Ana Lila Downs Sánchez es considerada en el primer mundo una artista de world music, algo que tiene cierta exactitud si se considera el eclecticismo de su obra musical, compuesta y arreglada en buena parte con su esposo, el saxofonista estadounidense Paul Cohen. También ha sido actriz -incluyendo participaciones en la película Frida (Julie Taymor, 2002) y el documental Fados (2007), de Carlos Saura-, productora y reconocida activista de muchas causas sociales, siendo un personaje de características renacentistas. Pero ante todo es una cantante mexicana, nacionalidad palpable en todo lo que ha cantado hasta el momento y de la que es una suerte de embajadora artística en donde quiera que ha llegado, como es el caso de nuestra ciudad, donde su actuaciones fueron largamente comentadas en los meses que las siguieron.
No sólo su paso dejó muchos recuerdos en Montevideo, también la capital dejó sus recuerdos en la cantante. “Me da mucha gracia que me traten de vos. Hemos estado ahí una vez hace un tiempo”, recuerda Downs. “Me encantó esa especie de silencio que ustedes llevan en su persona, así como en esos ojos profundos se siente una cercanía y también una antigüedad muy especial. Eso que llevan en ustedes que es tan sencillo en las formas, además de la ciudad de Montevideo, que es tan pintoresca y sobria a la vez. No sé si será la edad, pero me siento muy atraída por sitios así en este momento... ahora, en mi vejez”.
Con 43 años, Downs está lejos de ser vieja, pero sí es una artista veterana que desde los 80 fue vocalista de formaciones sin demasiada trascendencia como Los Cadetes de Yodoyuxi o La Trova Serrana, antes de lanzarse como solista, carrera en la que tampoco gozó de un éxito inmediato, sino que tuvo que esperar a la edición de La Sandunga (1999) para conocer el auténtico reconocimiento de sus compatriotas y firmar con EMI y editar primero Árbol de la vida (2000) y La línea/Border (2001) después -un disco que originalmente había sido concebido para ser cantado en inglés, pero terminó siendo mayoritariamente castellano- para conseguir el reconocimiento internacional y convertirse en una artista con millones de seguidores y tres Grammy en su haber.
En su crecimiento como música, Downs se ha vuelto también una artista políglota, que no sólo graba en castellano e inglés, sino que suele también incluir en su repertorio canciones en mixteco, zapoteco y náhuatl, idiomas poco conocidos fuera de México pero en los que ha incursionado con conocimiento y respeto, dándoles un lugar de importancia en un sonido que ha incorporado no sólo los distintos ritmos de su país, sino que también se ha hecho poroso tanto al jarocho, la cumbia y el fado como al rock, el jazz y el hip-hop. También son habituales en sus discos otros cantantes de habla hispana tan diversos como Enrique Bunbury, Emanuel Horvilleur, Mercedes Sosa, Rubén Albarrán (Café Tacuba) y La Mari (Chambao), ampliando mediante otras voces la variedad de su repertorio.
El pintoresquismo montevideano del que habla Downs y que le llama tanto la atención tal vez no sea tan palpable para los que vivimos en esta ciudad, pero evidentemente debe de ser algo muy distinto a la Oaxaca natal de Downs, lugar en el que aún reside cuando no está de gira y que es omnipresente en sus letras y canciones: “Yo creo que el cielo de mi tierra es muy especial, recuerdo también las nubes que son únicas y las montañas del entorno. Y también el olor a madera, porque siempre había alguien cocinando algo o quemando algún barro por ahí, porque se trabaja mucho con la cerámica que se hace a partir del barro”.
De hecho, en su último disco incluye una versión del vals compuesto por Macedonio Alcalá en 1968, “Dios nunca muere”, una canción compuesta en honor a la Virgen María que es considerada el himno de facto del estado de Oaxaca, del que María es la patrona. “En realidad”, explica la cantante, “es una versión distinta de la letra, no es la que se utilizó en la película y que grabaron Javier Solís y Pedro Infante. Es una letra con la que yo crecí en mis primeros años allá en Oaxaca y que no es tan conocida, y me gusta porque contiene esa metáfora sobre la pregunta de ‘¿quién eres, Dios mío?’, que me parece muy singular, esa pregunta del tú por tú. Eso me parece fascinante, porque refleja el tipo de relación que en el mundo indígena yo creo que llevamos con la vida y con la muerte. Y bueno, además es un tema que surge en un momento en el que muchos enfrentamientos políticos tienen lugar en Oaxaca y yo creo que es una canción que puede proveer un poco de cobijo a personas que ahorita están sufriendo por la violencia en nuestro país. Cuando estás en un momento desesperado, piensas en estas cosas”.
La versión de Downs no está tampoco escrita por ella, sino que fue recogida de las múltiples variables de esta canción popular: “Es la versión que se cantaba en mi tierra y la que se hizo conocida por el famoso trío Montealbán. Nos costó mucho averiguar de quién era la letra. Y ni te podría decir ahora quién la escribió, me parece que fue un compositor zapoteco. Esta versión es la que me parece más cercana al pueblo, mientras que la otra, si bien dice cosas muy bonitas, me parece muy literal. Acá está, el compositor de la letra es Julián Maqueo, obviamente es una pieza de Macedonio Alcalá, que es el gran compositor oaxaqueño que nosotros veneramos”.
Pero la lírica de Downs no se ha limitado a describir las bellezas de Oaxaca, sino que -siendo una de las artistas más populares de su país- sus discos suelen comentar diversos problemas sociales como la migración, la discriminación, los problemas de los indígenas, hechos históricos como la Matanza de Acteal (una masacre de indígenas por parte de grupos paramilitares en el estado de Chiapas, a la que hace referencia el tema “Smoke (Acteal)” del disco La línea) o personajes como la militante de los derechos humanos Digna Ochoa o el mismísimo símbolo de la Revolución Mexicana Emiliano Zapata, al que dedica su último videoclip y el tema -incluido en su último disco, Pecados y milagros (2011)- “Zapata se queda”, que interpreta con la legendaria cantante folclórica colombiana Totó la Momposina. Dice Downs: “Creo que con los actuales problemas de violencia me he puesto a pensar mucho en alguna respuesta a las preguntas que se hace la gente. Cuando en tu país ves tanta sangre y cuerpos mutilados, te preguntas a tí mismo: ¿y esto qué significa?, ¿qué significa para mí y para la gente? Y creo que he pensado en personajes que me inspiran y que por su fuerza de representación se han convertido en esos arquetipos que llevamos en nuestros sueños. A mí me pasa, en realidad, que cuando voy a Oaxaca a visitar a mi mamá, a las tres de la mañana ya no puedo dormir, siempre me despierto a esa hora. Entonces, me puse a componer unos versos que tienen que ver con ese contacto con el más allá y con alguien llamado Zapata, así como también con preguntarle y comentarle, mediante la canción, que mientras sueñe con él, mi destino estará bien, porque creo que todavía muchos mexicanos seguimos muy enamorados con esa idea. Al mismo tiempo, esto es una contradicción porque por tener la pistola en la mano es que no podemos llegar a otro tipo de soluciones”.
En todo caso el 23 de junio no habrá ni pistolas ni violencia sobre el escenario del Plaza, sino simplemente un amplio repertorio de una intérprete de primera línea, de las que demuestran que popularidad, amplitud musical y trascendencia lírica no son necesariamente términos opuestos.