Bish Bosch (2012), el nuevo disco de Scott Walker, es la última pieza de un viaje musical extremo que fue documentado en 2006 por el cineasta Stephen Kijak en el film Scott Walker: 30 Century Man, producido por David Bowie. La carrera de Walker, que por momentos parece incoherente y confusa, es un testimonio de evolución musical y búsqueda expresiva, cuyo legado está materializado en 14 álbumes muy diferentes entre sí, algunos de los cuales influenciaron a artistas como Radiohead, Jarvis Cocker, Brian Eno o Julian Cope y otros que el mismo Walker desearía borrar de su memoria.

Pop barroco

En 1964, junto con John Maus y Gary Leeds, Noel Scott Engel (así se llama realmente) formó The Walker Brothers, una banda estadounidense de pop inspirada en el sonido orquestal de Phil Spector y Burt Bacharach, que tuvo un éxito tan gigante como efímero en Reino Unido entre 1964 y 1967. Walker se separó del grupo en su mejor momento, como consecuencia de no poder manejar algunas situaciones relacionadas con la fama (una vez terminó atrapado dentro de un auto dado vuelta en el medio de la calle con decenas de fans intentando romper los vidrios), pero mayormente, debido a diferencias creativas con los otros miembros del grupo.

Se hizo solista, interesado por el trabajo de Debussy, Kerouac, Bergman y sobre todo Jacques Brel, cuyas canciones versionó en inglés de forma barroca y emocional con un vibrato vocal poderoso que se convertiría en uno de los pilares distintivos de su sonido. El componente visual de sus letras se fue haciendo cada vez más evidente y trabajado, al tiempo que su figura como artista marginal crecía e inspiraba a varios músicos del momento y a generaciones posteriores. Scott Walker logró mezclar en sus primeros trabajos de solista baladas pop de Burt Bacharach y Hal David con canciones sobre relaciones sórdidas, marineros ebrios y soldados que tenían su primera experiencia sexual en el campo de guerra.

Sacó cuatro álbumes bajo esta línea, titulados con un sentir burocrático Scott, Scott 2, Scott 3 y Scott 4. El último de ellos (y quizá el mejor) no tuvo éxito comercial alguno y, frustrado e inseguro, Walker cedió ante la presión de Philips Records de grabar material más accesible para el público. Así llegaron discos como The Moviegoer (1972) y Any Day Now (1973), que presentaban a Walker versionando temas de Neil Diamond, Ennio Morricone, Henry Mancini, Joan Baez, Michel Legrand y Caetano Veloso. Lejos de significar un éxito comercial en su carrera, estos discos no hicieron más que hundir el talento compositivo de Walker en una cantidad inconmensurable de drogas y alcohol.

En el radar de Bowie

Walker había reunido a The Walker Brothers en 1975 para intentar dar un giro a su carrera con los álbumes No Regrets (1975) y Lines (1976), que tuvieron muy pocas ventas. Sabiendo que la compañía discográfica no les iba a renovar contrato y que aún les quedaba un disco por grabar, Scott decidió dar rienda suelta a su creatividad con el álbum Night Flights (1978), incluyendo canciones nuevas de cada miembro de la banda. Los primeros cuatro temas eran composiciones suyas que marcarían el rumbo experimental que su música tomaría en adelante.

“Shutout”, “Fat Mama Kick”, “Night Flights” (versionado por Bowie en 1991) y particularmente “The Electrician” son piezas cargadas de visión musical y un sonido que se adelantaba a los 80, mezclando elementos electrónicos con delirio lírico y atmósferas sonoras densas y abrumadoras. Estos cuatro temas que en total no superan los 16 minutos de música inspiraron el sonido que Bowie manejaría en Lodger (1979) y Scary Monsters (1980) y el álbum Vienna (1980) de Ultravox.

Night Flights no fue un radio hit pero se convirtió en un álbum de culto, iniciando el camino que Walker continuaría como solista con Climate of Hunter (1984), Tilt (1995), The Drift (2006) y Bish Bosch (2012) y -no menos importante- le permitió reafirmarse ante sí mismo como compositor.

Instalaciones contemporáneas

Bish Bosch, lo nuevo de Scott Walker, es el final de una trilogía en materia de sonido y estilo, inaugurada en 1995 con Tilt y seguida por The Drift. Estos tres discos no son muy amables con quien quiera adentrarse en la obra de Walker. En su material entre 2006 y 2012 suenan puñetazos sobre un cerdo muerto a modo de percusión, machetes, ladridos, instrumentos de viento medievales, flatulencias y una orquesta que marca el ritmo a la ejecución de Benito Mussolini y su amante Clara Petacci.

De todas formas, lejos de ser un artista excéntrico más en la escena musical actual, Walker basa su música sobre pilares de propósito, intención y contenido reales. Es horriblemente obsesivo con las letras y, con base en ellas, construye estructuras, improntas vocales dramáticas y recursos musicales que se adaptan a lo que cada canción requiere como pieza artística.

Esta concepción de la música, sumada a su desarrollo como compositor de música instrumental experimental (compuso la música para el film Pola X, de Léos Carax, y una pieza de danza contemporánea interpretada por la Candoco Dance Company de Londres), hace que sus últimos tres discos parezcan instalaciones de arte moderno más que álbumes con un determinado número de tracks identificables individualmente. Saltearse temas se hace casi imposible en Bish Bosch;
las canciones tienen canciones dentro de sí mismas y estructuras oscilantes que presentan a la voz en primer plano, con momentos de silencio tenso como en una película de David Lynch. Un bajo se asoma tímidamente, desaparece y vuelve a aparecer, y hay numerosas capas de sonido mediante las cuales Walker intenta mantener el interés y dar lugar al universo estético del disco, un componente esencial de su música.

Según el cantante, en Bish Bosch
hay una influencia directa del artista visual HR Giger. Desde la grabación del álbum Tilt, Walker y su productor Peter Walsh están empeñados en que la música en estos discos suene como una versión aural de las ilustraciones de Giger para la película Alien (1979).

Esta obsesión por lo visual no es nueva; cuando el estadounidense Walker se mudó de Ohio a Reino Unido (en parte para perseguir sus sueños musicales y en gran parte para escapar del servicio militar estadounidense durante los 60) tenía una imagen totalmente idealizada de la identidad británica, construida sobre la base de personajes de modales pomposos y acento afectado que había visto en películas como The Rocking Horse Winner (1949). Esta percepción maravillada de Gran Bretaña y de Europa en general se trasladó a algunas de sus primeras composiciones, como “Mrs. Murphy”, “Orpheus” o “Archangel”, que evidenciaban una sensibilidad europea a flor de piel.

No more songs

La impresión más común de las personas que escuchan Bish Bosch 
suele ser (tanto si les agrada el álbum como si no) que “ya no hay canciones” en la música de Walker. Sin embargo, y pese al radicalismo musical en el que ha incursionado, el cantante sostiene que lo que hace siguen siendo canciones (aunque algunas duren 20 minutos), que aún hay letras con un significado y una voz que convierte esas palabras en música. Y es que Walker no quiere abandonar el formato rock realmente. Porque por más experimentación que haya en Bish Bosch, en varios de sus temas se escuchan riffs de guitarra y melodías vocales en armonía con ellos (por más que el concepto de armonía aquí sea bastante laxo).

Estos elementos más convencionales son usados como un cable a tierra que cuando la música resulta agobiante y compleja, trae la paz de nuevo. Es el sonido de lo conocido, de lo asociable con uno mismo, enfrentado a lo abstracto y perturbador que puede llegar a ser estar dentro de la mente de este señor delgado que hasta hace no tanto evitaba el contacto visual usando una gorra de béisbol con la parte de adelante sobre sus ojos.

Inevitablemente, el rumbo que Walker tomó como compositor a fines de los 70 iba a desembocar en algo como esto; un sonido cada vez más oscuro, con una voz fantasmal cantando letras viscerales e incluso, aunque sea difícil verlo, con cierta dosis de humor. Claro que el humor de un tipo como Walker no es el de Two and a Half Men, pero está ahí, muy sutilmente y en frases como “I want to forget you just the way you are” (Quiero olvidarte exactamente como sos) o en las notas de “Jingle Bells” al final de “The Day the Conducator Died”, un relato estremecedor sobre la ejecución del dictador comunista rumano Nicolae Ceausescu, durante la Navidad de 1989.

Parece absurdo hablar de humor en relación a un álbum tan lleno de dramatismo exacerbado. Sin embargo, Walker es consciente del personaje que su voz representa, y no puede evitar reírse un poco de eso. Además, como él mismo dice, si uno compone y graba un disco sobre crímenes políticos y drama existencial, un poco de humor se hace necesario para sobrellevar esa experiencia. Lo mismo cuenta para quien esté dispuesto a escucharlo.