Gunther Kress es autor de tres influyentes estudios sobre prealfabetización, nuevos modos de alfabetismo y cultura visual (Before Writing: Rethinking the Paths to Literacy, de 1997, Literacy in the New Media Age, de 2003, y Reading Images: The Grammar of Visual Design, de 2006), y actual profesor de semiótica y educación en el Departamento de Enseñanza y Comunicación de la Universidad de Londres.

Nacido en Nürnberg (Alemania) en 1940, de adolescente migró con su familia (“por la fuerza”) hacia Australia, luego continuó sus estudios en Inglaterra, volvió a Alemania a enseñar inglés, más adelante retornó a Australia y finalmente se estableció en Londres. “Dejé a mi novia en Alemania a los 16. En Australia los códigos de las chicas eran absolutamente otros”, recuerda. Ahora cree que la experiencia de haber constatado que no todo puede expresarse en todos los idiomas lo llevó a reflexionar sobre las posibilidades y las limitaciones de los modos de los lenguajes, sobre “la relación entre las formas que usamos para comunicarnos y lo que podemos comunicar”.

Por sus contribuciones a la educación, Kress recibió en julio la orden MBE; la sigla significa Miembro del Imperio Británico, pero Kress bromea: “Member of the British Establishment”. Sin embargo, sus opiniones sobre el cambio, tanto social como lingüístico, distan de ser conservadoras.

El 27 de setiembre Kress fue el encargado de dar la conferencia de apertura (“Asuntos contemporáneos en investigación educativa, desde una perspectiva social y cultural, textual/semiótica”) del Congreso Internacional “Lenguaje y sociedad” de la Asociación de Lingüística Sistémico-Funcional de América Latina, que tuvo lugar en la Universidad Católica.

-Uno de los centros de su trabajo es el cambio en la noción de “alfabetización” en una edad dominada por la imagen. En su libro Before Writing... dice que las experiencias mediáticas previas al aprendizaje de la escritura deben ser tenidas en cuenta por los educadores y comunicadores.

-Creo que es importante que la escuela del futuro cercano se enfoque en posibilidades y potencialidades que se expresan de distintas maneras. Por supuesto, leer y escribir serán enormemente importantes, pero al mismo tiempo habrá que reconocer muchas formas en que los jóvenes son realmente creativos e innovadores y que por ahora no son visibles para esa abstracción llamada “la escuela” o “el docente”.

-Recientemente mantuvo un debate en The Guardian en el que se mostraba optimista respecto de los cambios rápidos en el lenguaje de las generaciones recientes.

-Si se piensa en la escuela como una institución, por un lado, y en el día a día en que interactuamos con toda clase de personas, por otro, bien, la escuela se mueve a un ritmo muchísimo más lento. La escuela está anclada en muchas tradiciones, ansiedades, por política, que crean una brecha entre lo que espera el mundo fuera de la escuela y lo que la escuela les ofrece a los chicos, que en realidad fue establecido hace un siglo. Yo creo que esa brecha debe achicarse, por lo que la escuela tendría que reconocer que hay algunas cosas que hemos hecho siempre y que queremos continuar haciendo porque las necesitamos, pero hay otras cosas que necesitamos hacer y no hemos hecho. También tendría que darse cuenta de que los jóvenes no son cada vez más estúpidos ni haraganes: tienen mucha energía, quieren aprender, saber. Yo crecí en una sociedad en la que había una autoridad que nos decía qué hacer, pero los jóvenes ahora, en la mayoría de los países anglófonos, ya no aceptan que les digan “haz esto”, más bien piensan “yo sé qué quiero hacer”. Por eso la escuela tiene una tarea formidable: continuar desarrollando formas de expresar valores y saberes, pero de una manera que resulte atractiva para los jóvenes.

-¿Qué impacto tienen la fragmentación y la compartimentación de la sociedad en el lenguaje y la comunicación?

-En la mayoría de las sociedades -no conozco el caso de Uruguay, estoy atento a las señales desde que llegué- se experimentó en los 90 lo que se llamó “el fin de la infancia”, que entre otras cosas se palpa por el hecho de que los muy jóvenes se vuelven sujetos para el mercado, se vuelven personas atractivas a las que hay que reclutar y obligar a tomar sus propias decisiones y gastar su dinero. Por eso la televisión les dice desde muy chicos -y en Inglaterra el Estado no tiene ningún control sobre esto- “vamos, elegí, podés tener esto para jugar, esto para comer, esto para tomar”. Pero, al mismo tiempo, el Estado inglés destruía activamente el sistema escolar privatizándolo. Si uno tiene la plata suficiente puede ir a Inglaterra y comprar una escuela: el Estado le dará los fondos que antes le daba al gobierno local. Ahora, uno puede ser un fundamentalista cristiano, o un fundamentalista musulmán, o un elitista de clase alta, y no estar interesado en promover una serie de valores y saberes comunes. Ahí es donde se está dando la fragmentación fuerte en este momento. La gente va a muy distintos tipos de escuela; en algunas, por ejemplo, leen la Biblia de manera literal y creen que el mundo fue creado en seis días, cosas así. Vamos hacia una sociedad en la que no hay instancias comunes.

-¿Por eso defiende la retórica como una forma de llenar el vacío que se crea entre los diferentes microgrupos sociales?

-Antes se podía decir “puedo volverme competente en tal actividad” y cuando se era competente se dominaban las convenciones. Pero en una sociedad altamente diversificada ya no hay convenciones en las que se pueda confiar para hablar con otra persona, porque ésta puede venir de otra parte, o porque tiene otra formación (y como ya dije, el Estado destruye la formación común). Por lo tanto, uno tiene que decidir en cada momento de qué modo va a comunicarse con el otro, basándose en lo que conozca de la situación. En el pasado se podía confiar en las convenciones: iba a un restaurante, sabía qué hacer. Claro, cuando voy a un restaurante en Uruguay sé bastante bien qué hacer, no es tan distinto a uno de Inglaterra; cuando voy a uno en Corea no tengo idea. Estamos teniendo ese tipo de diferencias dentro de lo que, por lo menos formalmente, era una sociedad, que ahora se está fragmentando.

-Usted se ha ocupado de los cambios que se producen al pasar de un dominio cultural de la lectura a uno de la imagen. Habla no sólo de distintos medios, sino también de distintos modos de comunicación.

-Tomemos los textos escolares. No se trata de que ahora haya más imágenes que antes, sino de que ahora el fin principal de las imágenes es la transmisión de información relevante. En libros de Física o Biología, digamos, hay texto, pero la mayoría de la información que se precisa para salvar el examen o para entender el ciclo del carbono o qué es un campo magnético está en la imagen. Creo que no es sólo una tendencia del mundo anglófono. Hojeé algunos libros de texto uruguayos: tienen imágenes, pero todavía funcionan como ilustraciones o como proveedoras de información complementaria, es decir, no han ido en esa dirección. Pero en el resto del mundo que conozco -los países anglófonos y Lejano Oriente- las imágenes se usan para proveer información central. Y eso es significativo, porque lo que expresa una imagen se estructura distinto a lo que se expresa con oraciones secuenciales. Un ejemplo: hace unos años me quebré el brazo a la altura del codo. Después de discutir con el doctor sobre operar o no, me quedé pensando: ¿hubiera preferido un médico que hubiese leído todo sobre codos, otro que hubiese visto tomas detalladísimas de un codo, u otro que hubiese tratado con codos en formol? Se puede hacer cosas con estos distintos “modos”: no hay ninguno mejor o peor, pero son útiles para distintas cosas. Esto es importante, ahora estamos reconociendo que el lenguaje no puede hacer todo lo que queríamos que hiciera, creíamos que todo lo que pensábamos, creíamos o sentíamos podía expresarse a través del lenguaje y ahora nos damos cuenta de que no es así.