Peter Higgs la descubrió y Leon Lederman le puso el nombre: la “partícula de Dios” era conocida como “bosón de Higgs” desde 1964, pero en 1993 a su colega (premio Nobel en Física y además divulgador de la disciplina) se le ocurrió un nombre más pegadizo. De hecho, el nombre original pintaba más atractivo aún: era la “goddamn particle” o “partícula maldita”, pero por motivos de brevedad y corrección política quedó en “God particle” o “partícula de Dios”.

Lo de “maldita” venía por lo difícil que era detectarla: se trata de una partícula altamente inestable que mantendría su estructura por apenas infinitesimales fracciones de segundo. Provocar su aparición demandó la construcción, por parte del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN, por sus siglas en francés), del Gran Colisionador de Hadrones, un enorme tubo circular subterráneo de 27 kilómetros de circunferencia, que tiene centro en Suiza pero que cruza la frontera francesa. El colisionador permite provocar el choque de dos protones (que se lanzan en direcciones opuestas del tubo) para simular la explosión primigenia -el Big Bang- que habría dado origen al universo hace 13.700 millones de años.

Por su parte, la referencia al demiurgo se debe a que demostrar que existía era el detalle que faltaba para comprobar las teorías elaboradas por Higgs y compañía hace medio siglo. La necesidad de ratificarla era grande porque en los hechos es el modelo consensuadamente aceptado por la física y porque su funcionamiento “cerraba” en muchos otros planos, incluido el de la astrofísica.

Las otras 11 partículas que predecía el modelo ya habían sido detectadas, pero la “partícula de Dios” es central, porque es la que explica por qué tienen masa las demás partículas subatómicas surgidas inmediatamente después del Big Bang. Es el “bosón de Higgs”, que tiene una masa de entre 124 y 126 gigaelectrovoltios (un gigaelectrovoltio equivale a la masa de un protón), el que genera un campo que dota de masa a las demás partículas. Ese campo -“campo de Higgs”- es una de las fuerzas que actúan tanto en lo ultramicroscópico como en lo cósmico; entre otras cosas, permite comprender por qué la materia está cohesionada a escala subatómica y a la vez se dispersa a escala galáctica.

Lo que se anunció ayer es que, despejados los errores de los datos que arrojaron los análisis realizados durante 2011 y parte de 2012 por las 3.000 computadoras y mas de 1.000 científicos del CERN, “lo más probable” es que se haya detectado la existencia de un bosón de Higgs, según Rolf Heuer, director del CERN.

Entre los que recibieron in situ el anuncio en Ginebra estaba el mismísimo Peter Higgs, de 83 años, quien confesó que no esparaba llegar con vida a la confirmación de su teoría.