En la novela que Orhan Pamuk publicó luego de recibir el Nobel de Literatura 2006, el protagonista, un empresario treintañero llamado Kemal, se enamora de Füsun, una prima lejana y bastante menor. El afecto es recíproco, pero como él está comprometido se convierten en amantes por dos décadas. Terminada la relación, Kemal se dedica a coleccionar todos los objetos que los rodearon en el apartamento donde vivieron su amor. Ése es el Museo de la Inocencia que dio título a la novela y que el 28 de abril se transformó en un museo real, ubicado en la zona de Çukurcuma, en Estambul.

El proyecto habría nacido, según declaró Pamuk al portal germanoturco Quantara, en los años 90, y desde el origen ya unificaba novela y museo. “Las dos ideas evolucionaron juntas. No pasó que haya escrito una novela y luego haya decidido convertirla en un museo. Cuando mi hija era pequeña yo la llevaba a la escuela todos los días y siempre pasábamos por una casa en una esquina. De repente un día se me ocurrió la idea absurda de contar una historia en esa casa. Así que la compré y empecé a escribirla”, cuenta Pamuk, descendiente de una familia acomodada. Gran parte del dinero que recibió por el Nobel -un millón y medio de dólares- fue destinado a materializar la segunda parte del proyecto: convertir la casa en museo.

Aunque ahora el museo invita a donar artículos, las galerías están pobladas con objetos reunidos por el propio Pamuk mientras escribía su novela. “Los compraba en mercados de pulgas, como las postales viejas de Estambul. Algunas fotos en blanco y negro son de amigos o de mi familia. Me inspiraba en esos objetos cotidianos y paulatinamente se fueron inmiscuyendo en mi novela”.

Por eso, para quienes leyeron El museo de la inocencia -editado en español por Random House- Mondadori en 2009-, la visita tiene el plus de reconocer objetos descriptos en el texto. Para los que no, se trata de un muestrario de la vida cotidiana de los turcos durante los años 70 y 80.

Además, la instalación del museo marca definitivamente la reconciliación entre la sociedad turca y Pamuk. Enjuiciado por el gobierno en 2007 por afirmar que el Estado turco es culpable del asesinato de un millón de armenios y 30.000 kurdos, Pamuk vivió en un semiexilio hasta hace pocos meses. Ahora, su museo es parte del paisaje de Estambul, la ciudad sobre la que vuelve a escribir una y otra vez.

Pero no todas son rosas. “La rehabilitación de Pamuk y su habilidad para la autopromoción son todavía un asunto delicado en Turquía. Ciertamente hay algo vulgar en erigirse un museo a uno mismo: cuesta imaginarse a Tolstoi trabajando sin cesar en un mausoleo de Anna Karenina, aun teniendo en cuenta lo espléndido que sería tener un museo dedicado a las reliquias de San Petersburgo”, escribe Claire Berlinksi, de The Globe and Mail, pero también aclara: “¿Es entonces el museo de Pamuk un acto de vanidad? No, para nada. Es una obra de arte auténticamente interesante.