“La ‘razón’ en el lenguaje: ¡oh, qué vieja hembra engañadora! / Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios / porque continuamos creyendo en la gramática…” Esta cita de Nietzsche (extraída de “El ocaso de los ídolos”) es el epígrafe que el filósofo Sandino Núñez (Tacuarembó, 1961) elige para ubicarnos de lleno en el tema -o “los temas”- de su último libro: la razón, el lenguaje, la Verdad. Más allá del contenido de la cita, la elección del autor tampoco es inocente: fue Nietzsche quien, a fines del siglo XIX, comenzó a cuestionar seriamente la tradición metafísica que, desde Sócrates, había constituido el problema central de la filosofía occidental. Pensar en “metafísica” suponía reflexionar sobre la esencia última de las cosas, sobre alguna sustancia profunda y sólida que debía servir de asidero para todo el universo sensible al que los seres humanos teníamos acceso. Pensar en el “sentido” de una palabra suponía intentar acceder a esa realidad profunda a la que el término refería, a ese significado invariable que el significante señalaba. Al cuestionar esta tradición, Nietzsche caminaba necesariamente en la dirección opuesta a la de sus predecesores: poner en duda el sentido universal de las palabras era reducir el lenguaje a una construcción arbitraria, cuyo significado, siempre pasible de ser reformulado y puesto en crisis, era en el fondo vacío. Esta última línea es la que ha predominado, a grandes rasgos, durante los últimos 30 años de la filosofía occidental, caracterizada por las constantes deconstrucciones, reformulaciones y vaciamientos de sentido de las categorías heredadas de la Modernidad y caídas en desgracia en ésta, que Lipovetsky llamó “La era del vacío”.

Núñez propone retomar la discusión sin ubicarse en ninguno de los extremos, apoyándose en la duplicidad introducida por la consideración del lenguaje como entidad que relaciona las palabras con sus referentes y que, a la vez, permite hablar sobre esta relación entre las palabras y sus referentes. “Lenguaje” es a la vez “metalenguaje”, un lenguaje que habla del lenguaje, y la paradoja o la contradicción de la frase nietzscheana de “no hay hechos sino interpretaciones” radica en que las interpretaciones son, ya, hechos en sí mismas. No se puede negar los hechos sin provocarlos, igual que no puede negarse la verdad sin construir un enunciado que pretenda ser verdadero; cuando intentamos vaciar el sentido estamos, en el mismo movimiento, produciéndolo. A lo largo del libro, Sandino Núñez se mueve constantemente en este juego oscilatorio entre dos polos que se entrecruzan y se contradicen, buscando delimitar y recuperar un lugar propio del lenguaje, que él ubica a mitad de camino entre los dos.

Desde luego, la discusión se relaciona con los otros temas habituales en los trabajos del autor: los mass-media y la resignificación de los espacios y de las relaciones interpersonales que éstos imponen en la vida contemporánea. Por eso se pregunta, ya en las primeras páginas: “¿Cómo pensar ese finísimo dibujo lírico de la escritura llamado sujeto en tiempos de la imagen, el broadcasting, la publicidad, el chat, la comunicabilidad ilimitada?” La pregunta de fondo es: si el sujeto de la Modernidad surgió bajo ciertas condiciones y prácticas específicas vinculadas al lenguaje (“escritura, educación, derecho”), ¿en qué medida se ve afectado por las nuevas formas, los nuevos medios de comunicación, las nuevas prácticas que involucran al lenguaje en la posmodernidad? Aunque quizá la pregunta que preocupa sea, más bien: ¿cómo puede ser reconstruido ese sujeto dentro de la nueva configuración que imponen el capitalismo tardío y los mass-media?

En opinión del autor, la cultura posmoderna y sus medios de comunicación han acabado por erosionar el lugar donde se construía originalmente el sujeto moderno, el individuo capaz de reflexionar, de pensar críticamente y de ser políticamente activo, dejando en su lugar a un ser que alterna patológicamente entre dos posiciones que lo anulan: “Y ésa es […] la catástrofe de la cultura contemporánea: la oscilación sin sentido (y sin lenguaje) entre la fascinación por lo que no muere y la obediencia a lo que no vive. En ese doble ritmo transcurre la figura coreográfica deslumbrante del gran artefacto adictivo contemporáneo: mercados-medios-advertising- masa. Por un lado la vida pura consagrada al consumo, el placer, la liberación radical desublimada de fuerzas e impulsos sociales […] Por otro, el orden puro y la disciplina sin vida de los simulacros, las ceremonias y los rituales de corrección, de diplomacia o buen comportamiento”. El lenguaje es -o era-, para Núñez, precisamente lo que ubicaba al sujeto en el intersticio entre el goce desmedido, inclasificable, y la pura formalidad, clasificación extrema que vale por sí misma más allá de todo sentido, era lo que le daba sentido al sujeto.

El problema central del libro es justamente este sujeto; esta construcción moderna que en la posmodernidad ha sido des-sustancializada y cuyo resurgimiento exigiría ciertas condiciones que “no parece que […] se vayan a presentar en un futuro razonablemente cercano”. Con todo, y a pesar de las apariencias, el objetivo del autor no parece ser el de arrojar sombras apocalípticas sobre el futuro de la ciudadanía y del Estado tal cual lo conocemos, sino más bien el de llamarnos a reencontrar esos lugares donde el lenguaje nos permitía participar activamente en la vida política: “conviene no olvidar que esas condiciones son también prácticas sociales, y en ese sentido la existencia del sujeto (y de la política) no deja de depender de una decisión subjetiva: […] al sujeto hay que obligarlo a existir”.

En este punto cobra sentido otra palabra presente en el título: la resistencia. El autor propone “ensayos de resistencia”, llama a resistir a esta desaparición del sujeto moderno y a instaurar prácticas que permitan reencontrarlo. Así, el libro se revela como un proyecto profundamente político (entendiendo la política como práctica y actividad social y no como mero proselitismo), que busca recuperar las prácticas de crítica y de reflexión para un sujeto que las ha perdido o está en vías de perderlas: “hay que resignarse definitivamente al hecho indeleble de que el capitalismo global contemporáneo ya no es en absoluto ‘burgués’, que ya se divorció hace rato de los viejos temas burgueses del sujeto, la ley, la verdad, la escritura y la novela. Y, quizás, estos viejos temas burgueses sean hoy, otra vez, revolucionarios. O quizás sea, por lo menos, la forma de una resistencia lúcida y justa”.

Desde hace algunos años, Sandino Núñez nos ha acostumbrado a conocer la filosofía fuera del ámbito académico (en la prensa, en la televisión) como una disciplina viva que puede ayudarnos a comprender mejor nuestro lugar histórico y social, y que por esa misma razón puede darnos las herramientas para transformarlo. Este libro en particular, sorprende por la claridad expositiva (no del todo frecuente en algunos textos filosóficos) y el orden lógico-deductivo en el que los capítulos fueron organizados, que permiten acercarlo a lectores no necesariamente familiarizados con la disciplina. Más allá de que logre su objetivo o no, la existencia de estos textos en medios masivos y editoriales no especializadas, la presencia de la filosofía fuera de las aulas ya es, en sí misma, una pequeña victoria.