La bola se había corrido, y no era para menos. Al pleno sol de las 16.00 de ayer estaban las señoras, y también señores, peleándose por los tomates perita maduros que regalaban los productores de la Cooperativa de Productores del Noreste de Canelones (Copronec), en el centro de Montevideo. Un hombre en moto con la camiseta de Nacional había ido con un cajón atado a la parrilla de su vehículo, y lo llenó por la mitad, criticando a las señoras que se peleaban por poner más en sus bolsas, mientras que otro hasta llegó a empujar a un productor que le explicaba que la idea no era que se llevara todo.

La mayoría de los ansiosos por llevarse tomates no tenía mucha idea de los motivos de la movilización. Lo que todos ellos sabían era que los regalaban y que reclamaban "algo" a "alguien". No dejaba de ser penosa esa actitud, sobre todo al compararla con la desesperación silenciosa de los productores, que habían llevado 1.100 kilos para regalar y no tienen certeza de si podrán cubrir los costos de producción de los que seguirán cosechando.

La génesis

Copronec se formó en 2005 nucleando a productores del noreste de Canelones que participaron ese año en un plan piloto de tomate industrial promovido por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), la Comisión Nacional de Fomento Rural, la Intendencia de Canelones (IC) y el Instituto Nacional de Colonización. La zona vivió, entre 1940 y fines de la década de 1980, de la plantación de remolacha azucarera del complejo industrial Rausa, pero cuando la fábrica cerró "se produjo un gran declive económico que tuvo un impacto negativo en la población, generando migración, fragmentación de las familias, desempleo, pobreza, deterioro en la calidad de vida de la gente", escribieron Juan Pablo Perrachón y Antonio Vadell en el capítulo "Copronec: una experiencia de cadena agroindustrial promoviendo la justicia social en el campo", publicado en el Anuario 2009 de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria, del MGAP.

Con el apoyo y asesoramiento de organismos estatales, Copronec logró, en 2009, la asociación con la fábrica procesadora Vulcania SA, de la familia Pitzer, ubicada en las proximidades de Barros Blancos, para tener su propio proyecto industrial. Importaron maquinaria para producir tomate aséptico (envasado especial que lo mantiene libre de gérmenes, sin necesidad de agregar conservantes), que no es elaborado en Uruguay y con el cual se podría sustituir importaciones. Copronec adquirió 55% del emprendimiento y Vulcania SA 45%, y formaron una sociedad anónima, Madanol SA, que comenzó a procesar en la zafra 2010-2011. "Vamos a tener la posibilidad de pelear por un precio justo del tomate que se le compra al productor, vamos a ser parte de la definición de ese precio [...] para no estar de rehenes de unas pocas fábricas", había dicho Daniel Ponce de León, dirigente de Copronec, a la diaria canaria en abril de 2008.

Cuestión de precio

La maquinaria importada resultó tener menor capacidad para producir concentrado de tomate por hora, y esto hizo que en la zafra pasada se superaran los costos previstos y que los productores no cobraron una parte de lo vendido. Javier González, presidente de Copronec, dijo a la diaria que la Dirección General de la Granja del (Digegra-MGAP) se había comprometido a cubrir esa cuota (entre 0,60 y 0,70 centésimos por kilo de tomate) con el Fondo de Reconversión y Fomento de la Granja. González explicó que en julio de 2011 comenzaron a reunirse quincenalmente representantes del MGAP, del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), de la IC y de Madanol SA, pero que “nunca salía el precio” que se pagaría por el tomate en la presente temporada. Recién el 10 los organismos públicos comunicaron a Copronec el subsidio que podrían dar para la actual zafra, pero los horticultores sostienen que con eso no se cubren los costos de producción.

Según los integrantes de Copronec, la industria sólo puede pagar menos de un peso por kilo de tomate y Digegra se comprometería a pagar 2,09, pero ellos aspiraban a recibir un subsidio de al menos tres pesos; el costo estimado para producir un kilo de tomate ronda los 3,70 pesos y esperaban cobrar al menos 4,20 para tener algo de ganancia por un trabajo que insume seis meses e involucra a todos los integrantes de la familia.

Así como los productores, el ingeniero agrónomo José Luis Fernández, coordinador técnico de Copronec, presente ayer en la movilización, afirmó: “Si eso no se revierte agregándole valor a lo que vendemos o con mayores subsidios, no se puede seguir plantando tomate, porque el precio del concentrado internacional no ha aumentado, como han subido todos los commodities, y a su vez el dólar ha bajado”.

Ricardo Aldabe, director de Digegra, respondió a la diaria que en la reunión del 10 de enero el sector público (MGAP, MIEM, IC, Comisión Nacional para el Desarrollo) “propuso al emprendimiento una transferencia de recursos que supera largamente el valor bruto de la producción de la planta, pero con un apoyo a la cadena productiva y no sólo al precio del tomate”; agregó que esa transferencia “supera los 500.000 dólares pero incluye contrapartidas, está condicionado a algunos aspectos administrativos y de resultados”. Aldabe afirmó que “la diferencia entre la pretensión del productor y los apoyos del MGAP los tiene que negociar el productor con la industria”.

González respondió que esos 500.000 dólares significan el pago de 2,90 pesos por kilo de tomate y retrucó: “Ellos saben que no hay de dónde sacar más dinero. Se estuvo negociando medio año el precio del tomate, nos dijeron 'planten nomás' y recién el 10 de enero, cuando está el tomate para cosechar, nos dicen el precio”. González afirmó que, de haberlo sabido, no hubieran plantado, porque van a pérdida.

Por otra parte, Digegra condicionó la cuota de la zafra anterior a que entreguen la producción este año, lo que tampoco fue bien recibido por los productores, que ya contaban con ese dinero.

La movilización concluyó en la Torre Ejecutiva, donde se entregó una carta en la secretaría de Presidencia, quienes quedaron en elevarla a las máximas autoridades.