El 20 de mayo del año pasado fui a la Marcha del Silencio con mi hijo Felipe, entonces de cuatro años. La multitud en silencio, los rostros en los carteles, el acto de corear “presente” ante la mención de cada uno de los desaparecidos: todo era misterioso para él. Hizo muchas preguntas que se abrían como cajas chinas porque cada respuesta conducía a una nueva pregunta: ¿mamá, quiénes son esos señores?, ¿por qué los mataron?, ¿quiénes los mataron?, ¿por qué no se sabe dónde están? Todas difíciles de responder sin abrir una herida o, más bien, sin hacer foco en la herida abierta.
Una inquietud similar fue la que alentó a las argentinas Carla Baredes e Ileana Lotersztain a escribir "Abuelas con identidad: la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo y los nietos restituidos". ¿Cómo explicarle a un niño lo que significa que se le restituyó la identidad a un nieto desaparecido, a un niño apropiado por la dictadura?
Historia de un nieto*
A Silvia Mónica Quintela la secuestraron embarazada de cuatro meses. Abel Pedro Madariaga, el padre del bebé, logró escapar y partió al exilio. Con la democracia volvió al país y se sumó a la búsqueda de su hijo, que ya habían iniciado las abuelas del niño. Abel se incorporó a Abuelas de Plaza de Mayo como secretario de la organización, convirtiéndose en el primer miembro varón.
Paralelamente, el joven Alejandro Gallo (nombre con el que lo anotó su apropiador) llevaba años dudando de su identidad. Para febrero de 2010, estimulado por sus amigos, se presentó en Abuelas. Se hizo los análisis, y estos determinaron que era el hijo de Abel, a quien Silvia había llamado Francisco cuando dio a luz en Campo de Mayo.
Al encontrarse, padre e hijo se fundieron en un abrazo. Como conclusión de lo que les había pasado, Francisco Madariaga Quintela dijo: “¡No pudieron!”.
*Tomado de la página 28.
Así lo explica Baredes en diálogo con la diaria: “En líneas generales, en Iamiqué estamos muy atentos a las cosas de las que hablan los chicos. Somos conscientes, por ejemplo, de que les atrae ver los noticieros, esa especie de desafío de mirar y sopesar las cosas que ocurren en el mundo ‘real’, el mundo de los adultos. En este sentido, la aparición de un nuevo nieto es una noticia que siempre los conmueve, aun sin tener un conocimiento profundo sobre el tema. Por otro lado, hay mucho interés desde los adultos en hablar con los chicos sobre la historia reciente, pero hay muy pocos libros publicados sobre el tema, con el cuidado y la dedicación que ellos merecen. El desafío de hacer ese libro a nosotras nos sedujo desde el momento en que evaluamos la posibilidad. Asimismo, creemos también que es importante que los adultos asumamos el compromiso de mantener viva la memoria, de hablar mucho sobre lo que pasó, como antídoto para que no vuelva a suceder. Sentimos que de alguna manera estamos dando una mano”.
En "Abuelas con identidad...” Baredes y Lotersztain se proponen contar la historia de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, su porqué, su lucha, su presente y su futuro. Es un libro para niños y consigue abordar, en un lenguaje sencillo y sin dejar cabos sueltos, la historia reciente de Argentina -también, por supuesto, de Uruguay-, un período oscuro en el que en los países de la región se violaron los derechos humanos y se instaló una represión feroz que incluyó la desaparición de personas y la apropiación de niños, hijos de detenidos.
Para ello la editorial armó un equipo numeroso (“casi podíamos jugar al fútbol”, bromeó Lotersztain en Página 12): a las encargadas del texto y la ilustradora, Eleonora Arroyo, se sumaron una editora externa (Ana Lucía Salgado), otra editora cuyo cometido era buscar datos, evaluar fuentes y chequear la información (María Marta Rodríguez Denis), un asesor en lo legal y jurídico (Waldo Villalpando), una lectora externa (Susana Aime, con vasta experiencia en la edición de libros en ciencias sociales) y un integrante de Abuelas de Plaza de Mayo que hizo dos lecturas críticas.
El resultado es un libro con profusa información, que da un panorama amplio y explica esa etapa oscura que fue la dictadura militar en Argentina (1976-1983). El manejo de datos es riguroso y las autoras consiguen hacer un libro equilibrado -equilibrio que a priori se adivina difícil de lograr- en el que se aporta información sobre hechos terribles sin evitar ningún tema pero sin caer en detalles escabrosos.
Sobre el propósito inicial cuenta Baredes: “La idea fue hacer un libro que pudiera leer cualquier chico que estuviera interesado en el tema. Frente a un tema tan complejo, queríamos un texto simple de leer, dispuesto de una forma amena y llevadera... un libro que también fuera esperanzador, que pudiera mostrar la cantidad de cosas positivas que hay en esta historia. Una vez que decidimos poner manos a la obra se presentaron un montón de dificultades. En primer lugar, queríamos un libro que tuviera toda la objetividad que fuera posible, pese a que está clara nuestra opinión desde el mismo momento en que decidimos publicarlo. Al mismo tiempo, queríamos contar todo lo que había pasado, cuidando mucho no omitir nada -no evitamos ‘hablar de cosas feas o tristes’- pero sin caer en la descripción morbosa o innecesaria”.
Este equilibrio aparece tanto en los textos como en las ilustraciones y el uso del color, y se pone de manifiesto en una mirada que apunta al reconocimiento a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo, tanto a lo conseguido como al futuro, lo que queda por hacer. En ese sentido, Lotersztain responde a Página 12: “Quisimos destacar el trabajo de Abuelas, su búsqueda de verdad y justicia. Dar valor a la lucha colectiva a favor de la democracia y en defensa de los derechos humanos. Las Abuelas nos dejan un mensaje contra la indiferencia y la impunidad, a favor de la paz y la no violencia, que es necesario mantener vivo. Eso es lo que les contamos a los chicos”.
Hecha carne
"Abuelas con identidad...” se estructura en dos partes claramente diferenciables. Por un lado, el relato histórico, en orden cronológico, de los hechos ocurridos desde el 24 de marzo de 1976 hasta la actualidad, que permiten tener un panorama claro: la dictadura, la represión, el Mundial de 1978, la guerra de Malvinas, el retorno de la democracia, los juicios a las Juntas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la marcha atrás que significaron las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, hasta la política relacionada con la memoria y la historia reciente de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Por otro lado, la segunda parte abre con una multitudinaria foto en la que aparecen muchos de los 105 nietos restituidos hasta ese momento -después de editado el libro se restituyó su identidad a los números 106 y 107- y consta de relatos de sus historias. Es la parte más conmovedora, porque la historia se hace carne en los testimonios y también porque es esperanzadora y marca a un tiempo lo que se ha logrado y lo que todavía falta (las estadísticas indican que el número de nietos que todavía no han sido encontrados ronda los 400).
Con respecto a la estructura dada al relato, señala Baredes: “Ordenar la información no fue nada fácil, obviamente. Armar la estructura, ser precisas en el devenir histórico sin que eso se transformara en un corsé; decidir qué palabras era necesario definir, qué cosas había que aclarar históricamente, qué datos brindar… Todo insumió mucho debate, mucha prueba y error”.
No obstante, el mayor desafío tuvo que ver con “encontrar el tono”, según las autoras. “Queríamos un texto limpio, ameno, sin ‘recarga’ emocional, pero sin caer en algo frío o despojado de sentimientos. Creo que lo logramos porque tuvimos esto muy claro desde el principio: no adjetivar, no pensar por el lector, no opinar nosotras; respetar al lector, dejar que él mismo saque sus conclusiones, valorar su capacidad de comprender y su sensibilidad”, destaca Baredes. “Creo que logramos un equilibrio difícil; fue el arte de moverse en una zona muy angosta”, resume.
Paleta alta
Mención aparte merece el tratamiento gráfico. “Las ilustraciones, los colores, el trazo también fueron un gran desafío. Eleonora le dio calidez a la obra, con profundidad pero sin dramatismo”, resume Baredes. Aunque ante la primera respuesta de la ilustradora Eleonora Arroyo a la diaria fue que no tiene “la menor idea” de cómo se logra ese equilibrio, cuenta sobre su trabajo: “Fue un tremendo desafío. Cuando me propusieron intervenir en este proyecto acepté inmediatamente, sólo pensé en aportar mi granito de arena a la acción de Abuelas. Pero cuando leí el texto pensé que era una tarea imposible para mí, que no podría lograr nada aceptable y ¡quién me mandó a meterme en esto! Mi experiencia está basada en ilustración de ficción para niños. Para entrar en clima recurrí a archivos fotográficos. Y traté en lo posible de expresarme en planos simbólicos y metafóricos, sobre todo en la primera parte, dedicada al contexto histórico. Fue una ardua tarea”.
Con respecto a la paleta de colores, agrega: “Fue sugerida por el diseñador del libro y fue un gran acierto, porque acentúa el propósito optimista del texto. Por otra parte, me sentí muy cómoda con esta elección, ya que en mis trabajos uso generalmente colores vivos”.
No es raro que “Abuelas con identidad...” haya tenido una muy buena recepción en Argentina (“maravillosa, increíble”, en palabras de sus autoras). “Por un lado, hemos recibido decenas de emails agradeciendo la publicación. Mucha gente, entre los que hay varios especialistas en literatura infantil y juvenil, habla de la ‘necesidad’ de este libro y destaca la forma en que hemos tratado el tema. En el mismo sentido, muchísimos maestros nos escribieron para hacernos comentarios sobre lo mucho que encuentran en él para trabajar con los chicos”. Aunque no fue concebido como libro de texto ni en función de cumplir con requisitos didácticos, sin lugar a dudas puede transformarse en una muy buena herramienta en el aula; no obstante, las autoras aclaran que no fue ése el cometido, más allá de que “hay fechas en las que se habla del tema, por ejemplo, el 24 de marzo [fecha del golpe de Estado de 1976], que hace unos años fue declarado Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”.