Teatro de Todos, el elenco de teatro independiente que abre sus puertas al desarrollo artístico a personas con capacidades diferentes y que funciona desde 1999 (ver http://ladiaria.com.uy/articulo/2011/10/gallinero-cuadrafonico/) ha ido incorporando a lo largo de los años diferentes disciplinas artísticas de acuerdo a las necesidades de los grupos que la integran; han trabajado con no videntes y con autistas. El elenco de actores profesionales que han intervenido en la mayoría de las producciones (Yamile Abud, Gabriel Darré y Diego Pittaluga) se apresta a estrenar hoy en el teatro El Tinglado “Dulce veneno”, de Raquel Diana, una comedia policial que vienen ensayando desde el mes de marzo.
Estos tres actores, que padecen discapacidad intelectual, se preparan de manera similar a cualquier otro intérprete en lo que se refiere a la dinámica de trabajo. Según Verónica Linardi, cofundadora junto a Miguel Cereceda de Teatro de Todos, “es como con cualquier obra y cualquier elenco; que no se crea que estamos ensayando desde marzo porque necesitan más trabajo. Es lo que todo elenco tiene que ensayar y en los últimos días es más intenso; en este caso no hay ninguna diferencia con una puesta cualquiera. Hay otras particularidades a tener en cuenta, pero no en el caso de aprenderse la letra ni en las marcaciones. Es más, en este aspecto son mucho más constantes: se responsabilizan desde el principio y no tenemos ese trabajo que puede aparecer en actores que se descansan y dejan cosas para último momento. Unos tardan más que otros porque tienen más o menos memoria, pero eso pasa con todos los actores”.
Respecto a las contemplaciones que podrían observarse a raíz de ciertas incapacidades no hay consideraciones especiales, según explica Cereceda: “Tampoco en ese aspecto nos movemos con parámetros diferentes: es un elenco, es una obra profesional y los palos se dan como a cualquier actor, si hay que marcar, insistir y hacerlo muchas veces se hace, hasta que sale bien. Porque o se hace bien o no se hace. Es que uno en la vida diaria no se va a encontrar con amortiguadores por todos lados, te vas a tener que dar y dar hasta que lo aprendés. Ellos tienen que aprender a manejarse en la calle, a hacer mandados, a trabajar como todos los seres humanos en la vida y el teatro también es un aprendizaje. Y en el caso del taller y en el caso de los actores, en el hecho de exponerse al público, tiene la retribución que tal vez en la vida diaria no tienen. Porque en la vida diaria no pasa que aprendés algo y te dicen: ¡qué bueno! o te aplauden. Acá está lo que nos pasa a todos los actores porque, vamos a entendernos, ellos también tienen sus egos, celos, envidias, de pronto con otras características, pero también están. Hay sí una serie de diferencias de tiempos o de brindar más tiempo, dedicarle más tiempo, pero no quiere decir que no lo vayan a hacer y que si no lo sacan no vaya a haber un buen reto. Es como en cualquier elenco”.
Acerca de la respuesta del público, de los prejuicios y la discriminación social hacia las personas con discapacidad, los directores opinan que la reacción es más bien de sorpresa y el tema pasa más por la desinformación de los que concurren a ver las obras: “En general funcionamos como todos los elencos independientes: hay funciones que salen mejor, a las que va más gente y en otras a las que va menos. La gente muchas veces se sorprende porque también hay mucha falta de información, porque recién ahora se tiene en cuenta la posibilidad de hacer lo que nos gusta. Entonces hay gente que se quedó en el prejuicio. La gente que se acerca al teatro y no sabe no hace drama, y hay gente que se interesa porque justamente tiene este tema. También puede ser que haya gente que va al teatro a ver qué es y luego se va, pero eso le puede pasar a cualquiera que va a ver una obra, se levanta y se va. De todos modos, es muy raro que esto suceda, porque lo que se muestra es un espectáculo bien hecho”.