Hace cinco años la familia de Rómulo Aguerre -especie de Alfredo Testoni en las sombras- donó todo su archivo al Centro de Fotografía (CdF). Daniel Sosa, su director actual, confiesa que no tenían idea de quién era. Pero investigaron, se conectaron con centros internacionales y desde hace dos años la obra de Aguerre es objeto de exposiciones y artículos especializados en Inglaterra y Estados Unidos. Lo interesante es que la obra de Aguerre llegó al CdF y no al revés: ese tipo de acercamiento sólo ocurre con instituciones bien afianzadas en su sociedad.

Como la Comedia Nacional o el Teatro Solís, el Centro de Fotografía es uno de los grandes proyectos culturales de la Intendencia de Montevideo (IM). Sin embargo, opera la antiépica capitalina, esa que complica hablar de lo montevideano y que seguramente incidió para que en 2009, cuando la Intendencia de Montevideo dejó de ser “Municipal”, la Escuela Municipal de Arte Dramático, buscando conservar su sigla “EMAD” pasase a ser “Multidisciplinaria” en lugar de “Montevideana”. Por el mismo camino, el Centro Municipal de Fotografía eliminó la palabra “municipal” de su nombre y hoy es simplemente el CdF. Pero también ocurre que el CdF es el organismo de referencia al hablar de conservación, difusión e investigación del patrimonio fotográfico no sólo a nivel nacional -realiza actividades conjuntas en todo el territorio-, sino también regional.

“A nivel público está el Centro de la Imagen en México y nosotros acá; en el resto de la región no hay casi nada. Nos apoya mucha gente de la región que ve en esta política pública departamental algo que les gustaría que pasara en sus países. Desde Brasil, donde en la época de Collor de Melo se liquidó todo lo que se venía haciendo, nos han ayudado mucho. Es una rareza que pasa acá. Todos se alegran, pero es un bicho raro dentro de la fotografía mundial. París tiene importantes políticas públicas de apoyo a la fotografía, pero no hay un lugar como éste”, dice Sosa.

Al mismo tiempo, el CdF es genéticamente montevideano. Podría decirse que su origen se remonta a 1916, cuando la Comisión de Festejos de la IM contrató al fotógrafo Carlos Ángel Carmona. “La UTE, OSE y ANP también hicieron cosas similares; de hecho, documentar las grandes obras era una política generalizada en todo Occidente; entre ellas, los cambios de las ciudades”, explica Sosa. El servicio luego pasó a formar parte de la división de Prensa, y en 1997 se creó el Archivo Fotográfico de Montevideo, antecedente directo del actual CdF.

Sosa ingresó como fotógrafo en esa época: “Institivamente comprendimos que el archivo estaba en riesgo y que para preservarlo había que mudarlo y digitalizarlo”. Además de infraestructura, se precisaba personal: archivólogos, conservacionistas, investigadores.

“Se abrió un campo a partir de la difusión del archivo. Había que documentarlo, describirlo. Pero sobre todo, se buscó que el público entendiera que el archivo tenía un uso, un sentido. Hay archivos gigantes, con mucho dinero, pero que no tienen público. Nuestra obsesión fue generar usos: hicimos CD, un sitio web, exposiciones, y ahí empezó la idea de crear un Centro de Fotografía. Un hito fue el festival Fotoprimavera 1997. Dentro de las políticas de la IM se entendió que era una necesidad”. Así, en 2002, en plena crisis económica y social, se consigue dotar al servicio de una sala propia en lo que hasta entonces era el ingreso de funcionarios de la IM. Llega también la primera camada de pasantes de Historia, entre ellos la actual directora de Investigaciones, Magdalena Broquetas.

Desde los 90 han pasado varias administraciones políticas de la IM; sin embargo, Sosa entiende que el proyecto siempre ha sido “bien visto”: “Para los tiempos de las instituciones públicas esto ha crecido muy rápido, así que estamos contentos. Por supuesto, uno quiere que todo vaya más rápido, pero logramos mucho: somos unos cuantos más, y conseguimos hacer actividades continuas, que tienen antecedentes y a la vez apoyan lo que va a venir”.

Entre los proyectos ambiciosos del CdF está completar, en el plazo de un año, su mudanza al antiguo local del Bazar Mitre, una reliquia Art Nouveau ubicada en pleno centro de la ciudad, en 18 de Julio y Convención, donde ya tiene funcionando dos salas de exposiciones.

Centro en el centro

Cuando terminen las obras de reacondicionamiento externo -que están siendo licitadas-, se comenzará con la reestructuración interna del edificio, ocupado brevemente por el Museo de las Migraciones. La idea es que al final, sus cinco plantas sean un centro -“en el sentido de ‘encuentro’, no de ‘centralizar,” puntualiza Sosa- dedicado a la fotografía.

En el subsuelo habrá un auditorio para 60 personas. Allí se desarrollarán actividades que hasta ahora se hacían en distintos locales, como Fotoviaje (dirigida a niños, va por su edición número 1.000), talleres, proyección de audiovisuales y encuentros con autores. También en el subsuelo estará el área técnica, de mantenimiento interno.

La entrada de la planta baja será una sala de exposiciones sobre acervo contemporáneo e histórico del propio centro. Luego habrá diez puestos de consulta al archivo digital (hoy son cuatro), abiertos a todo púbico, y una tienda de venta de libros, posters y otros materiales propios del CdF. También habría una pequeña cafetería y un cubo de video.

En el entrepiso funcionará una mediateca enfocada a la fotografía en sentido amplio. Se trata de aproximadamente 1.600 libros, en su mayoría donaciones (“Por semana ingresan unos diez libros del exterior”, dice Sosa). También en esta planta habrá un área de consultas, pero de acceso restringido a investigadores, acondicionada para el trabajo a largo plazo.

En el primer piso habrá un pequeño living y una sala de exposiciones climatizada, que permitirá exhibir obras centenarias, que requieren condiciones físicas especiales. La sala es grande y podrá dividirse para muestras pequeñas.

El segundo piso estará enteramente dedicado a la conservación, a estrictos archivos a 16º de temperatura y 40% de humedad. “La cámara que actualmente tiene el CdF está llena, pero se siguen recibiendo donaciones y ya no hay espacio donde guardarlas. El nuevo lugar multiplicará por diez el volumen disponible”, dice Sosa. La mayoría de las 150.000 imágenes son negativos; entre ellos, todo el archivo del diario El Popular. Tendrá un sector vidriado para que el público pueda observar el archivo y el trabajo sobre él. El tercer piso estará destinado a oficinas.

“La obra se hace con la Unidad de Gestión de Calidad de la IM. Queremos que sea el primer edificio certificado con la norma Leed de sustentabilidad y cuidado del medio ambiente”. La obra costará 1,5 millones de dólares, pero no todo provendrá del presupuesto departamental: desde hace tiempo el CdF aceitó el mecanismo para recibir fondos externos, tanto de privados como del exterior.

Sin techo

En marzo se inauguró en la Ciudad Vieja (en Piedras, cerca del Mercado del Puerto) la tercera fotogalería, que sigue a las del Parque Rodó y el Prado. Habrá otra en la ex cárcel de Punta de Rieles y hay proyectos para el Cerro y Goes: las invitaciones para que el CdF gestione galerías a cielo abierto son ahora bastante comunes. “La fotogalerías fueron un quiebre importante. Cumplen con el objetivo de uso de la foto y llegan a todo tipo de público. Les calculamos 30.000 personas por muestra. La podés ver a toda hora del día, de madrugada incluso. Generan discusiones buenísimas; las recorro mucho y lo compruebo. Y el vandalismo es bajísimo: cinco fotos rotas en cuatro años”, opina Sosa.