Ese resumen surge del último informe “Actividad y comercio” correspondiente a abril del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), donde se señala que “uno de los principales argumentos esgrimidos para devolver” al país la nota que le fuera quitada en el marco de la crisis financiera de 2002 es el referido al “crecimiento sostenido de la economía desde 2004 hasta 2011 con un crecimiento promedio de 5,9%” en el lapso. Y aunque esa variación positiva del Producto Interno Bruto se ralentizó durante el último año como consecuencia de la caída relativa de la demanda desde los centros económicos en crisis y Argentina, “se espera que continúe creciendo durante 2012 y 2013, aunque a tasas más moderadas, cercanas al 4,5% y 4% respectivamente”. Pero, en un contexto mundial “incierto”, ello podría “derivar en un enlentecimiento aún mayor de la economía uruguaya”.

La calificadora mencionada también ponderó la mejora del perfil de la deuda soberana del Estado uruguayo, reconociendo “los esfuerzos por reducir la dolarización de la misma a través de instrumentos denominados en pesos”, habiéndose logrado alargar los plazos de vencimiento de los títulos, incrementar significativamente los niveles de reservas monetarias y acordar acceso con organismos multilaterales a “préstamos contingentes como medida preventiva ante posibles shocks externos”. Y si bien “uno de los principales riesgos para la economía local” es su alta exposición a “la coyuntura argentina y sus posibles derivaciones”, la agencia valoró que esa vulnerabilidad frente al vecino del Plata “ha disminuido” tanto en el frente “comercial como el financiero, lo que redunda en una menor vulnerabilidad externa” para el país.

El telón de fondo de las mejoras en la administración de la economía doméstica es “la confianza en las instituciones y la estabilidad del sistema político, pilares fundamentales en el manejo económico y herramienta indispensable para paliar los efectos de posibles 
shocks, tanto externos como internos”. Al mismo tiempo, las agencias que no dieron el paso de asignar al país el grado inversor “señalan que la inflación aún se encuentra en valores elevados respecto de otros países calificados con el investment grade y que la misma se encuentra la mayoría del tiempo por encima del rango meta establecido por la autoridad monetaria”. Además, puntualizan como “puntos débiles” remanentes en el “esquema institucional y económico” del país “la existencia de una política fiscal procíclica y la ausencia de una regla en este sentido”. Asimismo, se indica como punto bajo “la alta dolarización de la economía” no obstante “los esfuerzos realizados por reducirla” desde la administración gubernamental, realidad que sigue “mermando la eficacia de la política económica y constituye un riesgo adicional”.

Des-confianza

Pero el Cinve recuerda que el acceso al escalafón del grado inversor “actúa como una señal que reconoce un manejo transparente y prudente en el ámbito político y económico”, al punto que ello “genera confianza y podría atraer nuevas inversiones externas”. Ello porque tal condición implica que en el país “se respetan las instituciones y que las variables macroeconómicas no presentan mayores riesgos”. Pero se trata de un aspecto a considerar con un horizonte “prudencial, ya que la decisión y posterior instalación de nuevos emprendimientos de capitales externos” supone “un largo proceso” de esos agentes económicos.

En otro orden, el del llamado “riesgo país”, factor medido mediante el índice UBI, que marca el diferencial de tasas servidas por la deuda respecto de las que pagan los bonos del Tesoro de EEUU (actualmente +1,5%), se indica que “los mercados ya descontaban el aumento de la calificación de la deuda soberana” del país, “aceptando un diferencial de precio acorde a un país con calificación de deuda no especulativa”. Y prosigue el informe del Cinve: “De hecho, si se compara a Uruguay con otros países de la región que cuentan con el grado inversor como Brasil, Colombia y Perú se destaca que el riesgo país era similar aun antes del cambio de calificación de abril” por S&P.

Junto a ello, es dable esperar que “al mejorar la perspectiva sobre la probabilidad de impago uruguayo”, al gobierno se le vuelva “más sencillo emitir u obtener fondos a nivel internacional”, es decir que “el endeudamiento futuro sea menos oneroso y posiblemente a plazos mayores”.

En lo inmediato, prosigue el estudio de la entidad académica, ya se verificó un “correlato en la demanda de los papeles uruguayos” por los inversionistas, lo que a su vez determinó que “los bonos uruguayos aumentaron de precio por una mayor demanda” desde el mercado. Y al ubicarse ahora los títulos del Estado en el selecto grupo de “papeles seguros”, también puede preverse que se reduzca “el impacto” sobre ellos en caso de profundizarse la incertidumbre y generarse tendencias o eventos de flight to quality (vuelo hacia la calidad), es decir, “cuando el mercado se vuelve más adverso al riesgo y los inversores se desprenden de papeles riesgosos para posicionarse en activos seguros”.

Otro aspecto positivo es la posibilidad cierta de captar inversiones en deuda de fondos externos que “sólo están autorizados a invertir en países o deuda calificada con el grado inversor”, como ocurre con los fondos de pensión de Europa y EEUU.

Sin embargo, matiza el Cinve, “no todos los efectos” del grado inversor son de signo positivo desde que “el posible ingreso de capitales” mencionado más arriba “tendría un impacto a la baja sobre el tipo de cambio, apreciando la moneda nacional y reduciendo la competitividad externa de los productos nacionales”. Esto le ocurrió a Brasil desde 2008 en adelante, y para contrarrestar esos efectos Brasilia “instauró un impuesto a los capitales extranjeros para desincentivar la llegada de capitales especulativos y reducir el impacto a la baja sobre el tipo de cambio”.