Algún despistado podría pensar que las adaptaciones del cómic de superhéroes a otros formatos está pasando por un gran momento por parte de las dos grandes compañías yanquis, pero mientras Marvel la rompe con la saga fílmica "The Avengers" (pero lo balancea con el nefasto díptico de "Ghost Rider"), DC perpetra "Green Lantern" como para compensar el éxito absoluto (en calidad y en números) de la trilogía del Batman de Christopher Nolan. En el terreno de las series de animación -que cada año ofrece un par de novedades dentro del género- el panorama es menos parejo: en comparación con las que produjo Marvel Animation en esta temporada 2011-2012, las de DC Entertainment demuestran una calidad y complejidad superiores y están más enfocadas al público juvenil y -afines a la tendencia que consolidó la saga "Shrek" en el cine- a enganchar también al adulto que a las edades más tempranas, con la serie "Young Justice" como caballito de batalla.

En el marco de una movida evidentemente marquetinera, Marvel decidió aprovechar los coletazos de sus dos apuestas más pesadas en el cine con dos series: "Ultimate Spider-Man" y "The Avengers: Earth’s Mightiest Heroes". La primera va en la línea de la relectura del personaje que se vio en "El sorprendente Hombre Araña" (Marc Webb, 2012), la película protagonizada por el púber Andrew Garfield: como en la serie fallida "The Spectacular Spider-Man" (2003), el Peter Parker nerd, universitario y aplicado de la serie de los 90 se convierte ahora en un liceal inquieto, irresponsable y medio bufonesco en manos de Man of Action, la productora que creó "Ben 10".

Ambientada en un universo muy parecido al de las historietas "Ultimate Marvel" (una línea de revistas surgida en 2000 que se propuso contar nuevos orígenes y aventuras de los personajes para captar lectores más jóvenes), la serie postula a un Hombre Araña (si es que se le puede llamar “hombre” a alguien que enfrenta a la par monstruos y acné) que, lejos de la lucha freelance contra el crimen que siempre lo caracterizó, está obligado a trabajar para la agencia de inteligencia SHIELD (la misma que en las películas más recientes dirige Nick Fury, encarnado por Samuel L Jackson). Como la mayoría de las series animadas de acción actuales de Estados Unidos, hay una evidente influencia del anime, pero del peor. Las reacciones exageradas, la comedia boba, las explicaciones directas al televidente que rompen la cuarta pared: todo recuerda a la narrativa más propia de Pokemon, lo que vuelve la serie infumable para cualquier adulto en sus cabales, que desearía que Peter Parker hubiese muerto por la radiactividad cuando lo picó la famosa araña en el laboratorio.

Muy distinto, casi opuesto es el caso de la serie "The Avengers", al menos en sus inicios. Más inspirada en las aventuras cósmicas del cómic de los 60 que crearon el impresentable Stan Lee y el gran Jack Kirby que en la reinterpretación más sobria y oscura de la película de Joss Whedon y sus secuelas, la serie incurre en el error de tomarse muy en serio a sí misma, lo cual no sería tan terrible si no se tratara de una premisa tan delirante (un supersoldado de la Segunda Guerra Mundial, un dios nórdico, un científico que se convierte en un monstruo verde cuando se enoja, etcétera); en ese sentido, Whedon la embocó con incluir pequeñas dosis de autoparodia. Acá aparecen todos los tics del género, y por momentos parece tratarse de un flashback a lo que hizo (para la época, bastante bien) a principios de los 90 "X-Men", la serie animada, una adaptación magistral de la época en que el guionista Chris Claremont estuvo al frente del cómic, pero que caía en todos los lugares comunes que el consumidor poco esforzado entiende por esenciales en los superhéroes (aunque son sólo consecuencias de autores perezosos y carentes de ideas, peligro que acecha a todos los géneros por igual): el maniqueísmo moral, los diálogos chotos en medio de las peleas, la compulsión de los villanos por explicar sus planes entre risas maquiavélicas con la suficiente antelación como para que sus enemigos puedan detenerlos y un 
largo etcétera.

La mejor virtud de esta serie (además del aspecto visual, que es excelente) está en el manejo de la trama. Al principio, cada héroe tiene un capítulo dedicado a contar su origen, pero lentamente se va enhebrando una historia de fondo que atraviesa cada temporada. La primera gira en torno a un plan maligno del dios Loki, como en la película; la segunda -mucho mejor en todos los aspectos y un poco más proclive al humor autoparódico- plantea una sigilosa invasión extraterrestre y una subtrama en la que SHIELD, al igual que en el evento historietístico de hace un par de años "Civil War", se pliega a la paranoia estadounidense y del mundo real y coerciona a los superhéroes a blanquear sus identidades secretas ante la población.

Hay un abuso del “continuará”, pero se trata, en definitiva, de una apuesta por algo complejo, y eso nunca es algo de qué quejarse. Para 2013 ya está anunciada la tercera temporada de la serie, aunque será rebautizada como "Avengers Assemble" (esa especie de grito de guerra que nadie supo nunca cómo traducir al español).

Tarda, pero llega

“Green Lantern: The Animated Series”, de animación 3D, se sube al carro de la película del año pasado pero, por suerte, no comete sus errores, que son prácticamente cada minuto del metraje. La serie se basa en uno de los personajes menos conocidos de DC; de hecho, no hay un Linterna Verde sino miles en todo el universo, como una especie de cuerpo policial/militar intergaláctico armado con anillos de poder que sirve de vehículo para revisitar los viejos temas de la ficción bélica: el honor, el autoritarismo (y su cuestionamiento), los “daños colaterales”, la culpa. En los primeros capítulos, Hal Jordan -el primer Linterna Verde de la Tierra, más fiel al cómic acá en su papel de “policía bueno” que en la interpretación de colegial rugbista y boludo de Ryan Reynolds en la película- se rebela contra sus jefes (los inmortales, petizos y grises Guardianes) para ayudar a uno de sus compañeros, pero también hay actos nobles e inesperados por parte de uno de sus enemigos, los Linterna Roja.

Con pocos personajes (pero adorables, como Kilowog, un Linterna Verde alienígena temperamental, el Linterna Roja reformado pero parco Razer, o Aya, una nave con conciencia que toma forma humana), la serie incorpora las líneas argumentales que creó para la historieta el guionista Geoff Johns 
y pinta un panorama cósmico más enfocado en ambigüedades morales que en la ética de blancos y negros que siempre es tentación en el género. La fuente de tanta calidad tiene nombre y apellido: Bruce Timm, uno de sus productores, que inauguró con apoyo de Warner Bros el universo DC de los 90, de trazos simples y rostros cuadrados con “Batman”, la serie animada, junto a otro maestro, Paul Dini.

Justamente, el plato fuerte de esta temporada es “Young Justice” (Justicia joven) una serie heredera del trabajo de Dini y Timm, que se prolongó en “Superman”, la serie animada, “La Liga de la Justicia” y “La Liga de la Justicia Ilimitada”, la mejor adaptación de un grupo de superhéroes hasta la fecha. Además de desdibujar las zonas morales ambiguas en el heroísmo y la villanía, los guionistas (con el gran Dwayne McDuffie, fallecido el año pasado, a la cabeza) exploraron temas de alto calibre para la media de las series animadas, tanto explícita (como la subtrama de Lex Luthor contrayendo cáncer por su contacto con la Kriptonita o la muerte lenta de una niña algo autista como consecuencia de sus poderes mentales) como solapadamente (en un capítulo de “Superman” se muestra, aunque fugaz y tímidamente, una de las pocas relaciones lésbicas de la animación mainstream estadounidense), y además crearon al mejor Batman, un tipo sumamente mala onda y con un abanico de recursos capaz de derrotar a cualquiera, por más poderes que tenga. Capitaneada por Greg Weisman, productor de “Gárgolas” y guionista de “Hombres de negro, la serie”, “Young Justice” reúne en un grupo a los sidekicks o compañeros de los superhéroes de la Liga de la Justicia: Robin, Superboy, Aqualad, Miss Martian (sobrina del Detective Marciano), Kid Flash y Speedy (compañero de Flecha Verde). Si bien se nota también la influencia de la animación japonesa en los rostros y la anatomía, las secuencias de pelea están más cerca de las dinámicas típicamente yanquis que de los tiempos lentos del anime, en el que los combatientes suelen aprovechar para recordar toda su infancia entre piña y piña; el resultado es mucho más sólido que la extremadamente anime, infantil y liviana Teen Titans (2003-2006), que partía de una premisa similar.

Los problemas generacionales entre la autoridad paternal de los héroes y sus protegidos, y los complejos que genera, por ejemplo, estar a la sombra (a veces literalmente) de Batman son el tema de la serie, al menos al principio. La primera temporada presenta al grupo, conformado por la Liga como unidad de espionaje e infiltración más que de choque directo. Hay muchísimo diálogo y varias subtramas de intrigas y secretos entre los miembros, y todo detona en los últimos capítulos de la primera temporada, que deja planteado el misterio central de la segunda, subtitulada “Invasión”: toda la Liga de la Justicia fue poseída telepáticamente y desapareció durante 16 horas sin ningún recuerdo de lo que pasó en ese lapso. La temporada se ubica, además, cinco años en el futuro, y el televidente debe deducir los hechos de ese lapso según información que la serie da con cuentagotas. Una fórmula arriesgada y efectiva.

Nickelodeon también se sumó a la tendencia con la graciosísima nueva serie de las Tortugas Ninja y “Avatar”: la leyenda de Korra, que merecerían notas aparte. Por suerte hay muchos creadores trabajando para generar productos innovadores y de calidad en este género tan bastardeado. Y eso, señores, también es luchar por la justicia.