-¿Cómo surge la idea del programa? ¿Cómo buscaron diferenciarse de productos parecidos?
-Tenía la idea desde hace años pero no había visto posibilidades reales de proponerla hasta que llegué a Televisión Nacional. Elaboré un proyecto y lo propuse a su directora, Virginia Martínez. Le gustó mucho y nos pusimos a trabajar en la primera temporada. La forma en que busqué distanciarme fue evitar mirar otros programas que pudieran compartir temática similar porque no quería “contaminarme” con propuestas que me pudieran gustar y al mismo tiempo evitar obsesionarme con la idea de diferenciarme. Estaba convencida de que la diferencia vendría de profundizar en mis propias ideas, de darme espacio para reflexionar sobre lo que quería contar. Trabajé mucho en la definición de la clase de personas que buscaríamos, qué es lo que tendría que tener una historia para estar en este ciclo y qué no, y cuál sería la estética en imagen y sonido. Programas que cuentan historias de personas hay muchos, pero creo que la forma en que se cuenta esa historia y el motivo por el cual se elige el personaje es lo que nos diferencia. Buscamos generar en el espectador una fuerte sensación de cercanía. Que se sienta como si estuviera frente al entrevistado y pueda escudriñar su rostro, sus gestos más sutiles y su entorno. Para lograr eso abusamos deliberadamente de los primeros planos. No miramos el mundo en planos generales, miramos en primerísimos primeros planos a un individuo que consideramos distinto, original y único, tanto como puede ser cualquiera de nosotros. El sonido es otra herramienta fundamental con la que contamos estas historias. Para cada programa hay una búsqueda de la música que nos pueda ayudar a narrar esa vida. En Historias vas a escuchar desde Draconian a Yann Tiersen, de Ana Prada a Karen O And The Kids, Sigur Rós, Los Olimareños o Piazzolla. El sonido es una herramienta expresiva fundamental en la serie.
-¿Sigue la consigna “Pequeñas historias, personajes extraordinarios”?
-Es la consigna con la que desde el principio salimos a investigar y a buscar personajes. “Pequeñas” porque se trata de personas que a priori no parece que tengan una “gran” historia, pero si nos paramos un rato a escucharlas nos damos cuenta de que en verdad son especiales. Ya sea porque en un momento de la vida tuvieron que tomar una decisión e hicieron lo contrario a lo que indicaría el sentido común y eso los transformó en individuos singulares, o porque ven el mundo de un modo tan particular que su mirada te hace cuestionar la tuya. Siento que en la televisión privada lo que predomina es una especie de grito. Se busca captar la atención con excesos de todo tipo. Mis personajes son todo lo contrario. Son como un susurro, tenés que parar y quedarte callado unos minutos para poder escuchar… Y ahí, de pronto, te llega la sorpresa de que ese chico que te está hablando, que trabaja en el Automóvil Club y está enamorado de su novia, cuando nació se llamaba Lucía. O que ese señor que diseña y cose la mallita de ballet de tu hija -mientras escucha música de Elvis y Sinatra- hasta los siete años no durmió en una cama y las manzanas las conocía por descripciones que le hacía su padre, porque vivió toda su infancia en un campo de concentración en Siberia. Son historias pequeñas porque esta gente no es reconocida ni famosa. Puede ser tu vecino, alguien anónimo, por eso proponemos desarmar nuestra mirada habitual para descubrir, más allá de lo obvio, un paisaje humano. Nuestros protagonistas son en algún sentido seres que van a contracorriente. Y en general, aunque algunas historias pueden ser duras, son personajes que se sobreponen, se reinventan y te transmiten algo positivo. No son historias de víctimas, aunque lo hayan sido, sino de seres que se han forjado a sí mismos. Aunque el escenario pueda ser un asentamiento o un hospital psiquiátrico, al final del capítulo siempre te puede quedar una sensación de optimismo. A veces pienso que nuestra mirada es un poco naïf o políticamente incorrecta para una serie documental uruguaya, pero otras creo que está bueno permitirnos mirarnos con menos desencanto.
-¿Cómo se consigue ese tipo de historias?
-Cuando planifico el ciclo hago una primera fase de trabajo en la que defino ciertos temas que me gustaría tratar. Puede ser por ejemplo la religión, una historia de amor, un oficio que esté desa- pareciendo o la guerra. Con ese primer borrador empezamos a buscar, a preguntar a gente conocida, a colegas productores y periodistas, a contactarnos con asociaciones o grupos a partir de los cuales acceder a personas que a su vez nos hablan de otras personas. Y en el interior, salir y recorrer pueblos, preguntar en el almacén o la estación de servicio. Y cuando te hablan de alguien ir y tener una primera entrevista sin cámara. A esta altura también tenemos algunos seguidores del programa que nos sugieren historias. Es difícil explicar qué clase de personajes buscamos, por eso esta etapa es la más complicada y la que más tiempo de trabajo insume. También es muy gratificante porque de pronto llegás con tu grabador a hablar con alguien, te empieza a contar cosas y es un poco mágico cuando te das cuenta de que ese personaje es una historia invisible. Me da una euforia tremenda ese momento, es como sentir un flechazo con el personaje. Una vez seleccionados tenemos por delante una tarea de documentación para contextualizar sus vidas. ¿Nos encontramos con un sobreviviente de un gulag? Leemos sobre la Segunda Guerra Mundial y la Unión Soviética. ¿Nuestro personaje es curandero? Nos documentamos sobre los métodos para santiguar animales o curar mediante simpatías. Hay que tener la mente muy abierta y una actitud de tolerancia total porque muchas historias te superan en varios aspectos. La parte de la imagen requiere, asimismo, un esfuerzo importante. Hemos construido un lenguaje visual propio que nos obliga a reflexionar mucho sobre las locaciones para intentar encontrar el equilibrio entre lo obvio y lo excéntrico, entre lo necesario y lo creativo. Luego, en fase de rodaje, vamos con un equipo reducido con la idea de interferir lo mínimo posible con el entorno del personaje. No utilizamos luz artificial y rodamos muchísimas horas de entrevista, imágenes y sonidos del ambiente. Una vez realizados los rodajes todavía resta el trabajo sobre el guion definitivo y el montaje. El protagonismo de la imagen en nuestro programa es evidente… Tal vez no lo sea tanto el del sonido, pero para nosotros, si la imagen es el esqueleto del proyecto, el sonido es su espíritu. Y no me refiero únicamente a la música, sino también al sonido ambiente que rodea a nuestros personajes y que hace que, de algún modo, podamos trasladarnos al barrio donde viven, al monte donde hacen los santiguados, a la laguna en la que pescan.
- ¿Podrías ser sólo directora o sólo conductora del programa?
-En mi carrera profesional he sido más directora de proyectos que conductora. Pero en este caso no podría transmitir a otro periodista la idea de cómo abordar cada entrevista y la forma de conseguir que el personaje nos deje entrar a su vida. Por la propia idea de trabajo, que es contar desde mi propia y subjetiva mirada la de otra persona, necesitaba hacerlo sin mediaciones. Asumir este doble rol tiene sus complejidades pero lo pude hacer porque tengo un equipo de profesionales excelente y comprometido con el proyecto. Gente que sostiene el trabajo, que critica cuando es necesario y que tira para adelante siempre que hay dificultades o dudas.
-En temporada prometen internarse en lo urbano y también en el Uruguay profundo. ¿Podés explicarnos más?
-Ahora contamos con posibilidades de salir a hacer investigación y buscar personajes al interior del país. Esto nos permitió trabajar en locaciones increíbles, como el pueblo de pescadores Puerto de los Botes, donde las vacas pastan entre las embarcaciones que construye nuestro entrevistado, Peloduro. O presenciar una noche de zafra del camarón con decenas de pescadores cuyas trampas transforman la Laguna de Rocha en una especie de árbol navideño lleno de luces. En cuanto a lo urbano, por ejemplo, entramos al centro de la ciudad en carrito desde el asentamiento 6 de Diciembre, acompañando a un clasificador que armó una biblioteca con libros rescatados de la basura. Ingresamos a un centro de oración musulmán con Heba, una psicóloga que decidió convertirse al Islam, o a un edificio semidestruido en Barrio Sur donde una arquitecta que trabajaba en las favelas de Río de Janeiro construyó su casa.