El encuentro fue a las 17.30 en el callejón de la Universidad de la República (Udelar). Fueron llegando de a poco, la consigna era “Rayados estamos todos”. El ambiente era ameno, familiar, festivo. Así conmemoraron el Día Mundial de la Salud Mental, pero más que eso festejaron la lucha colectiva y la firme esperanza de cambiar al menos un poquito las coordenadas actuales. Convocó la “Asamblea Instituyente por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna”, conformada hace poco más de un mes por el colectivo Radio Vilardevoz, Bibliobarrio, Unión Ibirapitá, Grupo de la Esperanza y grupos de estudiantes y docentes de la Facultad de Psicología de la Udelar, entre otros. Si bien previamente habían hecho actividades puntuales, significó una gran hazaña planear y concretar una manifestación que terminó con una marcha hasta el Ministerio de Salud Pública. En el callejón se leyó la consigna, un músico hizo sonar un arpa y tocaron Los Zalvajes.

Una de las principales necesidades que circuló era la de desestigmatizar la locura. “Hay una cuestión en la sociedad que tiene que cambiar, porque sigue quedando el loco como una persona peligrosa, que no tiene nada para aportar, que no puede trabajar”, explicó Tania, integrante del equipo técnico de Bibliobarrio, una propuesta de inserción laboral que gestiona una biblioteca popular y un centro comunal en Montevideo.

Aludieron a los tratamientos y valoraron la palabra, talleres de poesía, de arte y el trabajo como terapia: “Es algo más que un hospital, se sale al aire, hay una frecuencia, salís a la calle”, describió Manuel, que reside en el Vilardebó. “Estos colectivos se caracterizan por hacer cosas alternativas y creativas en relación a llevar un mensaje que casi siempre es desconocido”, dijo Cecilia, del equipo técnico de Vilardevoz.

Sebastián asiste a Bibliobarrio y contó: “Uno trata de autocensurarse y nunca habla con nadie de la enfermedad psiquiátrica que pueda tener, por el miedo a ser rechazado, a ser desvalorizado, porque no tenés trabajo, porque no te aceptan en las pensiones. Cuando encontrás una oportunidad como Bibliobarrio, que te da la posibilidad de trabajar, y de manera remunerada, es muy importante. Es una buena oportunidad para desarrollarnos como personas”. También valoró el trato horizontal, “el médico te mira desde allá arriba”, dijo y agregó: “El objetivo es tener una cooperativa, no estar ahí [en el hospital psiquiátrico] y que cada cinco minutos te digan qué tenés que hacer y qué no. El grado de autonomía y de independencia está muy bueno”.

Los colectivos pidieron que no se vulneren los derechos de las personas con patologías mentales, reclamando que se viabilice el anteproyecto de ley que sustituya la que rige desde 1936. Pero el cambio no sólo tiene que ser institucional: “Hablamos de la microrrevolución, esa forma de encontrarnos con el otro desde un lugar de respeto”, resumió Lisette Grebert, docente de Psicología. Estaba el Grupo de la Esperanza, conformado hace 26 años por madres de personas con esquizofrenia; pidieron que la sociedad se abra, acepte e integre a los esquizofrénicos. También las madres de niños con Trastorno del Espectro Autista, que apuestan por la accesibilidad de los centros de estudio y alternativas terapéuticas para sus hijos. Se marchó aplaudiendo hasta un ministerio que tenía sus puertas cerradas, pero eso no fue motivo para que se les desdibujara la sonrisa.