-Antes de hablar sobre Gala III, ¿cuál es tu evaluación del estreno de La bayadera, el anterior estreno del Ballet del SODRE?
JB: -Estoy muy feliz con el trabajo que se hizo, creo que cambió la mentalidad de los bailarines. Traer la obra La bayadera y tener a Natalia Makarova un mes trabajando acá y ver la responsabilidad que tenían los bailarines fue un paso muy importante y eso se nota en los ensayos, en el trabajo de ellos, en cómo incorporaron un poco más el profesionalismo, la disciplina, la necesidad de querer aprender más. Quizá vieron que no soy el único hinchapelotas, que es la forma de trabajar en las grandes compañías. Creo que cambió mucho la cabeza, las mujeres hicieron un trabajo increíble, no es una obra fácil. Makarova por suerte se fue muy contenta con el trabajo de la compañía y con lo cálidos que son los bailarines. El trabajo de Martín García, el director de la orquesta, también fue maravilloso, es dificilísimo estar atento, saber el ritmo de cada bailarín y de cada reparto que va cambiando, creo que el trabajo de la orquesta fue con más armonía, con más predisposición y para los bailarines tener el vivo siempre es maravilloso. Por eso en esta producción también vamos a tener el vivo. Estoy muy feliz con los bailarines. Por supuesto, todavía nos queda mucho por crecer y hacer, pero creo que trabajar un estilo de Nacho Duato o de Antony Tudor va a ser un aprendizaje muy rico para la compañía y también para el público, que verá a la compañía en otra faceta totalmente diferente.
-De acuerdo a las obras que ha estrenado el ballet en los últimos dos años, se puede decir que te has preocupado por que el elenco estatal sea una compañía de repertorio, que rescate el legado de los más prominentes coreógrafos latinoamericanos, como Nebrada, Wainrot o Aráiz, y no deje de lado la danza contemporánea. Esta Gala III de Ballet sería precisamente una de las propuestas más innovadoras, ya que cuelga momentáneamente los tutús y los ornamentos del ballet para desarrollar un lenguaje más contemporáneo.
JB: -Dentro de estas coreografías, creo que lo que va a presentar Martín es otro giro más para que el público vea que la compañía se está volcando más a las obras del siglo XXI, a un estilo de trabajo totalmente diferente del de los coreógrafos del siglo XX. Me interesa seguir buscando y trayendo estos grandes coreógrafos al repertorio, porque es un aprendizaje para los bailarines y el público, es una forma de que el teatro y la danza sigan creciendo, teniendo una base más firme, más fuerte, y que el bailarín esté más preparado.
-¿Qué tuviste en cuenta a la hora de elegir las obras que forman parte de la Gala III de Ballet?
JB:-Nada [risas]. Son obras que a mí me gustan, coreógrafos que a mí me interesa tener en el repertorio. Se da de casualidad que las dos primeras obras son muy líricas, es una noche en la que vas a estar relajado.
-Pero son obras que tienen varios puntos en común. The leaves are fading, de Antony Tudor, y Without words, de Nacho Duato, tienen en común un lenguaje más bien abstracto sin una narración (aunque Tudor prefería hablar de una obra vacía, no abstracta) y una estrecha relación con la música, de Schubert en el caso de Duato y de Dvorak en el de Tudor. Además ambas exploran temas vinculados al amor y el paso del tiempo. ¿Te interesan particularmente esos temas? ¿Qué fue lo que más te atrajo de estas obras?
JB: -Pero mirá que Tudor tiene obras con historias muy fuertes. Ésta no, ésta es muy lírica, muy del amor, es el otoño, tiene esa cosa medio triste, romántica, melancólica. Es muy bonita la música, fabulosa, el estilo que tiene, los movimientos, es un movimiento continuo, no hay nada cortado, para mí es una de las obras emblemáticas de Antony. La coreografía de Duato también es muy lírica, tiene mucho de la línea de Kylián, no hay que olvidar que fue bailarín de su compañía. Es maravilloso tener una obra de Nacho Duato, es un gran coreógrafo, difícil de conseguir.
-¿Es muy costoso conseguir los derechos de las obras de Duato?
JB: -No sé si costoso, pero siempre… “es un país pequeño, bla, bla, bla”… Uno trata de hacer cosas de calidad y nivel, tampoco porque pidan tanto nos vamos a regalar, hay que hacerse valer también.
Múltiplos de tres
-Es rarísimo verlos a ustedes dos juntos. En el mapa de la danza contemporánea local Martín es un coreógrafo joven; de pronto hay coreógrafos que hace muchos más años que están trabajando, pero él hizo una carrera bastante vertiginosa, con mucha obra, en poco tiempo, y se destacó rápidamente. ¿Cómo surgió el contacto con él?
JB: -Cuando empecé a buscar, uno de los primeros nombres que surgieron fue el de Martín.
MI: -Toqué timbre.
JB: -Tocó timbre, dijo que le interesaba trabajar en la compañía y cuando le mencioné a Jorge [Drexler] que quería que hiciera una música para el ballet me acordé, lo llamé y le mandé un mail para ver qué onda tenía con Jorge, a ver si se llevaban o no. Yo a Jorge no lo conocía personalmente, ganó un Oscar y bueno, no sabés, de pronto te dice ‘no, este chico no me gusta’. El primer paso que di fue Jorge, por suerte le gustó la idea, se engancharon los dos, yo me puse en contacto y que se arreglaran ellos, que se mataran ellos, yo quería una obra y punto.
-¿Les diste alguna directiva?
JB: -El tiempo. Que la obra no tuviera más de 30 o 25 minutos, porque cuando hay una creación yo no sé lo que van a hacer, entonces una obra corta es más fácil de mover para el comienzo o el medio. Sabés que la gente luego de 25 minutos se empieza a mover. No pedí una historia sino una obra sobre lo que sienten como coreógrafo y como músico. Confié en que los dos son profesionales y saben lo que es un espectáculo.
-Martín, ya trabajaste anteriormente con el Ballet Nacional SODRE con el montaje de una obra sobre Ana Frank. ¿Imaginaste alguna vez que ibas a ser convocado por Julio Bocca e ibas a tener que coreografiar para la compañía estatal?
MI: -No, me agarró de sorpresa no sólo el hecho de que me llamara Julio sino que me pusiera en contacto con Jorge y trabajar así de cero, entonces es el riesgo que corrió Julio también, porque podía funcionar o no. Al principio lo consultábamos a cada rato, pero él nos dijo ‘tráiganme una obra más avanzada’. Él estaba confiando en nosotros.
-¿Sobre qué lo consultabas?
MI: -Sobre qué es lo que queremos contar en escena, porque eso fue el comienzo de nuestro trabajo con Jorge: antes de qué música, qué coreografía, nos planteamos cuál es el mensaje que queremos llevar adelante, qué queremos comunicar. Y a partir de eso empezamos a desarrollar un guión primario.
-¿De qué se trata “Tres hologramas”?
MI: -La anécdota a partir de la cual surge la creación es un hombre que ve un haz de luz y ese haz le recuerda un haz de luz que veía cuando era niño en su casa, y atrás de ese haz de luz empiezan a aparecer todos los recuerdos que él se había olvidado de su vida. También es gracioso que hayas mencionado el amor, porque yo lo enfoqué mucho hacia sus amores, sus parejas, su madre, su padre, su mejor amigo, cómo fueron sus vínculos desde el amor. En el proceso se va encontrando con estos personajes que son como si fueran hologramas que se le van presentando. Toda la creación está dividida en tres: porque son tres las notas de la milonga y Jorge trabajó mucho con la milonga, tres movimientos tiene la obra y tres estilos o calidades musicales muy diferentes, las mismas tres que yo intenté plasmar en la coreografía, lo clásico, lo contemporáneo y la milonga. Son tres lados de una misma historia. Coreográficamente mantuvimos el tres, son 24 bailarines porque es múltiplo de tres, hay tres grupos de trabajo siempre, y como nosotros decimos, somos Julio, Jorge y Martín. El tres fue un número que estuvo desde el comienzo y a partir de eso creamos “Tres hologramas”.
-¿Qué elementos lleva a escena “Tres hologramas”? ¿Sigue la línea de tus últimas producciones?
MI: -No. Es bien diferente de las últimas producciones que se vieron en Uruguay, se acerca más a lo que hago con la Compañía Nacional de Danza de Venezuela o en Alemania, al formato grande, al lenguaje más físico sin el uso de lo teatral o de la imagen. Está creado específicamente para esta compañía. Si bien hay una marca de mi lenguaje del movimiento, también están los tres lenguajes que dialogan. Ellos tienen una formación clásica y están bailando contemporáneo, y ese encuentro genera una nueva calidad, entonces creo que es diferente a todo lo que vengo haciendo acá en Uruguay.
JB: -Menos mal. [risas]
-¿Cómo ven la danza y qué es la danza para ustedes?
JB: -La danza es algo cotidiano, uno está bailando todos los días, creo que es algo importante para cualquier ser humano, una forma de conocer tu cuerpo, tu movilidad. Creo que la danza une. El otro día estábamos en Paraguay promocionando la gira, estaba el que nos lleva que es paraguayo, el embajador uruguayo y yo que soy argentino. Imaginate en el Mercosur esa unión. Con la danza era todo bien, fiesta, proyectos, la danza puede unir porque no hay un idioma, simplemente el idioma del cuerpo cotidiano habitual.
MI: -Está bueno pensar que la danza dice quién soy y mi cuerpo dice quién soy. Para mí la pregunta es qué no es danza, porque todo, desde que me levanto hasta que me acuesto, cómo veo y cómo se mueve la gente, para mí todo es parte del movimiento y parte de la danza. Lo que te diferencia a vos de mí y lo que me une contigo también. A partir de eso tomo elementos para después llevar a escena y poder entender todo como un mismo lenguaje.