-¿Cuánto hace que no estabas en Montevideo?

-Hace cinco años que estaba fuera de Uruguay. Nací en Suiza -viví 12 años allá durante el exilio-, después volví hasta los 20 años, cuando me fui a estudiar música a un conservatorio en Francia. Luego volví y viví siete años más acá. Después me fui a Irlanda un par de años, a Dublín, y ahora hace cuatro años que estoy en Barcelona...

-Entonces tu estadía en Uruguay ha sido más bien breve.

-Sí, pero muy intensa, porque fueron los años de la adolescencia y la primera juventud. Cosas que marcan a fuego.

-¿Tu formación original es más bien clásica o jazzera?

-Yo tenía un abuelo que dejó muchas marcas acá en Uruguay -Kurt Pahlen- y por él tengo un lado clásico muy fuerte. Compongo y escribo mucha música clásica. Tengo esa veta y otra más por el lado del jazz, el candombe..., no sé, es un misterio.

-¿Qué predomina en tus composiciones?

-En la parte clásica hay mucho que no es de clásico. La otra tiene mucho de jazz porque siempre he sido pianista de jazz, pero con todas las influencias de hoy, que pasan por el rock, el pop, el candombe... Esa segunda veta es más generosa porque toma de todo. La parte clásica es más unitaria.

-El grupo que presentás ahora es, justamente, de tu lado más ecléctico.

-Exacto. Tenemos a Mino Cinelu, un percusionista de las Martinicas al que descubrió Miles Davis en los años 80, después tocó muchos años con Sting, Peter Gabriel, Madonna, con todo el mundo... Tiene una forma de tocar maravillosa, muy sutil, muy fina. Amit Chatterjee, el guitarrista con el que comparto el proyecto, tocó durante diez años con Joe Zawinul en el Zawinul Syndicate. Es un gran guitarrista, pero además un cantante divino... Parece por momentos una deidad india que cantara desde un lugar que no está en la Tierra.

-¿Son canciones propiamente dichas?

-Vamos a hacer un repertorio de ocho composiciones más alguna cosa más libre, alguna sorpresa; cuatro de Amit y cuatro mías. Nos repartimos el repertorio y, a pesar de ser diferentes, las composiciones se llevan bien. Es un show muy basado en la composición, no es que vamos a tocar standards y a improvisar arriba.

-Tocaste con Naná Vasconcelos. ¿Es ya una costumbre de Naná tocar con tecladistas uruguayos?

-Claro, tocó con Hugo [Fattoruso] también. Creo que Naná nos tiene mucho cariño; cuando nos conocimos lo primero que hizo fue nombrarme a Hugo; no paraba de decir, casi como un mantra: “Eu adoro ele”. Un gran cariño. Creo que Hugo despertó eso en todos, en Chico Buarque, en Milton...

-¿Te considerás un tecladista de la escuela de él?

-Creo que es ineludible su influencia. Es como el sol, no podés esconderte de él. Para nosotros, músicos uruguayos, aunque uno se sienta muy lejano, de alguna manera siempre hay un rayito de sol que interactúa con uno. En mi caso, puntualmente, yo tomaba dosis de sol abundantes, unos bronceados..., quedaba negro. Es un tecladista maravilloso y muy original. Es un tipo que no estudió en las escuelas norteamericanas. Es una cosa increíble que pasa acá en Uruguay. No sé de dónde sacó todo lo que sacó Hugo. Si gente como Herbie Hancock o Chick Corea lo ven tocar -y ya lo han visto tocar-, se les caen los libros.

-Siempre tuvo esa forma tan particular de usar los sintetizadores con los timbres de brasses (vientos), tal vez porque no había muchos instrumentistas de vientos en Uruguay.

-Cierto. Son sonidos que no usa nadie, y me voy a atrever a decir que él es el único que los puede hacer sonar de esa manera. No sé cómo hace. Si me pongo a usar yo esos sonidos no va a sonar bien. Tiene un don para utilizar los sonidos, las texturas. Además de ser un excelso pianista es un gran tecladista, con todo lo que eso implica de búsqueda de registros.

-¿Vivís mucho tiempo de gira?

-Afortunadamente tengo períodos en los que viajo, pero también toco bastante en Barcelona, donde tengo mi sede. Europa tiene la ventaja de que por muy poca guita viajás a cualquier lado. La relación que hay con los pasajes es muy distinta.

-Tengo la sensación de que no es un mal período para el jazz. ¿Cómo lo ves viniendo de afuera?

-Para mí ha perdido muchísimo protagonismo a nivel mundial. Hay una invasión masiva de fenómenos, que proceden en mi opinión de Operación triunfo, que dejó una marca muy nociva para la música porque le ha hecho creer a la gente que uno se puede convertir en músico con tres meses de preparación, cuando sabemos que se necesitan años y años de dedicación desinteresada. No por el ego, por la música. Esta democratización del arte es muy compleja; hay una sobreabundancia de información y música. Cualquiera puede subir un video a YouTube y muchas veces es gente que...

-... no debería...

-Bueno, eso ya es un juicio moral. No se puede prohibir, pero sí me parece que está bueno buscar la perfección, y eso toma tiempo, años de compromiso. Creo que el jazz ha bajado un poco por esa ola de información. Además, hay un pop muy barato, simple en el peor sentido -porque hay temas de tres acordes que me encantan, que están hechos con corazón-, hay mucha cosa fea en la vuelta. Es todo imagen, imagen, imagen.

-Curiosamente, en Uruguay el jazz -o sus fusiones- ha tenido una difusión bastante intensa en los últimos años. Evidentemente no es la sensación que se tiene allá...

-Tengo la impresión de que a la gente le cuesta cada vez más escuchar jazz, que es una música muy difícil. Sin embargo, hay compositores que vienen del jazz y que han sabido adaptar algunos elementos pop. Pat Metheny ha hecho mucho dinero tocando música instrumental, algo que logró porque su música tiene algo pop, algo para las masas. Me parece que hay elementos a tomar de eso y es un poco lo que intento hacer con mi música. No que sea fácil, pero que no tenga solos eternos de los que te hacen bostezar, que haya un sentido de la melodía, que no sea un jeroglífico inescuchable.

-Vos sos más del campo de la composición que del de la improvisación.

-Si tengo que elegir me quedo con la composición. Si me obligan... Me parece que la improvisación es maravillosa en su espontaneidad, pero la composición tiene una concentración de conciencia. Tiene un efecto lineal en el tiempo, que se vuelve en algún momento vertical, en una decisión vertical que es producto de un camino lineal, pero en el que te tomaste de pronto seis meses para cristalizarlo. Pero no es producto de la improvisación, es producto de mucho tiempo, de mucha agua que pasó por el río. Eso da algo más profundo que la improvisación.