Villa-Lobos y Marcelo Bonfá. Los conciertos fueron un éxito, pero además animaron a los ex-compañeros de Russo a repetir la experiencia en Brasilia, un año después, en un multitudinario concierto en la Explanada de los Ministerios y con la participación destacada de los uruguayos Casanova, Teysera, Moreno y Gustavo Montemurro. Una conexión inesperada si se tiene en cuenta la general indiferencia montevideana a la banda, pero que se sigue extendiendo hasta hoy con ejemplos como la excelente versión de “Indios” (con participación de Villa-Lobos) en el último disco de Luciano Supervielle.

Mientras tanto en Brasil es el cine el que ha decidido retomar la historia de Russo y los suyos mediante dos películas actualmente en rodaje. Una de ellas es una adaptación de la historia del bahiano João do Santo Cristo, personaje cuyo periplo es narrado en la extensísima canción de Russo “Faroeste Caboclo”. La película está basada en una adaptación del tema escrita por Paulo Lins, autor del libro Cidade de Deus, y se llamaría igual que la canción.

La otra película, que posiblemente se estrene antes de fin de año, es Somos Tão Jovens, dirigida por Antonio Carlos da Fontoura, y describe la escena musical de Brasilia a comienzos de los años ochenta, girando alrededor de la figura de un jovencito que hace un cuarto de siglo se presentaba por primera vez con su banda, Legião Urbana.