A partir de estos meses, los concursos convocados por la DNC no contarán con un representante elegido por los participantes, o, en caso de tenerlo, éste actuará únicamente como veedor.

La reforma, anunciada por el director nacional de Cultura, Hugo Achugar, persigue dos objetivos: por un lado, evitar los problemas que se dieron en la convocatoria al 54º Premio Nacional de Artes Visuales en 2010, en el que dos artistas concibieron una obra que consistía precisamente en la manipulación de la elección del jurado designado por los concursantes; por otro, permitirá hacer los llamados incluyendo desde el inicio la integración del tribunal, ya que hasta ahora, por disposición legal, no podía hacerse hasta que se conociera la identidad del jurado.

La decisión, que parte del debate en torno al Premio Nacional de Artes Visuales, fue producto de las conversaciones entre Achugar y la Comisión Nacional de Artes Visuales, cuya formación estaba prevista por ley desde 1991, pero que sólo se integró en noviembre del año pasado. Actualmente la conforman honorariamente Ricardo Pascale, Octavio Podestá, Lacy Duarte, Enrique Aguerre, Marcelo Legrand, Pablo Uribe y Gabriel Peluffo, quienes redactaron las bases de la actual convocatoria, que homenajeará a Wilfredo Díaz Valdez.

El artista, además, fue seleccionado por la comisión para representar a Uruguay en la próxima Bienal de Venecia. “Es la primera vez que se sabe con tanta anticipación quién irá”, comentó Achugar en conversación con la diaria.

Lo que aún resta por definir es quién será el curador de la muestra. La comisión hizo un llamado a cuatro personalidades -Thiago Rocca, Ángel Kalenberg, Carlos Capelán y Verónica Cordeiro- y juzgará sus respectivos proyectos curatoriales.

En pocas palabras

-La DNC, que a partir de 2005 dio protagonismo a la figura del gestor cultural, fue muy cuestionada por problemas de gestión en 2010. ¿Eso afecta el desarrollo de políticas culturales? -Hay actitudes críticas que son puntuales, pero no análisis de una línea política general. Por ejemplo, a veces se repite que durante la dictadura no había política cultural. Es mentira: había y tenía determinado signo, el propio de una dictadura. Cuando se dice que no hay es porque no se analiza ni se ve. Además, se toma por sectores o disciplinas y no se piensa en lo que se hace en ciudadanía cultural, en usinas y fábricas de cultura, cárceles, hospitales psiquiátricos, con niños. Tuvo una difusión no muy notoria que los premios Graffiti dieran reconocimiento a usinas culturales. Bueno, eso es parte de una política cultural. Hubo un cambio en las políticas culturales que no ha sido asimilado. La DNC no es sólo una dirección de artes, sino que tiene distintos programas de acceso a la cultura, producción cultural, industrias culturales, conglomerados de diseño, música. Estuvimos con Uruguay Diseña en la mayor feria de diseño, en Helsinki: es histórico, pero no se ve. Todo es parte de políticas que tienen que ver con la apertura, inclusión social, transparencia. Existía una ley de recuperación de infraestructura cultural del interior; nosotros instrumentamos que fuera concursable. También estamos trabajando para que los fondos de las direcciones de Cultura departamentales sean concursables. Los fondos concursables garantizan la transparencia en la gestión de las políticas culturales. Buscamos que haya fondos nacionales y regionales, para desequilibrar la hegemonía montevideana en la captación de fondos. Este pensamiento se resume en el lema “desarrollo cultural para todos”: todas las edades, géneros, estéticas, situaciones (de cárcel, calle, hospitalaria).

-Una crítica a esa política integracionista es que, en el caso de situaciones no buscadas, como la de calle, parecería tender a mantenerlas incambiadas. -Hay un “nuevo Uruguay” que exige políticas sociales, económicas, culturales diferentes. El rol del intelectual en este Uruguay, nuevo o no nuevo, es muy diferente. Hay cosas que se reclamaron durante décadas que ya no se pueden reclamar. Entonces hay que buscar espacio para el discurso crítico. Algunos intelectuales creen que ése es su único espacio y no el de la construcción; eso sirve, pero hay que buscar otras cosas. No hay sociedad perfecta, y siempre va a haber, por suerte, lugar para que se cuestionen las acciones del gobierno. Pero como intelectual 
-tengo derecho a decir que lo soy- y como director de Cultura, entro en el dilema entre ponerme a hacer el análisis crítico, que hago, y ejecutar. Cuando tomás decisiones corrés el riesgo de equivocarte, pero si no te quedás haciendo la plancha. Hay una cosa quizá muy sesentista acá: aquello de que hay que ensuciarse las manos. Pero a veces alguno prefiere no ensuciarse las manos; es más fácil.

Los jurados del 55o Premio Nacional de Artes Visuales, cuyas bases se pueden consultar en http://ladiaria.com.uy/UBM, serán Capelán, Cristina Bausero y el brasileño Paulo Hernkenhoff.

Malos recuerdos

En 2010 la DNC fue objeto de muchas críticas debido a dos equivocaciones en la gestión de concursos. Primero, fue la impugnación del concurso La voz de Sánchez, que premiaba adaptaciones radiales de obras del dramaturgo. El escritor Carlos Rehermann, inicialmente ganador, fue cuestionado por estar contratado por el SODRE, institución que coorganizaba el concurso. A partir de esa denuncia salió a luz en noviembre que había habido dos bases para el concurso, la primera de las cuales no impedía presentarse a personas en la situación de Rehermann, pero la segunda sí lo especificaba. Como resultado, quedó sin realizarse la versión para radio de obras de Sánchez -en el año del centenario de su muerte- y, además, el episodio forzó el alejamiento de la dramaturga Marianella Morena, de la DNC, a quien se responsabilizó por la modificación de las bases. En una carta pública, ésta acusó a su vez a sus superiores -Achugar y la también dramaturga Mariana Percovich, ahora también fuera de la DNC y al frente de la EMAD-, pero también entró a tallar en el asunto la precariedad de los contratos de los gestores que comenzaron a ingresar al MEC a partir de 2005, cuando Luis Mardones asumió como director de Cultura.

Tras los reclamos de los trabajadores, el gobierno puso en marcha mecanismos para cambiar la forma en que son contratados, que incluirán la modalidad del concurso. Sin embargo, todavía no fue aprobada la disposición que hace efectivos esos cambios, por lo que se han renovado automáticamente los contratos anteriores.

Por otra parte, a principios de diciembre de 2010 cobraron estado público otras irregularidades en las bases de un concurso. Por un lado, no se especificaban las dimensiones para presentar instalaciones. Pero lo más sonado fue una brecha en el reglamento, que fue aprovechada por las artistas conceptuales María Eugenia González y Agustina Rodríguez, cuya obra incluía, secretamente, a la elección de la primera de ellas como jurado elegido por los concursantes del certamen; previamente habían desarrollado una campaña instando a diversas personas a presentarse al concurso y a votar a González como jurado. Ésta resultó efectivamente la más votada, lo que constituyó una seudoparadoja concursable -González hubiera sido juez y parte- que desembocó en la impugnación del jurado por parte de los artistas Federico Arnaud y Gustavo Tabares. Esto, a su vez, provocó la casi anulación del concurso, que cobró una presencia mediática inusitada, tras intervenciones públicas de Achugar y de la mayoría de los artistas seleccionados como finalistas. Finalmente, la entrega de premios fue aplazada y se llevó a cabo el 21 de diciembre, tras sustituirse a González por el segundo jurado más votado, Alfredo Torres, y tras conseguir nuevos jurados internacionales que pudieran adaptarse al cambio de fechas. La polémica continuaría -aunque eso ya es otro tema- tras conocerse el fuerte carácter personal de la obra ganadora, del fotógrafo Juan Ángel Urruzola.

La lección

¿En qué medida los cambios en la modalidad de concursos buscan evitar la “pesadilla” de 2010? “Se cambiaron muchas cosas. En otros premios, como el de Música, que está llamado, no hay representante de los concursantes. En la reforma del premio de Letras vamos a eliminar representación de concursantes, pensando por ejemplo en que si uno tiene un taller literario, sus 30 o 40 alumnos van a votarlo. En todas las artes existen grupos y con esto damos más transparencia y lo hacemos más profesional. Trataremos de que en todos los concursos los jurados se conozcan de antemano, y si hay un representante de los concursantes será sólo como veedor”.

La objeción más obvia a este mecanismo es la quita de incidencia a los concursantes. Achugar opina que “hagas lo que hagas siempre va a haber alguien insatisfecho. No hay solución que contemple al cien por ciento de los colectivos. Por eso decidimos que para los Fondos de Estímulo para la Formación y Creación Artística [FEFCA, entregados el miércoles pasado] hubiera jurados extranjeros para el nivel máximo, para dar mayores garantías y zafar del ambiente aldeano que a veces hay en la cultura uruguaya. En realidad, siempre se generan microclimas: es injusto hablar sólo de Uruguay o del arte, sucede en la academia también”.

Otra de las modificaciones de los concursos prevé el caso de empate, hasta ahora no contemplado, que causó dolores de cabeza en el llamado a ocupar la dirección del Espacio de Arte Contemporáneo.