"Perspectivas de Uruguay y la región en el contexto actual" fue el título de la conferencia organizada por el citado banco español en la que disertaron ambos analistas y que se realizó ayer en el predio de la Expo Prado. Sorensen destacó que 2011 es un año significativo en virtud de "hechos políticos que afectaron la economía" y no a la inversa, como habitualmente ocurre, debido a las tensiones en Europa y los problemas de EEUU. Pese a ello, estimó que la economía mundial crecerá este año en el entorno del 4% a impulso de los emergentes. Europa crecerá gracias a "su locomotora", Alemania, aunque los últimos datos de actividad podrían llevar a corregir a la baja las previsiones para el viejo continente. Y los países de la periferia, en especial Grecia, Irlanda y Portugal, registrarán caídas.

Al otro lado del Atlántico, EEUU se recuperaba con fuerza, pero los datos del segundo trimestre fueron revisados a la baja, y la confianza de consumidores y empresarios se debilitó, generándose nuevas dudas sobre el futuro de la principal economía mundial.

El mundo se encaminaba a "un buen año", según Sorensen, pero de pronto "comenzaron las tiranteces políticas en Europa", y Standard & Poor's bajó la calificación de la deuda estadounidense luego de que estuviera "al borde del default" por la falta de acuerdo político para aumentar el techo de deuda. Todo eso provocó una gran inestabilidad en los mercados financieros y un aumento de la aversión al riesgo.

Para la experta, el problema radica en "la falta de decisión política". Estimó que es necesaria una acción conjunta de la Unión Europea para resolver la crisis, pero que ello es "complejo" porque son "diversos países en una unión monetaria pero no fiscal". "Lo que estamos pensando para Europa es que tiene que converger es una unión fiscal. Una unión monetaria con políticas fiscales divergentes no es sólida, por lo que se necesitaría de metas claras y supervisión central de las cuentas fiscales", explicó Sorensen en conversación con la diaria. Pese a la incertidumbre global, enfatizó: "No estamos viendo una situación de complejidad como la de 2008", ya que la aversión al riesgo no ha crecido de forma tan importante, no se han cortado los medios de pago y los commodities primarios mantienen precios elevados. Pese a ello, alertó que si la crisis durara más tiempo, China se desacelerara bruscamente, se redujeran los flujos de capital y -en especial- se produjera una caída en el precio de los commodities, los impactos serían mayores. "No es un déjà vu de 2008. (...) Posiblemente veamos un escenario de crecimientos débiles durante un período prolongado de tiempo, pero por ahora el impacto de la región parece ser de una desaceleración pequeña", detalló.

Tiempos violentos

Por su parte, Rosselli remarcó que los actuales son días de mucha turbulencia, y por eso “uno no quiere hacer muchas proyecciones”, pero coincidió en que es una situación “menos grave que en 2008”. Evaluó que el enfriamiento de la economía estadounidense, la rebaja de su calificación crediticia, y especialmente la crisis fiscal europea, son los tres grandes factores de incertidumbre internacional. En ese plano, también concordó en que “es el tiempo de los políticos”, que “tienen miedo de tomar acciones duras”, pero que deben entender que “no tomarlas también trae turbulencias”. Reconoció señales de desaceleración económica a nivel global, que no obstante sería “relativamente transitoria”, y en ese contexto las materias primas se mantendrían con precios elevados.

En cuanto a Uruguay, dijo que es “inevitable pensar que va a absorber” la crisis, y por ello crecerá algo menos de lo previsto. Sin embargo, opinó que el país venía creciendo a un ritmo “insostenible”. “Uruguay llega a esta crisis en un momento de recalentamiento”, lo cual “es bueno” porque genera una inercia importante ahora que el mundo se desacelera, pero “es malo” por las presiones inflacionarias que enfrenta el país.

En cuanto a los datos de actividad del segundo trimestre que se conocerán mañana, estimó que habrá “un crecimiento muy significativo” de 1,5% respecto del trimestre anterior, pero que en caso de confirmarse un escenario de desaceleración, posiblemente haya una menor expansión en la segunda mitad del año. A su entender, el PIB de Uruguay crecerá en el entorno de 7% este año y un 5% el próximo.

Respecto del sector agroindustrial, resaltó que sus precios de colocación seguirán altos y que su principal desafío es atender el incremento de costos por la suba de precios internacionales -por ejemplo de fertilizantes y plaguicidas- pero también por costos internos como las subas salariales. Igualmente, aseguró que la rentabilidad del sector seguirá siendo “razonablemente buena”. También advirtió contra la “tendencia a la mayor imposición a la tierra”, haciendo referencia al tributo a la concentración que busca aprobar el gobierno. El experto entiende que esto provoca “dos efectos negativos”: el “oportunismo tributario” de gravar más a aquellos sectores que les va bien, y “la señal de que no se es amigable” con la inversión extranjera.

En cuanto al gasto público, enfatizó que “Uruguay tiene buenos fundamentos para enfrentar un shock externo. Pero eso no quiere decir que estemos blindados”, aclaró, mostrando preocupación por la rigidez del gasto y los Consejos de Salarios en caso de un agravamiento del contexto económico local. En cuanto al tipo de cambio, Rosselli recordó que “el dólar en Uruguay está atado a lo que suceda con el dólar en el mundo”, y por eso en estos días ha evolucionado al alza en las pizarras. No obstante, estimó que el billete verde seguirá en un nivel bajo por los problemas que enfrenta la principal economía mundial. “(Estaremos) aliados con Brasil” en la evolución del tipo de cambio, pero también con Australia y Nueva Zelanda, que son otros importantes productores de materias primas. Consultada sobre el punto, Sorensen analizó que “el real brasileño no ha cambiado demasiado” y proyectó que “permanecerá en un nivel como el actual”, descartando una eventual devaluación.

Explicó que una posible “guerra de monedas” sigue siendo un tema que está sobre la mesa, porque tanto EEUU como Europa están depreciando sus divisas y los países aplican medidas para evitar una apreciación de las suyas.