Eduardo Trigo, economista argentino que será panelista en una consulta electrónica sobre el tema, conversó con la diaria sobre este modelo que se propone producir más con menos en momentos en que la economía tradicional busca un refugio en la ciencia. La consulta, titulada “La bioeconomía, ¿un nuevo paradigma para el crecimiento sustentable?”, que se realizará entre el 16 y el 30 de abril, se enmarca en el proyecto “Hacia el desarrollo de la Bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa” (ALCUE-KBBE).

La convocatoria, que aún está abierta a profesionales, técnicos, empresarios y representantes gubernamentales, cuenta ya con más de 130 inscriptos de los 14 países que participan en el proyecto. En el documento preliminar a la actividad, elaborado por Trigo y su par Guy Henry, se afirma que la bioeconomía es una respuesta a cuatro retos globales emergentes y convergentes: el aumento de la población mundial, el crecimiento en 50% de la demanda global de biomasa, la evidencia creciente de que la era del petróleo y la energía barata es algo del pasado, y las preocupaciones sobre el cambio climático. La bioeconomía abarca una amplia gama de sectores productivos como la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la alimentación, la acuicultura, la industria química, los materiales de fabricación y la energía.

La apuesta a crear una plataforma económica con los procesos biobasados es atribuida al menos a dos grupos: por un lado, a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que planteó la emergencia de la bioeconomía directamente asociada a la consolidación de la biotecnología; y a la Comisión Europea, nivel Ejecutivo de la Unión Europea que estableció su interés en el estudio de las ciencias de la vida con énfasis en el uso de la biomasa, y del uso eficiente de los procesos biológicos.

La inversión en tecnología e investigación, así como la transformación de los recursos humanos, son condiciones necesarias para el desarrollo de la bioeconomía. La instalación de biorrefinerías, establecimientos dirigidos a transformar la biomasa en un amplio espectro de productos comercializables y energía, descentralizaría las matrices energéticas de los países. El documento afirma que actualmente, entre 40% y 60% de lo que se produce es desperdiciado antes de llegar a su uso o consumo final.

Polémica en la tranquera

El sector agropecuario será el más influyente en el modelo de la bioeconomía, lo que también trae aparejadas ciertas tensiones en la relación entre la producción de alimentos o de energía, la plantación de organismos genéticamente modificados (OGM) o de sistemas tradicionales, y el uso intensivo de los recursos naturales. Trigo, especialista en economía agrícola, afirma que “la bioeconomía surge en la agricultura, es un motor de cambio, y reposicionará al sector en relación con la economía”. El economista explicó que la bioeconomía es la forma en que la agricultura se inserta en la economía verde. Las brechas, prosiguió, existen y es tarea del modelo económico encontrarlas. “Hay una competencia de los recursos de tierra y evidentemente hay una competencia con los productos alimenticios, pero también existen grandes brechas de producción que no están siendo aprovechadas, y que de serlo permitirán producir tanto alimentos como bioenergía. Para nuestros países sería un salto muy importante en términos de actividad económica”, graficó el especialista, que reconoce una contradicción cuando se instala el tema de la tecnología aplicada a la producción agropecuaria.

“Existe una interesante contradicción a resaltar: todos reconocemos que estamos transitando un camino a la sociedad del conocimiento, y resaltamos cuán importantes son los desarrollos en la tecnología de la información. Pero cuando entramos a hablar sobre la agricultura es como que nos olvidamos de eso y decimos: ‘bueno, si intensificamos la agricultura vamos a tener problemas’. Yo digo que si intensificamos la agricultura lo vamos hacer sobre una nueva base de conocimiento que nos debería permitir el aprovechamiento eficiente de los recursos”. Afirmó después que la producción de OGM respeta el modelo bioeconómico, y que la biotecnología es una parte sustancial de la bioeconomía. Abriendo la polémica, reflexionó sobre el punto: “El foco en la discusión de los transgénicos es esencialmente político. Lo que nos preocupa es la presencia de las grandes multinacionales de la biotecnología, nos preocupa el monopolio”, apuntó.

Otro factor que se suma a la discusión es el de las adquisiciones de tierras realizadas por los productores de OGM. “Ha habido un proceso de concentración de la tierra en la agricultura en Argentina, pero este proceso es muy similar a lo ocurrido en Canadá, Australia, Nueva Zelanda y EEUU, donde eso se produce antes e independientemente del uso de la soja. En Argentina coincidió”, explicó. El economista valora como válida la preocupación en torno a que un grupo de multinacionales controle los recursos naturales, pero insiste en que la “demonización” de la tecnología no es el camino a seguir.