Era un puñado de niños, unos 15 o 16. Estaban sentados sobre una alfombra en el Club de Niños Rambla Francia de la Ciudad Vieja de Montevideo; en grupos se las ingeniaban rápidamente para armar un carpincho, un jabalí, una nutria o una mulita, tal como mostraba el folleto de instrucciones.
Esto ocurría en la actividad organizada por el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) junto con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) para difundir la entrega a clubes de niños de 600 réplicas de la caja de madera con piezas de encastre, también de madera, para armar los cuatro animales mencionados.
El juguete se llama Mymba, que en guaraní significa animal, y fue el ganador en 2010 del Concurso Nacional de Juguetes No Sexistas convocado por el MEC y el Sistema de las Naciones Unidas.
Su creador fue Alejandro Salvo, un estudiante de la Escuela Universitaria Centro de Diseño de la Universidad de la República; como premio recibió “4.000 dólares para hacer 100 unidades que se van a repartir gratuitamente en el interior y en Montevideo”, había contado el ganador a la diaria durante la entrega de premios, en marzo de 2011 (ver http://ladiaria.com.uy/articulo/2011/3/igualar-lo-igualable/ ).
Su proyecto tuvo mayor difusión de la que entonces se esperaba. Hugo Achugar, director nacional de Cultura del MEC, dijo que las 600 cajas serán distribuidas en diez o tal vez 15 clubes de niños del INAU y que “es posible que sigamos reproduciéndolos para entregar en los próximos años”.
Aterrizaje
La finalidad del concurso fue incentivar la producción de juguetes que saltaran las clásicas distinciones entre varones y niñas. Mymba, por ejemplo, es unisex y tiene la virtud de aproximar al conocimiento de animales salvajes del campo uruguayo.
El club Rambla Francia es uno de los 156 que tiene el INAU en todo el país y es de los pocos que es gestionado por el organismo, dado que la mayoría está a cargo de organizaciones de la sociedad civil. Concurren 55 niños y adolescentes que tienen entre cinco y 15 años; “vienen después del horario escolar o liceal, o antes, y desarrollan varias actividades socioculturales, deportivas, recreativas, reciben apoyo escolar”, explicó a la diaria Muriel Presno, directora del programa Clubes de Niños.
A todo esto los chicos ya habían armado los animales y combinado formas extrañas. Varios ya habían hablado con algunos periodistas y habían captado qué era lo que rendía frente a las cámaras. Por ejemplo, una de ellas destacó conceptos como “conocimiento”, “aprendizaje” y en medio de su correcta enunciación se preguntaba a sí misma “¿qué más era?”. Una conversación más interesante se dio al preguntarles si consideraban que había juegos que sólo podían ser para varones y otros únicamente para niñas. Nelson, de unos nueve años, se apresuró a contestar que sí, que las niñas juegan a “las barbies, con bebotes, coches, casas de muñecas, pintalabios”, mientras que los varones “juegan a la pelota, al básquetbol, al tenis, a los autos”; pero el discurso era fácilmente derribable porque sus compañeras, Luana y Sofía, también jugaban a la pelota, al fútbol, al tenis de mesa. Finalmente, el trío concluyó que las niñas jugaban a lo mismo que los varones, pero que ellos jamás jugarían a “las barbies”.