La mayoría de los balances sobre el arte de la última década coinciden en señalar que el 11 de septiembre de 2001 ha motivado muchas creaciones, pero ninguna puede considerarse una obra maestra o al menos capaz de definir el “espíritu de la época” que se desencadenó entonces. La crítica del New York Times, Michiko Kakutani, apunta que, si bien el episodio de las Torres Gemelas permeó los guiones de muchas serie televisivas (la introducción de la tortura como una práctica aceptable en 24 es un buen ejemplo), lo más notorio en el ámbito cinematográfico es el éxito de producciones de fantasía (Harry Potter, El señor de los Anillos, supehéroes varios) que aluden a la lucha del “bien” contra el “mal” de manera simplificadora (http://ladiaria.com/UD) . Aunque hay quien afirme que lo ocurrido en Nueva York afectó a los estadounidenses hasta a nivel neurológico (en The New Scientist, http://ladiaria.com/UE), parecería que ni la industria hollywoodense ni la narrativa tienen como prioridad actual representar lo ocurrido hace diez años. Para Kakutani, ocurre sencillamente que la vida cotidiana en EEUU -más allá de lo que significó para la protección de la privacidad el Patriot Act- no se alteró demasiado.

Por estos lados, en cambio, es difícil sostener que lo ocurrido en aquellos años (2001 en Argentina, 2002 en nuestro país) no produjo transformaciones duraderas en el día a día. La crisis socieconómica de entonces fue la causa principal de una fuerte rotación de proyectos políticos que desembocaron en gobiernos del kirchnerismo y el frenteamplismo, mientras que en los EEUU pos-2001 se confirmó a Bush Jr en su cargo. Allá la cultura, en tanto industria, no sufrió mayores alteraciones; en Argentina, en lo inmediato, supuso el cierre de editoriales, revistas y productoras independientes, pero al poco tiempo estimuló la aparición de emprendimientos que reaprovecharon las condiciones de pobreza (como las editoriales cartoneras) y el surgimiento de una andanada de filmes que permitieron hablar de un “boom cultural” poscrisis (http://ladiaria.com/UF), al tiempo que en Uruguay, los años que siguieron a 2002 marcaron el auge del rock local definitivamente profesionalizado. “Contrariamente a lo esperado, la gente se abre cada vez más a la cultura porque no quiere obedecer al estereotipo de un país derrotado”, decía el entonces jefe de Gobierno de Buenos Aires, Jorge Telermann.

En Argentina el éxito de Las viudas de los jueves (2005) la convirtió en la obra más citada a la hora de escoger una creación artística que remita al espíritu de 2001, pero la novela de Claudia Piñeiro (y película de Marcelo Piñeyro) no ha obtenido gran reconocimiento crítico. Aquí, el 2002 sólo ha sido tema lateral en algunas novelas (como Neuronina, de Elena Solís o Parir, de Andrés Ressia) y todavía no ha salpicado al cine. Aunque tal vez diez años sean poco tiempo para revisar estéticamente un trauma colectivo, Kakutani recuerda que si La guerra y la paz (1864), de Tostoi, fue escrita medio siglo después de la invasión napoléonica de Rusia, también es cierto que Picasso pintó el Guernica (1937) pocas semanas después de los bombardeos que lo inspiraron. Sin embargo, para el veterano compositor alemán Karlheinz Stockhausen, la obra maestra se habría producido hace diez años: sería el propio atentado a las Torres.