-¿Qué tan diferente fue tu experiencia de traducir El rey pálido comparada con tu trabajo sobre otros libros de Foster Wallace?

-La principal diferencia fue que hasta entonces solamente había traducido libros de relatos de Wallace. Fue la primera vez que me enfrenté con una novela entera, con lo cual todo el trabajo de planificación, la reconstrucción de la terminología (en este caso, la terminología fiscal), etc, fue mucho más larga y trabajosa, y ésa es la parte que se añade al trabajo de traducción en sí. El estilo de “El rey pálido” es muy parecido al estilo de “Extinción”, lo que se podría llamar el estilo tardío de Wallace, y en cierta manera “El rey pálido” se presenta un poco como libro de relatos, con muchas narraciones autónomas y ecos de libros de relatos anteriores. Así pues, en ese sentido no hubo un gran cambio. Sin embargo, las partes más puramente novelísticas sí que exigieron la construcción de un armazón de apoyo para la traducción: desde la terminología hasta la inteligibilidad del conjunto, la alternancia a veces mecánica y a veces inesperada entre el tono cómico y el trágico, etcétera.

-¿Cuál de esos libros te resultó más desafiante a la hora de traducirlo? ¿Y cuál disfrutaste más?

-Supongo que los que más disfruté fueron “La niña del pelo raro” y “Entrevistas breves con hombres repulsivos”. Son, creo yo, los dos mejores libros suyos que he traducido, y “La niña del pelo raro” fue el primero que leí, además de ser el que tiene la mayor variedad de registros y tonos y el más sorprendente. El mayor desafío supongo que me lo ha dado “El rey pálido”, por las razones que mencionaba más arriba, y tal vez también “Extinción”, porque participa del mismo todo ensimismado. “Algo supuestamente divertido” y “Hablemos de langostas” manejan un tono muy distinto, que a menudo es más liviano y que a mí personalmente no siempre me resulta tan convincente emocionalmente como la ficción.

-La novela como fue publicada es, en gran medida, una reconstrucción a cargo de Michael Pietsch, el editor, quien comenta que la estructura de “La broma infinita” (en cuya traducción también participaste) fue una suerte de modelo. Al momento de pensar en llevar al español los distintos tonos y estilos que aparecen en los sucesivos capítulos, ¿también tuviste de alguna manera en cuenta el ejemplo de la novela anterior?

-No, en absoluto. Yo no hice esa traducción y no me identifico para nada con ella. Yo únicamente revisé parcialmente la traducción, pero me la encontré ya hecha y además de una manera en que yo definitivamente no habría traducido ese libro. Lo que sí creo es que el editor de “El rey pálido” reconstruyó el material del libro usando como modelo “La broma infinita”. Es muy visible en ciertos detalles: la alternancia de capítulos cortos y largos, la alternancia de capítulos humorísticos con otros lúgubres, espaciando los capítulos “mayores”, con esa especie de ritmo entrecortado y disonante que caracteriza a “La broma infinita”. La idea de una progresión de los distintos personajes centrales que queda abierta, las tramas centrífugas en vez de centrípetas, etcétera. En cierta manera, la forma en que “El rey pálido” fue montada, al estilo de una película inconclusa, viene a ser una especie de imitación de “La broma infinita”. Imitación en el buen sentido, claro. Es lo que habría hecho cualquiera: buscar el modelo en la novela anterior. Lo que es imposible saber es qué hubiera hecho el autor con esos materiales. Leyendo la versión publicada, yo personalmente tengo la sospecha de que “El rey pálido” iba a ser una novela bastante más larga y dispersa que “La broma infinita”.

-Además de traductor sos novelista; ¿cómo se relacionan ambas facetas de tu trabajo? ¿Sentís que tu traducción de gran parte de la obra de Wallace ha influido tu escritura de ficciones?

-Sí, al principio mismo de mi carrera, en mi primer libro, hay muchos temas sacados de Wallace, no solamente de él, sino del núcleo de autores de su generación influidos por “Ruido de fondo” de Don Delillo. Para entendernos: el tema de la realidad creada por los medios, de los personajes muertos por dentro, etcétera. Mis dos primeros libros en ese sentido no son demasiado maduros, había un peso excesivo de la literatura americana de los 90. Después del tercero, sin embargo, creo que no se puede encontrar ninguna influencia ni estilística ni temática de mi trabajo como traductor. En parte porque yo llevé a cabo un esfuerzo consciente por expurgarla.