El anuncio se produjo en Madrid el 1o de diciembre del año pasado: el poeta Nicanor Parra (San Fabián, 1914) era el nuevo ganador del Premio Miguel de Cervantes, entregado sin interrupciones por el Ministerio de Cultura de España desde 1976. Aunque el premio es parte de la rutina anual del ministerio, la noticia se produjo en un contexto muy particular: la crisis política, social y económica que vive España en los últimos meses. Diecinueve días después del anuncio, el saliente PSOE de Zapatero entrega el gobierno al PP de Rajoy, quien eliminó al otro día (literalmente) el Ministerio de Cultura y lo subsumió en uno de Deporte, Cultura y Turismo.

El premio, un cheque de 125.000 euros, será entregado al escritor de manos del rey de España el 23 de abril en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid. Pero el rey se quedará con las ganas porque una semana después del anuncio la secretaria personal de Parra, Jaqueline Muñoz, comunicó que el poeta no viajará a España porque “dice que no hay que subirse a los aviones”. En su lugar lo hará Cristóbal, nieto del poeta.

Chistes de Parra

Una buena cantidad de escritores latinoamericanos ganó el Cervantes: Carpentier, Borges, Onetti, Paz, Sábato, Fuentes, Roa Bastos, Bioy Casares, Vargas Llosa, Gelman, entre otros. Desde fines de los 90 se instaló la tendencia a premiar un año a un escritor español y al otro un hispanoamericano. Y lo escribo en masculino porque apenas tres mujeres recibieron el premio en todos estos años: una latinoamericana (la cubana Dulce María Loynaz, en 1992) y dos españolas (Ana María Matute, en 2010, y María Zambrano, en 1988).

Parra no es el primer poeta chileno en obtener el Cervantes: en 2003 lo recibió el poeta y ensayista Gonzalo Rojas, vinculado en los 30 al grupo surrealista Mandrágora. En la página web del ex Ministerio de Cultura (www.mcu.es/premios/CervantesPresentacion.html) se puede leer el discurso de Rojas y el de todos los ganadores.

Habrá que esperar el de Parra para ver qué tan diferente puede ser al discurso de Rojas. Porque es de esperar que Parra, continuando con su personaje transgresor, escriba un discurso algo más irónico que el de su compatriota, lo cual es altamente probable porque prácticamente no hay poeta chileno contemporáneo a Parra que pueda alinearse con su poesía. Claro que habrá excepciones. Una de ellas es la de Enrique Lihn, quien prologó su libro Chistes paRRa desorientar a la poesía/poesía (1983).

Dos potencias

En Poemas y antipoemas, que apareció en 1954, ya se ven los rasgos que caracterizarán toda la obra posterior de Parra: humor, ironía, experimentación, lenguaje coloquial, formas sencillas.

La antipoesía es un gesto (paradójicamente poético) de rebeldía contra la solemnidad de la palabra poética, que tiene un aire de familia con ciertas vanguardias históricas, sobre todo por su humor irónico y la experimentación no sólo con el lenguaje verbal sino también con el visual. Pero el personaje transgresor de Parra, sobre todo el que puede verse hoy, no debe obliterar el sentido revulsivo de su poesía.

Como expresa en “La montaña rusa”, un poema de Versos de salón (1962) que ilustra el portal web de la Universidad de Chile (www.nicanorparra.uchile.cl), que reúne poesía e información sobre Parra: “Durante medio siglo / La poesía fue / El paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / Y me instalé con mi montaña rusa. // Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / Echando sangre por boca y narices”.

En 1969 Mario Benedetti lo entrevistó en Santiago de Chile luego de publicar su Obra gruesa y recibir el Premio Nacional de Literatura de su país. En esa oportunidad Parra definió la antipoesía como “la vida en palabras”, resituando la propuesta de cierta vanguardia histórica de unir la literatura y la vida: “Me pareció que el lenguaje habitual, el lenguaje conversacional, estaba más cargado de vida que el de los libros, que el lenguaje literario”.

Este aspecto lo llevó a interesarse exclusivamente en el lenguaje coloquial, pero finalmente comprendió que “el lenguaje escrito es una creación del hombre, es una experiencia humana, y en cierta forma también es vida; de manera que los propios libros no están descartados de la antipoesía. Al contrario: alguien ha dicho por ahí que la antipoesía es una síntesis de lo popular y lo sofisticado”.

La antología Obra gruesa (1969) reúne libros importantes como el propio Poemas y antipoemas, La cueca larga (1958), Versos de salón y Canciones rusas (1967) y textos inéditos hasta entonces. Parra continuará empleando esa forma de antologar hasta el presente con libros como Poemas para combatir la calvicie, publicado por Fondo de Cultura Económica de México en 1993, Chistes para de-sorientar a la policía/poesía (título de un libro de tarjetas postales de 1983 en el que varios artistas ilustraron algunos de los antipoemas de Parra), para la editorial madrileña Visor en 1998, o Páginas en blanco, publicado por la Universidad de Salamanca en 2002. Claramente, se trata de un poeta que se reinventó y se reinventa todo el tiempo.

El antimuseo

Tres años después de Obra gruesa, Parra comienza a experimentar con el lenguaje visual con Artefactos, antipoemas con forma de tarjetas postales presentados en una caja, en las que otra vez arremete con todo. Cuando en 1983 publica Poesía política define esta condición en un poema que se llama precisamente “Artefactos”: “Yo no soy derechista ni izquierdista, / yo simplemente rompo con todo”.

Ese “romper con todo” lo llevó a experimentar el cruce entre lo visual -el collage y la intervención en imágenes- y la palabra escrita, sea letra manuscrita sobre un texto impreso o manipulando tipografía. De allí surgen sus artefactos, en los que aparecen los rasgos de su poesía más tradicional (si vale esta categoría en un poeta como Parra): el humor irónico, la parodia o, simplemente, el golpe de efecto para provocar la risa. Y, por supuesto, el diálogo con el lenguaje coloquial, cotidiano, tergiversando el sentido de alguna frase o jugando con las palabras. Como por ejemplo la reescritura de un trabalenguas: “La poesía chilena se endecasilabó / ¿Quién la desendecasilabará? / ¡El gran desendecasilabador!”. El texto interviene la caricatura de un poeta declamando, que parece una estatua y que claramente simboliza la solemnidad de la poesía chilena.

El discurso poético de Parra es una búsqueda permanente de recursos verbales y visuales con el fin (no exclusivo) de desestabilizar, o más bien atentar contra, la institución literaria. Tal vez por esa razón Roberto Bolaño escribió alguna vez con admiración “El que sea valiente que siga a Parra”. Es poco probable que darle la mano al rey Juan Carlos (que no se la dará) y recibir 125.000 euros logren meter en el museo a Nicanor Parra. Pero si eso pasa, seguramente encontrará una salida.