Tres trilogías tres: en la primera, llamada la del sprawl (traducido como "ensanche", refiere a un cordón urbano que une a todas las ciudades de la costa oeste estadounidense), Gibson propuso un futuro cercano en el que había una red de redes informáticas (la llamó the matrix), poblado de hackers, conciencias virtuales e inteligencias artificiales semiindependientes. Neuromante (1984), la novela que inicia esta trilogía, se transformó en un un bestseller y en una influencia todavía fuerte dentro de la ciencia-ficción y también fuera de ella. Gracias a ella William Gibson (nacido en EEUU en 1948, ahora residente en Canadá) se transformó en una celebridad, y aunque nunca superó el éxito de este exitoso debut, a él le debe toda la atención que sigue concitando como figura pública. Count Zero (1986) y Mona Lisa Overdrive (1988) completan, junto a algunos cuentos, un universo en el que la tecnología de punta es omnipresente pero no una herramienta para la justicia social. Casi todos los héroes de Gibson son marginales, y, como dijo su colega y amigo Bruce Sterling, nadie como él combinaba figuras del bajo mundo con escenarios futuristas. Gibson era el inventor y el principal autor de la corriente conocida como cyberpunk.
Internet y ley
"No soy un enemigo de la propiedad intelectual: si vivo bajo techo es gracias a que existe ese concepto. Pero creo que la ley SOPA, tal como está formulada ahora, o como era hasta que pararon para pensar un poco, está muy mal concebida y es una ley draconiana".
Tras pergeñar, en colaboración con Sterling, La máquina diferencial (la novela que le dio visibilidad a otro subgénero steampunk, esa clase de ucronía que presupone avances tecnológicos en épocas pasadas), en los 90, Gibson abandonó la prospectiva para acercarse más a la realidad contemporánea, aunque con una salvedad: su "trilogía del puente" se ubica en la costa oeste norteamericana en los años posteriores a la ocurrencia de un gran terremoto (ese que todos los residentes de San Francisco siguen temiendo hoy día). Las novelas Luz virtual (1993), Idoru, (1996) y All Tomorrow's Parties (1999) son la plataforma de historia alternativa sobre la que Gibson desarrolla sus reflexiones sobre la nanotecnología, sobre la metástasis mediática del capitalismo (relacionado estrechamente con lo que en 1968 ya proponía el francés Guy Debord en La sociedad del espectáculo) y especialmente el concepto de "nodo", entendido como una serie de acontecimientos relevantes que corren el riesgo de pasar inadvertidos dentro de la abrumadora corriente sobreinformativa.
En 2003, con Pattern Recognition (traducible como "Reconocimiento de patrones", pero publicada como Mundo espejo) inauguró una serie, que completan Spook Country y Zero History, deliberadamente situada en los años y el clima político que siguieron al 11 de setiembre de 2001. La novela fue saludada por Fredric Jameson, uno de los popes de la crítica marxista, como una obra maestra estilística -Gibson alcanza la perfección en sus descripciones de marcas y logos, dice el académico, e inaugura el "nominalismo posmoderno"- y como una aleccionadora muestra de desconfianza hacia la globalización. Aunque no está comprobado que Gibson realmente haya dicho "El futuro ya está aquí, sólo que no está bien distribuido", la frase se ajusta bastante a su mirada crítica.
La desconfianza está en el título de Distrust that Particular Flavor (algo así como Desconfíen de ese sabor), el libro que acaba de aparecer en Estados Unidos y que reúne las colaboraciones que desde hace unos 20 años Gibson viene publicando en Wired, Rolling Stone, The Observer y Addicted to Noise, y también en su blog personal.
En la introducción, tras disculparse por no ser exactamente un periodista ("no me sentía profesional: escribiendo no ficción sentía como si me pagaran por hacer un solo en un instrumento apenas relacionado con el que de verdad sé tocar"), Gibson introduce la idea de que se trata tanto de una recopilación de artículos escritos por encargo como de una serie de esbozos que luego reutilizó en sus propias novelas.
El más notorio de estos artículos, "Disneyland with the Death Penalty" (Disneylandia con pena de muerte), fue un trabajo que realizó para Wired en 1993: Gibson fue a hacer una crónica sobre el desarrollo industrial de Singapur, pero sus referencias al autoritarismo del gobierno redundaron en la prohibición de la revista estadounidense en la ciudad-estado asiática. Su pasajera adicción a EBay ("My Obsession"), la centralidad de Japón como amalgama de vanguardia tecnológica y atavismos culturales ("My Own Private Tokyo").
En el artículo "Will We Have Computer Chips in Our Heads?” (¿Tendremos chips en la cabeza?) Gibson aborda, en tono de ensayo, un tema que ya planteaba en Neuromante, el de los implantes informáticos en la corteza cerebral. Gibson explica, por un lado, por qué ese tipo de experimentos sería inviable, pero, por otro, afirma que "la unión entre humanos y máquinas, tan temida y anticipada, es un hecho consumado hace décadas, aunque tendamos a ignorarlo".
La introducción que escribió para una recopilación en inglés de cuentos de Borges, un texto autobiográfico (en el que cuenta lo determinante que fue la muerte temprana de sus padres para su carrera como escritor), algunas incursiones en la crónica musical y otros textos periodísticos completan el libro.
Memoria colectiva
Como parte de la promoción del libro, Gibson -que cuando apareció Spook Country llego a dar conferencias como un avatar dentro de la bizarra red social Second Life- ha venido realizando varias entrevistas.
Barbara Chai, de Wall Street Journal, compara a Gibson con una máquina del tiempo, que observa momentos de la sociedad contemporánea y decide si están adelantados o atrasados respecto a su cronología. Responde Gibson: “Como un autor de ficción que se ocupa de la tecnología, necesariamente trabajo con la historia de la tecnología y con la historia del cambio social inducido tecnológicamente. Vago hacia atrás y hacia adelante en la historia, que es en sí un asunto especulativo, uno que cambia. La historia del pasado, dentro de 100 años, no será la historia del pasado que aprendimos en la escuela porque se revelarán muchísimos hechos y se crearán adjetivos que ni siquiera podemos imaginar para afrontar lo que no aprendimos en la escuela. En la dirección opuesta, en una especie de sendero imposible, inventado, más allá de nuestro breve momento presente, puedo vagar por futuros imaginarios. O, por lo menos, por la historia de futuros imaginarios”.
Chai le pregunta luego si la revisión de la historia es uno de los defectos de internet, y Gibson se muestra en desacuerdo: “No me parece un defecto. Internet es parte de un duradero proyecto de nuestra especie en el que hemos estado trabajando desde que bajamos de los árboles. Hemos estado trabajando en él sin saberlo. Mientras lo hacíamos nos decíamos que nuestros actos tenían como razón honrar a los dioses con las pinturas en las cavernas o conmemorar cómo nos sentíamos luego de que comimos esa planta tan rara el mes pasado. Lo hacemos por esas razones, pero a lo que conducen acumulativamente es a una memoria proteica y comunitaria que sobreviva a la muerte de los individuos. Puede sobrevivir incluso a la muerte de sociedades y civilizaciones enteras. Creo que gran parte del cometido de internet es archivo. Es tan poco confiable como las conversaciones cotidianas, pero no más. Se puede encontrar la verdad en el boca a boca si uno la busca. No creo que internet o lo virtual sen inherentemente inferiores a lo llamado real. Sinceramente creo que nuestros tataranietos tendrán que esforzarse para entender qué queríamos decir cuando hacíamos esa distinción, porque no creo que ellos distingan lo real y lo virtual del mismo modo. Tendrán que remontarse en el tiempo y examinar cuán fragmentarios eran y cuán baja resolución tenían nuestros aparatos. Tal vez jueguen con ellos y de repente se den cuenta de que teníamos equipamiento que apenas funcionaba”.
Sobre a qué porción del espacio tiempo pensaba dedicarse ahora, luego de haberse metido con el futuro mediato, el pasado victoriano, el presente alternativo y la realidad contemporánea, Gibson le dijo a Mike Doherty, de Salon: “Estoy empezando a ver hacia dónde voy. Como siempre que empiezo este proceso, estoy abrumado. Me parece o imposible o terriblemente difícil describir el futuro de los medios sociales desde el punto de vista de personajes que participen en él; quizá cuando estén durmiendo sin prestarles atención a sus modos de operar. Gran parte de la tarea de escribir Neuromante consistió en ajustar el escenario para el lector. Quiero que el lector experimente algo parecido a un shock cultural constantemente y que esté un poco desnorteado de una forma disfrutable, pero nunca completamente perdido. Es un trabajo complejo y tedioso mantener al lector bien informado acerca del extraño lugar al que está entrando y a la vez ocultar todo esto fuera de la vista para no caer en lo que los escritores de ciencia-ficción de cuando yo era joven llamaban 'el bulto expositivo'. Es estratégico: cuanto más ambiente se describe en la novela, más complejo se vuelve el acto de proveer al lector del oxígeno del significado. Un lector totalmente desorientado generalmente no sigue leyendo. Si en 1985 a uno se le hubiera ocurrido algo como Facebook como idea para un relato de ciencia-ficción y se hubiera sentado a escribirlo, tendría todos estos problemas, porque el artefacto con el que se encuentra e interactúa el personaje es increíblemente complicado y hubiera requerido una gran cantidad de explicaciones o un habilísimo planteo conjunto”.