La estética naif-pop de Gary Baseman, el idealismo de "El Principito" y la inocencia medio tramposa de "Mafalda" son algunas de las influencias que se perciben en sus tiras. Pero si la sesentista Mafalda es la ideología simplificada (Manolito es el utilitarista, la tortuga se llama Burocracia), la niña Enriqueta -más a gusto conversando con su gato Fellini y su oso de peluche Madariaga que entablando alegorías sociales con otros de su edad- y el resto de los personajes de Ricardo "Liniers" Siri (Buenos Aires, 1973) hablan de cierto escapismo en tiempos no tan políticos.

Ex estudiante de abogacía (lugar donde se sentía “un travesti”) y de publicidad, Liniers encontró su vocación en las viñetas y empezó a publicar la tira "Bonjour" en el suplemento No de Página 12, aunque su etapa más profesional (hasta entonces lo mantenía su esposa) llegó en 2002 cuando Maitena lo recomendó en La Nación. Allí empezó a publicar la tira diaria "Macanudo" -su obra más conocida hoy- bajo la desconfianza de los editores, quienes “no la entendían”.

En el Complejo ANCAP Gorlero -centro cultural de la Intendencia de Maldonado ubicado en la calle homónima- conversamos con Liniers, quien el jueves presentó su libro autoficcional "Cosas que te pasan si estás vivo" (de su sello, La Editorial Común) junto a "Grántico Pálmani Zum", del ilustrador uruguayo Rodrigo Levedad Camy (editado por Criatura). Habla siempre al borde de la risa (habría que poner “[risas]” en cada párrafo) y comenta que se siente totalmente incómodo cuando lee sus primeras tiras publicadas.

-No edulcoraste al “Liniers real” para entrar a publicar en La Nación.

-No, fue al revés. Con Macanudo, que salía todos los días, me liberé. "Bonjour" salía una vez por semana, entonces necesitaba que ese día detonase, que fuese raro. Eso es simpático, pero el humor de choque con el tiempo deja de ser efectivo. Yo quería hacer una tira como "Mafalda", como "Calvin & Hobbes", como "Peanuts" [conocida aquí como "Carlitos y Snoopy"].

-Con "Macanudo" alcanzás una popularidad tremenda en un contexto no muy favorable: año 2002, crisis económica y política. ¿Cómo explicás el éxito de la tira en esos tiempos?

-Yo creo que justamente es por eso. El diario era la instalación del pesimismo: había guerra en Irak, habían caído las Torres... La primera página era “vamos a morir”; la segunda, fuego; la tercera, “¡aaaaah!”. Yo miraba a mi alrededor, mi mujer, mi familia, y no sentía que se acababa mi vida, mi proyecto de ser humano.

-Pero supongo que la crisis te tocó de alguna manera.

-Obvio, tocó a todo el mundo, pero te tocó el bolsillo, no a las personas que vos querías. Te robaron. Cuando yo era chico me robaron el walkman y me sentía estafado. Pero no te nublaron como ser humano. Para mí "Macanudo" era como un costadito de optimismo al final del diario, como algo antistablishment. Era mi manera de ser rebelde.

-¿Y cómo ves "Macanudo" en estos tiempos poscrisis, que son, al menos, más “macanudos” que en los de 2002?

-Bueno, yo tampoco soy un filósofo, no soy Sartre. Hago un pingüino que hace cosas graciosas. No tengo la menor idea de cómo se ubica la tira hoy, y creo que [ése] no es mi trabajo: mi trabajo es hacerla. El techo que yo fantaseé para mi carrera ya quedó muy abajo. Te aseguro que hace unos años si me decías que iba a publicar en Ediciones De la Flor, [a] hacerle la tapa a un disco de Calamaro [La lengua popular, 2007], [a] hacer recitales con Kevin [Johansen], [a] sacar mi propia editorial, no lo creía.

-¿De dónde sale la iniciativa de La Editorial Común?

-Por un lado surgió en un viaje que hice a Canadá gracias a una beca que me gané, y ahí conocí a la gente que me editaba en francés. Eran pibes como nosotros, y con Angie [su esposa] dijimos “si éstos lo hacen, nosotros también tenemos que poder”. "Macanudo" podía funcionar como un motorcito para levantar cosas más difíciles de vender. Y lo otro: de gente como Maitena, Daniel Divinsky [editor de De la Flor], el editor del suplemento No de aquella época, que se llamaba Guillermo Pintos, de toda esa gente con la que me fui cruzando me quedó una cosa que tengo que devolver en algún sentido. A alguien le tenés que dar una mano, y la editorial para mí es eso. Publicamos muchos primeros libros. También me gusta encontrar gente en diferentes países. Publicamos a una chica colombiana [Powerpaola, con su novela autobiográfica "Virus tropical"] y estamos atentos a las movidas en Perú, Chile y Brasil.

-¿Cómo definirías la línea que persigue la editorial?

-A Angie y a mí nos tiene que gustar. Y lo otro, salvo "Macanudo", obviamente, no queremos publicar humor gráfico, que en América Latina está bastante cubierto. Todo el mundo pudo sacar más o menos su libro, porque hay interés del público en Fontanarrosa, Maitena, Quino. Pero en la novela gráfica, no, y a mí me daba rabia ir a Barcelona, Italia, Francia y ver libros de dibujantes argentinos (Carlos Trillo, Horacio Altuna, Max Cachimba) que no se conseguían en Argentina. Y además queremos editar cosas interesantes de otros países. Después de leer "El arte", de Juanjo Sáez, yo era mejor artista, más valiente, me animaba a hacer experimentos. Son libros que te dan permiso. Picasso debe haber sido lo mismo: cuando desarticuló todo, los que venían atrás deben haber pensado “¡este tipo nos está dando permiso para bardear!”. Y si hay algo que es divertido en el arte es bardear, encontrar las reglas que querés romper.

-Ya que hablamos de bardear, hablemos de un especialista en ello: Gustavo Sala. ¿Cómo leés la polémica por su tira?

-Cada uno llega adonde llega con su cultura y el conocimiento que tiene de la situación. Yo conozco a Gustavo y sé que es el opuesto de un nazi. Es un pibe que piensa muy bien, como Sergio Langer, quien tiene un montón de chistes similares. Pasa que la madre de Langer estuvo en Auschwitz, entonces nadie le va a decir que es antisemita.

-De hecho, el personaje más famoso de Langer es Mama Pierri, una vieja nazi.

-Claro. Langer y Sala hacen sátira, usan el grotesco, que es la forma de denunciar esas cosas. Claro que si uno no tiene la información para decodificar va a entender otra cosa. Le pasaba a Fontanarrosa con "Boogie, el aceitoso". Mucha gente pensaba que lo que Boogie decía, racismo incluido, lo decía él. Lo saludaban por la calle y le decían “¡Ey, aguante Boogie! ¡Negros de mierda!” y Fontanarrosa no entendía nada. Hay otro ejemplo que es el de Michael Douglas en "Wall Street", de Oliver Stone: la frase del protagonista era "greed is good", (“la codicia es buena”). La película quería denunciar a esos hijos de puta, pero Douglas se pudrió de que cuando caminaba por Wall Street los empresarios lo saludaran y le dijeran “greed is good”. Desgraciadamente uno a veces tiene que entender al público. Si yo estoy en un funeral con un fiambre que no conozco y estoy con un amigo que tampoco lo conocía mucho, puedo hacer un chiste por lo bajo. Pero no me paro a hacer un show de stand-up.

-De todas formas, convengamos que Sala viene haciendo chistes en velorios hace mucho tiempo.

-Es que el humor negro funciona así. Es un mecanismo de defensa. Yo entiendo lo que Sala hizo y por qué lo hizo, y también entiendo lo que puede haber pensado alguien que no conocía sus tiras. Lo que pasa es que no midió el nivel de popularidad y el alcance de Página 12.

-En tu caso la identificación entre personaje y autor es deliberada, más que nada en "Cosas que te pasan si estás vivo". ¿Presentás el libro como una autobiografía?

-Todas las historietas del libro son cien por ciento reales, salvo cuando veo visiones de monstruos o cuando hay un ataque de ninjas. Ahora, son anécdotas que estoy dispuesto a hacer públicas. No siento la necesidad de revelar toda mi vida; de hecho, hay algo muy injusto, que es mostrar la mejor cara de mí, no la peor. Es un libro muy cariñoso de cosas que me fueron pasando. Hay cosas que si pasaron de verdad son divertidas pero que si las inventás, no: ése es el registro que busco. Funciona parecido a Twitter. Son pequeñas anécdotas que no sirven para conocerme como persona. Para eso tendrías que leer todas mis historietas y sacar de ahí un promedio.

-De todas formas tenés una metodología de tomar un concepto y darle vueltas durante mucho tiempo. ¿En algún momento agotás las ideas?

-Yo empiezo algunas cosas jugando y después se transforman en trabajo. "Conejo de viaje" empezó como un diario de viaje dibujado y terminó siendo un libro. Ahora me da fiaca dibujar mientras viajo. Con "Cosas que te pasan si estás vivo" ya hice todo lo que quería, le puse un moño y saqué un libro.

-¿Y “Macanudo” es un pozo sin fondo?

-Con “Macanudo” me sigo divirtiendo, sigo haciendo cosas que me sorprenden. Sé que si no me divierte no lo puedo hacer: no lo hago por la plata de La Nación. En ese sentido estoy un poco malcriado: hice demasiado tiempo cosas que me gustan, así que si se transforma en algo tedioso dejo de hacerlo. Puedo vivir de los libros o de otras cosas. Cuando me aburra de “Macanudo”, cierro y mato a todos los personajes.