La de Brasil es una economía particularmente perjudicada por el aluvión de capital procedente de los mercados centrales y el área del Atlántico, y la depreciación excesiva del yuan chino operada administrativamente por el gobierno de Pekín.

En Asia, Europa y sobre todo EEUU se apuesta, aunque no en todos los casos por las mismas vías, a ganar capacidad de competir exitosamente en los mercados internacionales de bienes ofreciendo precios más bajos logrados al producir más barato en términos relativos gracias a una cotización baja de la moneda nacional del país que elabora los bienes. La competitividad se convierte en un objetivo buscado ya no tanto a través de la apuesta a la innovación y la productividad sino cada vez más mediante la política monetaria/cambiaria.

EEUU resolvió en el marco de su derrumbe pos-2008, desde el cerno de su liderazgo político, a reorientar su modelo de desarrollo económico aplicado desde la posguerra y basado en el consumo interno, en el cual las importaciones a escala determinaban una masiva oferta de bienes de consumo baratos, hacia un esquema productivo/comercial sostenido en las exportaciones. Y para que éstas ganen la puja diaria del precio en los mercados, las monedas de las economías que las reciben deben estar lo más apreciadas posible. El que deprecia menos pruduce más caro y vende menos. Fue Guido Mantega, el ministro de Hacienda brasileño, quien hace menos de dos años apeló a la precisión y la firmeza para llamar “guerra de monedas” a la particular puja comercial. China sustenta una producción altamente competitiva tanto en virtud de sólidos fundamentos internos (económico-políticos) como de voluminosas tenencias monetarias en valores denominados en dólares, que también son operadas como instrumentos de rentabilidad que convergen en los mercados con fondos de diversos orígenes. Como los que huyen de los bajos tipos de interés de EEUU y Europa hacia destinos más tentadores como Brasil, donde la tasa de referencia de política monetaria (Selic), pese a haber sido bajada 1% por el gobierno en apenas un semestre, se ubica en 9,75%.

El tsunami de capital especulativo que quita competitividad a la economía del gigante sudamericano llevó el año pasado a Brasilia a imponer un tributo especial de 2% al ingreso de liquidez destinada a ser invertida en valores de renta fija. Y este lunes el gobierno amplió el alcance de otro impuesto que grava con 6% los préstamos externos que toman las empresas -sustentándose en emisiones de bonos- y los ingresan al país.

La presidenta Dilma Rousseff ha achacado a la expansiva política monetaria de las economías desarrolladas la generación de los enormes flujos de capital que entran a Brasil y aprecian el real, cuya fortaleza facilita una inundación de productos importados baratos. “Las naciones desarrolladas están generando una masa monetaria que no va a la economía real en el mundo. Produce burbuja, especulación como mecanismo de defensa”, disparó la semana pasada. “Brasil no está diciendo nada que nadie sepa: es importante contener la inflación, pero es importante discutir mecanismos incorrectos de política cambiaria”, añadió desde Hannover, Alemania, acusando de avidez a los bancos europeos. “Están interfiriendo en nuestra economía, es un efecto mundial. Cuando se expande la liquidez provoca una devaluación artificial de la moneda, lo que implica pérdida de competitividad, y es una barrera, una forma de proteccionismo”, remató la mandataria.

Ayer fue Mantega quien volvió a la carga. Citado por ANSA, dijo que su país “no puede hacer el papel de bobo” en el contexto de la “guerra cambiaria mundial”. La actual cotización local del dólar a 1,80 reales está sostenida por el gobierno, sin lo cual cotizaría a 1,40, pulverizando la competitividad del país, recordó. “La principal medida de defensa comercial de Brasil es la administración de la tasa de cambio. Somos partidarios del cambio flotante, pero no podemos hacer el papel de bobos y dejarnos llevar por la manipulación cambiaria de los países avanzados”, afirmó en el Senado.

Pero son potentes los indicios de que la crisis en las economías centrales seguirá centrifugando liquidez. El gobierno alemán aprobó ayer el Mecanismo de Estabilidad Financiera (ESM es la sigla en inglés) que sustituirá desde julio al Fondo Europeo de Estabilización Financiera. Se prevé que el ESM conceda préstamos por hasta 500.000 millones de euros, de los cuales Alemania en principio aportaría 211.000, aunque algunos socios europeos presionan para que la cuota de Berlín sea mayor.