El lenguaje de los uruguayos estaba propuesto como lema para el día del patrimonio desde hace varios años. De acuerdo al actual presidente de la Comisión del Patrimonio, Alberto Quintela, fue su antecesora, María Simon, una de las que más insistieron en incluir el tema. “El año pasado, por ser el del bicentenario, no convenía apartarse del tema y se tomó La Redota”, confirmó la ex ministra de Educación y Cultura. “Creo que el lenguaje es la imagen misma del patrimonio, aun en sentido etimológico: es lo que viene de nuestros padres, es una herencia que se tiene encima adonde sea que se vaya. El patrimonio verdadero no es coleccionismo, y por lo tanto se respeta, pero se vive y modifica”, opina Simon.

“El lenguaje nos contiene a todos, somos el lenguaje y somos con el lenguaje. Da nacimiento a todos los vínculos humanos”, afirma Quintela. El presidente de la Comisión del Patrimonio, además, se muestra entusiasmado ante la perspectiva del “Patrimonio + 1”, el nombre con el que se está dando a conocer la actividad del fin de semana del 13 y 14 de octubre: “Sumamos la convocatoria del patrimonio natural, es decir, estamos incorporando la dimensón natural en la cultural y viceversa. Es la posibilidad de relacionarnos con la naturaleza desde la reflexión”. La iniciativa contó con fuerte respaldo del actual ministro de Educación, Ricardo Ehrlich. “Este año es el primero, pero el que viene va a ser un desbunde”, pronostica Quintela.

Alfabeto propio

Protagonista de este día del patrimonio será el Diccionario del Español del Uruguay, cuya elaboración insumió un cuarto de siglo y que fue lanzado en noviembre del año pasado por la editorial Banda Oriental.

“Es un texto muy entretenido. Por momentos parece de Les Luthiers, hay humor contenido, tal vez involuntario. Se pasa un buen momento hojeándolo”, opina Quintela. Para Simon, se trata de “una obra realmente notable, porque brinda información geográfica y temporal sobre las palabras”. “No hay una, sino varias lenguas de los uruguayos; por eso es fundamental que el diccionario defina la esfera de uso -culto, familiar, formal- que tiene cada vocablo, que es en lo que más le erra un extranjero. Además, para la calidad de la edición, no es un libro caro”, afirma la ingeniera.

En broma, la obra a veces es llamada “el diccionario de Obaldía”. El maestro José María Obaldía presidió la comisión de lexicología de la Academia Nacional de Letras, que se encargó de recopilar, evaluar y definir cada uno de los aproximadamente 10.000 términos incluidos en el diccionario. “Fui el capataz del último tramo de la tarea. Hay muchas palabras que están allí porque nosotros las defendimos. Es todo un trámite incluir una palabra en el diccionario. Si aparece escrita es lo mejor, despeja problemas. Si no hay un documento que respalda a la palabra, entonces además del miembro que la propone, tiene que haber por lo menos otro integrante de la comisión que la conozca”, 
dice Obaldía.

Entre las fuentes del diccionario, por lo tanto, tienen un lugar destacado los escritores que se dedicaron a registrar el lenguaje local. Para Obaldía, es especial la contribución de los narradores “criollistas”, entre los que sitúa a Javier de Viana, Juan José Morosoli, Paco Espínola y Julio C da Rosa, dado que se abocaron a fijar el habla del campo, de por sí en retroceso y vulnerable: “El habla rural sufre más desgaste, porque al irse despoblando la campaña hay menor frecuencia de uso y los ‘enemigos’ que tiene el lenguaje asentado en el lugar crecen en poder invasivo: hay televisión en la campaña. Por eso el lenguaje campesino, que queda en la oralidad, no tiene mecanismos que aseguren su perdurabilidad”.

Bien se lame

Entre los múltiples espectáculos de este fin de semana del Patrimonio, el poeta y performer Gabriel Richieri estará mañana a las 19.00 haciendo un “show de palabras”. “Richieri solo es una selección de lo mejor que he escrito para leer en público. Hay textos del 9,80 de Común, por favor, hay de 42 y de Gravedad, como también hay textos no publicados aún y textos que fueron escritos sólo para ser leídos en público. Es más que una lectura. Es una interpretación que involucra mi cuerpo, vestuario, música, luces y objetos. Es un Show de Palabras”, dice.

Para el poeta, el espectáculo “es un reflejo particular que representa el lenguaje de los uruguayos. La particularidad de cada uruguayo crea un habla que nos distingue y nos identifica. A medida que reconocemos esto como un valor y dejamos de criticarnos y criticar a nuestros vecinos, nos reconocemos especiales, y esa especialidad nos acerca a nosotros mismos y a los demás”. 

Obaldía, oriundo de Treinta y Tres, estará dando mañana en la Rural del Prado una charla sobre el habla rural. “En mi libro El habla del pago [1988] sostengo que no hay regionalismos en nuestro país, pero sí pagos del alma, lugares donde se manejan voces que en otras partes no se usan. Un ejemplo: estaba en Rocha comprando pasteles y a la vendedora se le cayó el canasto al suelo. Dijo ‘se me cayó la cesta’, pero en Treinta y Tres no decimos ‘cestas’, aunque estamos al otro lado del Cebollatí nada más. Seguramente en la campaña de Treinta y Tres se usan voces que son desconocidas en otra parte”.

Más que rioplatenses

“Creo que tenemos una variedad lingüística bastante propia. Para un oído entrenado es bastante distinguible de cómo se habla en Argentina. Para un europeo al principio es lo mismo, pero a medida que conoce se da cuenta de que suena muy distinto”, opina Simon sobre la forma en que se habla a uno y otro lado del Río de la Plata.

Para el lingüista Adolfo Elizaincín, presidente de la Academia Nacional de Letras, además de la inmigración, habrían contribuido a la variedad local de la lengua “algún aporte de las lenguas indígenas (sobre todo guaraní en la toponimia; ya desde el vamos la palabra ‘Uruguay’ ), el portugués de la zona noreste y los desarrollos autónomos del español”.

Obaldía, por su parte, cree que “la separación dentro de los rioplatenses no es notoria ni es muy importante tampoco. Se da como se da entre todas las variantes del español que se registran. Entre el español chileno y el argentino pasa lo mismo: si se encuentran no hay dificultad para comprenderse, los dos hablan español. De repente aparece una palabra que en un territorio u otro ha cobrado un matiz que no está en el español original. A veces ese matiz es marcado, a veces es una diferencia que cuesta explicar. Siempre manejo este ejemplo: en nuestro país la palabra ‘portátil’ tiene una significación única para referirse a una lámpara de mesa de luz. Para el resto de los hispanohablantes no es así.”

Esas diferencias, justamente, son las que conforman la identidad lingüística. Para Obaldía, se da un fenómeno especial. “La forma de hablar en cada lugar tiene un atractivo especial para quien la habla. No se sabe por qué motivo tenemos una identificación con el habla nuestra que nos hace sentir un placer especial que aflora cuando alguien de otra parte no nos entiende y debemos explicar, o incluso cuando nos sentimos desorientados cuando no nos entienden en otra parte”.

A otro proceso relacionado alude Simon: “Uno piensa en determinado lenguaje. Hay experiencia. Que toda la literatura científica sea en inglés, por ejemplo, marca algo. Porque no nos expresamos en inglés tan bien como en nuestro idioma materno y eso lleva a un empobrecimiento del pensamiento. Cuando uno quiere conversar en un idioma que no conoce siente que habla de pavadas, porque no puede pensar en lo más fino”.

Lo que en lingüística se conoce como la hipótesis de Sapir-Whorf establece que el idioma que cada persona usa está relacionado con la forma en que ocurren sus procesos mentales, es decir, con la manera como entiende el mundo. Tal vez el tema aparezca en alguna de las muchas disertaciones que darán vida a este fin de semana.