-¿Cómo nace la editorial?
-Antes de empezar hubo que diagnosticar la realidad que había quedado después de los 90. Los grandes grupos editoriales cada vez quieren ser más grandes, los monopolios quieren ser cada vez más fuertes: compran otras editoriales, fichan escritores, usan los medios de comunicación. A simple vista parecería imposible entrar en ese muro. Sin embargo, hay fisuras. Es por medio de la especialización que algunos sellos conseguimos entrar. Lengua de Trapo es una editorial estupenda, que entró con narradores latinoamericanos y con aquellos novelistas que vinieron luego del boom de los 80 en España. Después de Javier Marías, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, había otra novela que Lengua de Trapo descubrió. La editorial Minúscula trajo literaturas centroeuropeas; Kókinos, otra editorial maravillosa, se abrió al público infantil; nosotros buscamos la especialización en el cuento. Doce años después, esa locura que parecía que estábamos cometiendo -porque todos opinaban que el cuento no vendía- nos permite vivir de ella. El cuento es un género prestigioso, al que Páginas de Espuma no ha venido a aportarle nada, ni cultural ni literariamente: lo que no había era una buena respuesta comercial. Ése es quizá el mayor logro de nuestra editorial. También conseguir que ciertos escritores que se sienten tan cuentistas como novelistas decidan que sus novelas aparezcan en Anagrama, Tusquets, Random o Alfaguara, pero sus cuentos se publiquen en Páginas de Espuma.
-Se trata entonces de encontrar un nicho propio en el panorama editorial.
-Por supuesto, nadie oculta que la novela es el género que más vende y el más sencillo de vender. No pienso desarrollar definiciones a partir de la oposición de los géneros. La realidad editorial no se inclina ante el cuento, o lo consideran un trampolín para hacer algo más importante, el famoso “para cuándo la novela”, o lo consideran un descanso del novelista, y sacan un librito de cuentos entre novela y novela para que el nombre del escritor siga sonando. En cambio, para los escritores tiene tanta importancia y lleva tanto sacrificio un cuento como una novela.
-¿Las editoriales independientes en España están organizadas?
-Con respecto a Latinoamérica tenemos similitudes y diferencias. Las similitudes podrían ir por el lado de esa vocación editorial, una edición con editores que se encargan de tomar muchas decisiones, no sólo las culturales o bibliográficas. La mayor diferencia quizá tenga que ver con el tamaño del mercado que cada uno tiene al lado. Un mercado grande significa que tienes más interlocutores posibles a los cuales entusiasmar con tu proyecto. Cautivar a tus libreros, poder trabajar en la medida de lo posible con las grandes cadenas; tienes más posibilidades que aquí, donde el círculo parece estrangularse. La desventaja es que hay muchas más editoriales: en España estamos hablando del entorno de 700 editoriales independientes agremiadas. Gana la bibliodiversidad, gana el lector, gana la oferta, pero entre nosotros mismos colisionamos, porque somos muchos y hay muchísima calidad, tanto en contenidos como en soporte. Luego del boom editorial de los 90 ha surgido otro más hace unos cinco años. Y no han sido nubes de verano, han venido para quedarse. Se trata de editoriales que trabajan muy bien su distribución y su promoción, y están publicando libros que están llegando muy bien a los lectores: Impedimenta, Libros del Asteroide, Periférica, un poquito más viejas Ediciones del Viento, Rey Lear. Luego hay ciertos caminos institucionales que no son desde luego para lanzarte realmente a montar una editorial, pero que cuando llevas un tiempo son herramientas que te facilitan ciertas cosas: misiones comerciales en conjunto para ir a una feria del libro, Guadalajara y Buenos Aires las principales, actividades en conjunto en ferias españolas; en ese sentido nos hemos juntado. Ayuda pero no es lo decisivo, lo sé por experiencia. Si alguien cree que meramente uniéndose varias editoriales se va a funcionar bien, se equivoca. Lo más positivo es que va a fluir la información y la comunicación. Pero si tú, como editorial, no haces bien tu trabajo individualmente, no sirve de nada estar amparado por otros sellos. En España una experiencia reciente ha sido el grupo Contexto: siete editoriales entre las que se destacan Periférica, Nórdica, Libros del Asteroide e Impedimenta, editoriales que han pegado fuerte; Nórdica tiene al último premio Nobel. Esta asociación les ha dado una identidad frente a libreros y lectores, y por lo tanto mucha visibilidad. Pero, en definitiva, han llegado a los lectores porque los libros han gustado.
-¿Cómo influyeron las nuevas tecnologías en este último boom?
-Ahora hacer un libro, incluso imprimirlo, es muy barato. Con unos conocimientos básicos, puedes maquetar un libro, diseñar una portada, desarrollar una buena estrategia de difusión y comunicación. Además, en España surgió una nueva distribuidora, que se ha vuelto muy potente. Lo ha hecho con sellos independientes, y además de buenos libros y buena distribución, hay editores buenos como la copa de un pino: Enrique Rebel, Diego Moreno, Luis Solano, Julián Rodríguez, Pablo Mazo. Los que están reunidos últimamente tienen sobre todo una capacidad comercial muy fuerte. Editan muy bien, son buenos lectores, pero además serían capaces de venderte esta mesa como un libro y estarías convencido de que es un libro, lo hacen muy bien. Están en el otro lado de ese editor muy literario, muy metido en un rincón. Entre toda la calamidad que está pasando en el sector del libro en España, hay un gran momento de la edición independiente.
-¿Cómo afectó la crisis a la edición independiente?
-Afectó mucho y sigue afectando. Este año, según el informe de comercio interior español, todas las cifras van a la baja. Hay dos claves para esto: uno, la crisis actual, que ha detenido todo el consumo. La están pasando muy mal las grandes cadenas como las librerías independientes, eso es lo que más me preocupa. Ya no es que el lector entre a comprar o no, todas las compras grandes de bibliotecas, instituciones estatales, etcétera, no se las hacen a los editores, se realizan por medio de las librerías. Todo eso se ha cortado y están un poco a la defensiva. Detrás hemos venido los editores, con un sistema de novedad cada vez menor, con devoluciones más rápidas, y esto afecta nuestras cuentas. Han parado de aparecer nuevos sellos independientes y entristece que algunos estén cerrando. También demuestra que no toda la edición independiente está preparada para conquistar otros mercados mediante la exportación. Nuestro contacto estrecho con Latinoamérica nos ha dado una alternativa en momentos en que el mercado interno ha bajado. Llevamos dos años vendiendo menos en España, pero nuestras exportaciones han subido. De hecho, 2011 fue el segundo mejor año de nuestra editorial.
-¿Cómo llegaron a Horacio Quiroga?
-Hombre, era una asignatura pendiente en una editorial que publica cuentos. Es uno de los pilares del cuento moderno en castellano. Con los cuentos completos no podíamos, ya que están muy bien publicados y hay muchas antologías. Nos llegó el proyecto de Erika Martínez, que trabajaba en la Universidad de Granada y ahora en París. Nos habló del Diario del viaje a París y de toda esa fascinación por la Feria Internacional de 1900 en esa ciudad, pero sobre todo, por los Juegos Olímpicos y ese símbolo de la bicicleta tan Quiroga, máquina del ingenio humano pero que precisa todavía de la fuerza del hombre. Accedimos a toda la correspondencia, que alguna ya estaba publicada, pero otra parte no. Responde también a esos ensayos del yo que tenemos en nuestro catálogo: epistolarios, diarios de viaje, memorias, autobiografías. Igual una edición de sus cuentos completos es algo que no descarto, quizá luego de la monumental tarea que estamos emprendiendo: publicar los cuentos completos de Chejov; son como 7.000 páginas y muchos de ellos nunca fueron traducidos, siguen en los nueve volúmenes de la biblioteca del Kremlin. Pero Quiroga es uno de los padres, es un autor muy leído en España y forma parte de los programas de casi todas las universidades. Es un autor de culto, pero con muchos lectores. Es un clásico, y los clásicos se leen.