-¿Cómo ha evolucionado la evasión del agro desde 2005 hasta ahora?
-Es importante tener en cuenta que no se trata de que la DGI [Dirección General Impositiva] tenga interés de tomar medidas contra el agro, sino que está dentro de nuestra política general de fiscalización. Uruguay tiene la tasa de evasión más baja de América Latina, pero eso no significa que no haya sectores que presentan niveles de informalidad o evasión superiores al promedio. Como tenemos una situación general bastante controlada, nos focalizamos este año en sectores que presentaban niveles de evasión superiores al promedio, como la construcción en Maldonado, el transporte carretero de cargas, los salones de fiestas y la producción de eventos o las cooperativas financieras. Ahí tuvimos una mirada integral e intensiva, algo que también ocurrió con el agro. Y las cosas se van poniendo en su lugar, porque cuando salimos con una serie de inspecciones nos acusaban de tener un enfoque revanchista, pero cuando se muestran los datos y las primeras conclusiones, éstos hablan por sí solos. El 29% de los 6.267 contribuyentes agropecuarios -es decir, 1.816- ni siquiera presentaron su declaración jurada, y 1.612 declararon pérdidas cuando estamos en un contexto de bonanza histórico. O sea que 55% de los contribuyentes del agro no presentaron su declaración o declararon pérdidas. Es un dato llamativo. Y lo fundamental no es la recaudación, sino la equidad tributaria, porque también están los contribuyentes que sí cumplen con las obligaciones y pagan sus impuestos. Hay otros que tienen ventajas competitivas sustentadas en la evasión de impuestos y para eso está la administración, para corregir esas inequidades. Si un panadero de la Unión o un mueblero de General Flores tiene que presentar declaraciones y pagar impuestos, ¿por qué no deberían hacerlo sociedades anónimas agropecuario?
-Tuvo cruces fuertes con la Federación Rural. ¿Qué pensaba de las gremiales del agro antes de asumir en la DGI y qué sensación cree que tendrá al irse?
-No tenía ninguna consideración a priori, pero además cualquier preconcepto sobre algún sector debe dejarse fuera del despacho. Se trata de aplicar la normativa vigente sin considerar preconceptos o ideas personales. Ése ha sido el sustento de la credibilidad de esta oficina. Y lo que he comprobado aquí es que hay diversos tipos de personas, algunas que han tenido actitudes desubicadas e incluso frívolas y en otro caso hemos tenido excelente diálogo, como por ejemplo con la Asociación Rural. Cuando uno está en un cargo de gobierno, debe poder interactuar con todos, porque está defendiendo el interés general y no el de determinado sector. Insisto, hay un tema de ordenamiento jurídico que nos defiende a todos y lo que tenemos que hacer es aplicarlo.
-Algunos sectores de la izquierda han dicho que el agro tiene muy baja presión fiscal. El subdirector de la OPP, Jerónimo Roca, habló de un IRAE diferencial y otros hablan de aumentar la tasa de ese impuesto. ¿Qué dice la DGI?
-Cuando se hacen estos operativos pareciera que uno estuviera en contra. Entendemos la importancia del sector agropecuario: es una de las locomotoras del país. No es la única, por suerte, pero es una. Pero hay que derribar ciertos mitos, decir que el agro tiene una tributación nula no se condice con la realidad. La presión fiscal del sector agropecuario es poco más de 70% del promedio del país. O sea que no está tan alejada del promedio de la economía nacional, y hay sectores que tienen una presión tributaria menor. No es una presión nula, pero sí es importante que la paguen todos por igual. Respecto a crear un impuesto a la renta diferencial, no estoy de acuerdo, porque tendría una complejidad administrativa importante generar tasas diferenciales en un impuesto a la renta empresarial. Y no creo que sea la mejor alternativa para acentuar la carga tributaria, ni en éste ni en ningún sector en particular.
-Mujica planteó que las políticas tributarias no son para siempre. ¿Qué opina?
-Uno de los valores de las normas jurídicas es su estabilidad y su previsibilidad. Pero eso no significa inmutabilidad o que no puedan cambiar jamás, y hay cambios que son muy positivos. Los primeros párrafos de la Ley de Reforma Tributaria dicen que es un sistema evolutivo, que va a ir modificándose con el tiempo y adaptándose con la realidad. Comparto que nada es para siempre, pero eso no significa que no se deba propender a la estabilidad y a la previsibilidad. Cito ejemplos positivos de cambios: la devolución total del IVA a las asignaciones familiares y las prestaciones del Ministerio de Desarrollo Social tienen un claro corte redistributivo y ayudan a la formalización de la economía. También será un excelente cambio la devolución de dos puntos de IVA de la tasa básica para las compras con tarjetas de crédito o de débito. Hay cambios que son positivos, o la posibilidad, instaurada en 2007 de liquidar el IRPF por núcleo familiar, o de deducción de 6% del monto pagado por alquiler.
-La aplicación del ICIR generó un debate en la interna del FA y quedó instalada la idea de que existen dos visiones de la política tributaria. ¿Es tan así?
-Fueron públicas y notorias dos cuestiones: absoluto acuerdo en el FA con respecto a la finalidad de evitar la concentración de la tierra, y luego surgieron diferencias instrumentales. Una vez que se llegó a una solución, empezamos a trabajar coordinadamente el MEF, la OPP y la DGI para terminar generando una solución administrativa a la gestión del impuesto y lograr los objetivos planteados. Superada la etapa de discusión, el trabajo coordinado es de gran nivel, y hemos trabajado sin problemas. Pero claramente, quien lidera la política económica es el MEF, y sus propuestas han caminado muy bien; un ejemplo de ello es la Rendición de Cuentas que se está votando.
-¿Han tenido dificultades con la implementación del ICIR?
-Todo impuesto nuevo tiene dificultades administrativas, de cómo se cobra, gestiona o fiscaliza. Hay toda una arquitectura detrás de la idea del ICIR que hay que llevarla a tierra, pero se está trabajando de buena manera.
-¿Por qué la disputa política en el FA se instala tan frecuentemente en el plano tributario?
-No creo que sea una particularidad de este gobierno o de la interna del FA. Me remito a una frase que tengo por ahí atrás [señala un cuadro que está a su espalda] de [Joseph Alois] Schumpeter: “El espíritu de un pueblo, su nivel de cultura, su estructura social y los hechos políticos más notables están escritos con claridad en su historia fiscal”. Me parece que es una frase fantástica. Claramente es una de las áreas de la política en la que se expresan las presiones sectoriales y sus intereses. Es una puja constante. Por lo tanto, lo que sucede hoy no es ninguna novedad para la historia de la política.
-Para muchos ese debate entre OPP y MEF refleja una puja por espacios de poder. ¿Cómo lo ha vivido desde la DGI?
-Las diferencias instrumentales son públicas y notorias, y también hacen a la esencia de lo que es el FA, donde no hay visiones únicas o hegemónicas. Pero lo importante no es el disenso, sino la discusión y la síntesis. Las discrepancias nunca han pasado por las profundidades conceptuales, sino instrumentales, y en algunos casos queda la sensación de que se han caricaturizado esas diferencias. Las veces que desde DGI me ha tocado interactuar con compañeros de otros sectores, la relación ha sido excelente, en particular con quienes trabajan en Presidencia.
-¿También es una caricatura entonces que haya buenos y malos gestores en el gobierno?
-Creo que sí; en realidad nadie tiene la verdad absoluta y hay que manejarse con humildad. De todas maneras, si bien las ideas políticas son muy importantes y ciertos valores ideológicos son vitales para la izquierda, también para llevar adelante esa estrategia es fundamental la gestión. La gestión de calidad es fundamental para un gobierno eficiente, para lograr las metas hay que gestionar bien. Hoy en el gobierno hay ejemplos de buenas gestiones de gente de todos los sectores, y también hay casos en los que uno esperaría más, y ahí también hay gente de diversos sectores. No hay verdades reveladas y no hay fenómenos sólo en algunos sectores. Es falsa esa dicotomía de los iluminados en un lado y de los espantosos en otro. No corresponde plantear las cosas en esos términos.
-¿Qué cambios le haría al actual sistema tributario?
-Los cambios deberían ir en línea con el espíritu de lo que ha sido la reforma tributaria, continuar aumentando el peso de los impuestos directos y reducir el peso de los impuestos indirectos, sin alterar la recaudación.
-Si bien el déficit fiscal no ha aumentado, algunos economistas sostienen que el nivel de gasto actual complica, por ejemplo, al momento de reducir más el IVA.
-Mirando los niveles de déficit de estos siete años de gobierno del FA, vemos que la prudencia fiscal es una de sus características más notables y que son los niveles más bajos de déficit fiscal de la historia contemporánea. Por ese lado, ha sido una política más que seria. En muchos casos, hablamos de gasto cuando hasta la podríamos llamar inversión social, es decir, la construcción de una mayor cantidad de derechos y oportunidades. Eso cuesta dinero. Hay una dicotomía entre superávit fiscal y la mejora de las condiciones de vida de quienes más lo necesitan, y en eso estos gobiernos han logrado una combinación exitosa.
-Usted estuvo trabajando a nivel de la fuerza política con el tema del recambio generacional, ¿en qué etapa está eso?
-Lo que queríamos hacer tenía algunos requisitos. El primero era lograr un producto intelectual; segundo, que ese producto intelectual estuviese orientado a una mirada prospectiva, que permitiera salir de la coyuntura y permitiera pensar el Uruguay de largo plazo y pensar dónde queremos que Uruguay esté en el futuro, y luego trazar un plan que nos lleve a ese lugar. Y tercero, el producto tenía que tener una mirada diversa y unitaria, que hubiera gente de izquierda, de todos los sectores, que no militara. Con ese insumo queremos sacar un libro que se plantee ese Uruguay del futuro. Es también una iniciativa que nos permite además discutir de política con gente con la que uno no lo hace habitualmente.
-El tema del recambio es muy habitual en el discurso. Sin embargo, en el FA se anuncia la inminente vuelta de Tabaré Vázquez para 2014. ¿No es un poco contradictorio?
-En realidad, pertenecer a una determinada generación no es un valor en sí mismo, se trata más bien de ver quién tiene las mejores aptitudes políticas para llevar adelante las diferentes iniciativas. Y un ejemplo de esto es Tabaré Vázquez, el líder indiscutido de la izquierda, el líder natural del Frente Amplio, y eso no tiene nada que ver con su estatus generacional. Fue, es y será el líder de la izquierda. Pero más allá del caso puntual de Tabaré Vázquez, a nivel del Frente Amplio no debería importar el estatus generacional: no por ser joven uno debe tener privilegios, pero tampoco por serlo debe de partir de una situación de desventaja. Quizás hay que equilibrar el péndulo y que cada cual, en función de sus aptitudes, logre los espacios que se merece, sin olvidar que esos espacios hay que reclamarlos, pero también construirlos y ganarlos en la práctica, trabajando políticamente.