Hay una fábula que cuenta que un día hubo un gran incendio en una selva y todos los animales emprendieron la huida, salvo un picaflor que con su pico juntaba agua para volcarla sobre las llamas. El resto de los animales comenzó a decirle que estaba loco, que cómo podía pensar que de esa forma acabaría con el fuego. Inmutable, el animal respondió: “No sé si voy a apagar el incendio, pero hago mi parte”. “Yo quiero ser como el picaflor”, concluyó el jueves María Emilia Riotorto, una chica sorda de 19 años que dio una charla para otros jóvenes sordos contando su viaje a Estados Unidos, donde participó de la XIX Conferencia Internacional sobre VIH-Sida.

La evocación del picaflor no surgió de la nada: su imagen estaba en la última diapositiva del Power Point con el que María Emilia acompañó su relato en el boliche Kalima, en Montevideo. Ese pájaro integra el logo del Instituto Interamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo (IIDI), que junto con el Programa de Educación Sexual de la Administración Nacional de Educación Pública editó Es parte de la vida (ver la diaria del 27/04/12), un material de apoyo sobre educación sexual y discapacidad. A partir de uno de los talleres concretados en el liceo IAVA, el IIDI seleccionó a María Emilia para representar a las organizaciones de jóvenes con discapacidad en la conferencia realizada del 22 al 28 de julio en Washington. Así como en la charla del jueves, María fue acompañada por Adriana, su madre e intérprete en el lenguaje de señas. El día anterior concurrieron al congreso a la Universidad de Gallaudet, específica para personas sordas.

Muchos de los que asistieron a Kalima estudian en el IAVA y otros habían pasado por esa institución; había varones y mujeres, todos interesados en la temática. El resto del boliche se fue llenando y durante un par de horas reinó el silencio casi absoluto que involucraba a los charlantes. Lo merecían.

Grandes minorías

“Hasta los 17 años no sabía nada de sida, recién ahí en [una clase de] Biología me empezaron a enseñar qué era, sobre el condón y todo eso. Ahí me di cuenta de la importancia y del cuidado”, explicó María Emilia, quien agregó que entendió la dimensión del problema en el congreso. Pero de su viaje no sólo trajo información sobre el virus y la enfermedad, también se maravilló con Nueva York, con ciudades limpias, con muchedumbres de gente y constató que en todas partes existen minorías. “Discapacitados en silla de ruedas, ciegos, sordos de China, África, Estados Unidos, había gente de todas las religiones y muchas razas, era impresionante”.

María Emilia reprodujo anécdotas aportadas por otros participantes sobre la discriminación y la desinformación de personas pobres de África o de aborígenes en Estados Unidos; para que sus pares entendieran las dimensiones, comparó: “Empecé a sentir que era la misma situación que tenemos los sordos: no tenían información ni familiares que los apoyaran y que les enseñaran absolutamente nada, cometían errores, había embarazos adolescentes, transmisión de enfermedades. Es lo mismo que les ocurre a todas las minorías porque es como si no tuviéramos los mismos derechos: los aborígenes, los discapacitados, todos tenemos los mismos derechos, necesitamos información, apoyo de la familia, necesitamos políticas de Estado, igual que cualquier persona y que cualquier ciudadano. En la mayoría de los países se piensa que los discapacitados no tenemos que tener sexo, ¿y por qué no? Si nosotros tenemos sentimientos igual que cualquier persona [...] Lo que pasa es que nos falta información y cometemos errores, pero no es culpa de nosotros y no es culpa de los discapacitados”.

En el congreso “conté la situación en Uruguay: todo es secreto, nunca se habla del tema de frente, nunca se habla del sida”.

Rutas de salida

María Emilia propuso que “haya políticas de Estado que nos apoyen en la lucha por el derecho a la información”. Compartió que regresó pensando en “trabajar con un grupo de jóvenes sordos y recorrer todo Uruguay, porque me imagino lo que tiene que ser la situación en el interior del país, en el campo, con sordos que no tienen información ninguna”. La joven se postuló como líder para esa tarea, lo que coincide con una de las propuestas del IIDI: formar referentes que difundan sus derechos en sus colectivos.

Sergio Meresman, referente del IIDI, dijo a la diaria que tienen intención de “desarrollar una estrategia de mediano plazo para formar gente y crear materiales” accesibles para las personas sordas. Parte de ello es el video elaborado luego de uno de los talleres (http://ladiaria.com.uy/UBP), que es el primer audiovisual uruguayo sobre prevención de enfermedades de transmisión sexual en lenguaje de señas. Luego de su exhibición los jóvenes que estaban en Kalima preguntaron sobre formas de transmisión del virus. Varias de las interrogantes fueron respondidas por Juan José Meré, integrante de ONU Sida en Uruguay, pero también por algunos de los chicos sordos.

María Emilia inició una de las respuestas sobre transmisión del VIH apoyada en imágenes que diferenciaban con colores de qué maneras se contagia y de cuáles no. A eso aludía Meresman al referirse a los materiales accesibles: “Esquemáticos, claros. Estamos acostumbrados a materiales más sofisticados que no son accesibles”. En esa tarea de encontrar multiplicadores, Meresman indicó: “Necesitamos prepararnos para prepararlos a ellos para poder llegar a toda la comunidad”.

Articulación del pensamiento

Pedro, de 18 años y estudiante de 6º Derecho en el IAVA, fue uno de los participantes más activos y demostró tener un gran conocimiento sobre el tema. “Por suerte, tengo la posibilidad de buscar información y acceder, me preocupo mucho por estar informado, busco actualizaciones en internet constantemente”, expresó en diálogo con la diaria. “Desde chico siempre recibí apoyo de mi familia”, dijo, y al ser consultado por sus pares reconoció: “La verdad es que la situación es diferente a la mía; yo veo a otros compañeros que no tienen información y trato de compartir con ellos lo que leo”.

En ese plano, Pedro consideró: “Es fundamental que en la televisión haya subtítulos y que los sordos puedan acceder a comprar diarios, a la lectura”. Justamente, la limitación del acceso a la lectoescritura y a la lectura labial es una restricción extra que no tiene tanto que ver con la discapacidad sino con carencias sociales, como por ejemplo la falta de intérpretes en las escuelas o de acceso a técnicos especializados.

Rodrigo, de 25 años, cursa 5º año en la Facultad de Artes. También tuvo apoyo de su familia, que habla lengua de señas. Opinó: “La dificultad más grande de las personas sordas es la familia, la información no se puede transmitir y esta situación se agudiza en el interior; en Montevideo hay educación especial, hay intérpretes, pero en el interior la situación es mucho más compleja y la educación es más escasa”. Por ejemplo, él cursó secundaria en el IAVA, intérprete mediante, y desde que ingresó a la facultad se acoge a un beneficio de Bienestar Universitario de la Universidad de la República, que facilita ese mediador para que personas sordas puedan estudiar. Pero el joven no podía obviar las carencias en otras áreas: “Se necesita que haya un intérprete dentro de cada servicio público, en cualquier oficina, en el liceo, en la escuela, es un apoyo que tiene que dar el Estado”. Respecto a la sexualidad, señaló que la información básica la recibió de su familia, que luego profundizó con otros compañeros sordos y con charlas recibidas en el liceo: “Ahí comprendí muchas cosas que antes no había entendido, había un vacío para mí y eso es muy peligroso para la vida”.

El lenguaje es el motor del pensamiento, de allí la insistencia por acceder a él. Cada país tiene su propio lenguaje de señas, aunque hay coincidencias. Luego de charlar con sordos de diferentes países María Emilia aseguró: “Nos entendimos, hay formas, con algunas señas, vamos haciendo como teatro. Cuando estamos juntos [los sordos] nos encontramos y automáticamente entramos a mover las manos, nos llamamos como imanes, nos pegamos, empezamos a hablar y nos entendemos, tenemos identidad”.

El lenguaje de señas en la televisión es reclamado por la colectividad y sus familiares; sin embargo, sólo Televisión Nacional del Uruguay (TNU) lo ha incorporado y únicamente a los informativos. Adriana, la mamá de María Emilia, indicó que luego de una entrevista en un canal privado le preguntaron: “¿Cuántos sordos hay?”. Atinaron a decir 30.000 y, calculadora en mano, las autoridades del canal dijeron que no les convenía incorporar intérpretes.

El 25 de agosto por primera vez se transmitió por un canal (TNU) el Himno Nacional en lenguaje de señas por jóvenes sordos. “Libertad en la lid clamaremos”, cantaban, y viene a cuento porque la Real Academia Española otorga dos significados a lid: “combate, pelea” y “discusión”. En este último sentido, la batalla por su independencia continúa pendiente.