Tapa dura, casi 400 páginas y un amplísimo rango de artículos, que abarcan desde temas de ciencia política, economía, historia y cultura popular a ensayos, reseñas bibliográficas y una justificada sección autorreferente sobre la historia de la publicación y la institución que la impulsa: así se celebró el número 100 de los Cuadernos del Claeh.

El acontecimiento ameritaba un intercambio con el historiador José Rilla, director de la publicación y decano de la Facultad de Cultura del Claeh. “Ya son muchos años, más de la mitad de los que tengo”, dice Rilla acerca de su vinculación con el Claeh. “En 1980 terminaba el IPA y me acerqué al Claeh donde había hecho varios cursos vinculados a la investigación y a la capacitación docente, en un momento tan difícil como fecundo para el trabajo intelectual y el compromiso político. Me recibió Carlos Zubillaga, quien generosamente me preguntó si estaba dispuesto a empezar el 1º de marzo. Acá estoy desde entonces, y comparto mi vida académica y profesional entre el Claeh y la Udelar, que en algunos aspectos vinculados a las ciencias sociales maduraron juntos. En 1991 me pidieron que me hiciera cargo de dirigir Cuadernos, una tarea para mí muy estimulante y en la que se habían desempeñado con enorme perspicacia, entre otros, el mismo Zubillaga y luego Federico Bervejillo, con el apoyo de Maqui Dutto en los procesos de corrección y edición (Maqui es hoy la mejor editora del Uruguay). Cuadernos fue escuela para todos, manual para el rigor, la lectura, las relaciones académicas, la captura de novedades, el estímulo a la escritura profesional y la circulación de textos que devinieron clásicos”.

Otro índice

El número 100 de Cuadernos del Claeh incluye, luego de un texto de apertura a cargo de Rilla, la siguiente serie de artículos:

■ “La distribución social del ingreso en Uruguay. Diagnóstico y propuestas” (Jorge Notaro).

■ “Continuidad y cambios en una vieja democracia de partidos. Uruguay 1910-2010” (Jorge Lanzaro).

■ “Autonomía administrativa y control democrático en la construcción del Estado uruguayo (1919-1933)” (Marcos Baudean).

■ “A cien años de la muerte del barón de Río Branco: la contemporaneidad del tratado de rectificación de límites en el río Yaguarón y la Laguna Merín” (1909-1910) (Gerardo Caetano).

■ “El historiador, la historia y nosotros. Análisis de las concepciones sobre la historia presentes en el debate en torno a la enseñanza de historia reciente” (Javier E Rodríguez Weber).

■ “La radio montevideana en busca de oyentes” (Mónica Maronna).

■ “Historia cultural e historia política, encuentros y desencuentros” (Milita Alfaro).

■ “Isaiah Berlin y la sombra de Las Luces” (Javier Bonilla Saus, Jonathan Arriola).

■ “Las políticas de Estado: entre lo sustantivo y lo instrumental. Tensiones en torno a la amplitud de los márgenes de discrepancia” (Nicolás Portela Montoni, Carlos Pareja).

■ La sección Avances y Contribuciones incluye “Las batallas morales pendientes” (Carlos Pareja), “Memorias de ciudadanía. Los avatares de una polis golpeada. La experiencia uruguaya 1950-2011” (Amparo Méndez-Carrión) y “Creer en la escritura, Michel de Certau, una poética de lo cotidiano” (Mireille Cifali).

■ En el apartado El Claeh y Cuadernos, Cuadernos del Claeh se encuentran “Celebración y desafíos” (Adolfo Pérez Piera), “Una mirada a la colección” (Romeo Pérez Antón), “Economía y Humanismo en Argentina” (Ramón Gutiérrez) y “Ramón Gutiérrez” (Nery González), más un mensaje original del fundador Louis J Lebret a los Equipos del Bien Común.

■ Cierra la revista, como es usual, una sección de crítica y reseña.

Acerca del panorama de las ciencias sociales en nuestro país en los momentos en que comenzó a editarse la revista, Rilla comenta: “La revista tiene una primera etapa asociada a los orígenes del Claeh en 1957. Los Cuadernos iniciales respondían al estímulo del padre Lebret y expresaban el trabajo pionero en las ciencias sociales de los Equipos del Bien Común, investigaciones apegadas a un criterio empírico muy novedoso entonces. En una segunda etapa, ya en plena dictadura cívico-militar, la revista se abrió más claramente al cultivo de lo que hoy conocemos por ciencias sociales en tanto sistema: economía, ciencia y filosofía política, historia, sociología, todo ello, además, con aspiraciones de alcanzar un flujo interdisciplinario. En los 60 y aun en los 70, las ciencias sociales no tenían la estructuración institucional que exhiben hoy, los pioneros trabajaban en sus cátedras, que estaban dispersas y muy cerca de las militancias diversas. La economía tenía desarrollos propios de gran influencia en muchos ámbitos extraacadémicos, la historia, de notable recepción entre los lectores, recién empezaba a buscar su lugar en las ciencias sociales, un lugar incómodo hasta hoy, por cierto. Eran años de transición, sin que esto fuera un dilema de términos irreductibles, entre la ciencia como vocación y la ciencia como profesión”.

Oscuridad y luz

Durante la dictadura militar, con la Udelar intervenida, el Claeh y su revista fueron una de las pocas vías de difusión del pensamiento en ciencias sociales. Rilla: “Los archivos de Inteligencia Policial muestran ahora al Claeh de aquellos años vigilado y controlado en sus acciones. Había que pedir permiso para cualquier evento y recibíamos visitas de observación, más de las que pensábamos en aquel momento. Pero el centro, como otros similares, fue un refugio para muchos académicos permanentes o eventuales, para investigadores y profesores a quienes se pedía rigor intelectual y compromiso democrático, desde una trama de pluralismo, cuando esa palabra era todavía una rareza. Los temas de la pobreza y la indigencia (la pobreza infantil, de cuyo estudio fue pionero Juan Pablo Terra desde el Claeh y con UNICEF), el aporte del paradigma del desarrollo local, el estudio de las políticas públicas sociales, de las relaciones internacionales, la búsqueda, desde la historia y la ciencia política, de las raíces de la caída institucional en una clave crítica de la política clásica uruguaya… Tanto por lo que se producía en la casa como por lo que recibía en colaboraciones, la revista era un doble testimonio: de la maduración lenta de las ciencias sociales y de un aporte concreto, de pensamiento social y político”.

En el texto introductor de la edición número 100, Rilla apunta que la revista que dirige es la más antigua del país, pero no la más vieja, y alude a la tensión entre lo que se le exige actualmente a una revista académica -arbitraje, estandarización- y la necesidad de seducir y ser innovador. Sobre el camino que esto implica, Rilla opina: “Los desafíos, después de 100 ediciones, son enormes. Si te reclinás en el asiento a contemplar te quedás afuera. Cuadernos ya no expresa tan cómodamente a todo el Claeh, cada vez más jugado a la institucionalidad universitaria, con licenciaturas innovadoras aun para la institución misma. Las exigencias del mundo académico son crecientes en lo que a revistas se refiere; éstas profundizan una relación con los sistemas nacionales de investigación, los que a su vez presentan un grado muy alto de integración y globalización. El arbitraje es una tarea ardua y debería ser auditada. La academia uruguaya debe discutir algunas cosas de esta agenda que es transnacional: el arbitraje es un sistema de autoridad que suele ambientar endogamias, las ciencias tienen, deben tener, a mi juicio, formas diferentes o específicas de ponderar y validar la investigación; sin aislarse pero lejos del seguidismo fácil de las ciencias duras, las sociales y humanas deben encontrar formas más propias de legitimación, las que a su vez podrían desafiar al conjunto. Por otro lado, las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen una oportunidad formidable para pensar estas cosas con más imaginación y exigencia. La era digital recién comienza; yo, que soy un fanático del papel y del objeto, veo que enviar por correo una revista sale más caro que editarla, imprimirla y encuadernarla, no conozco un solo programa que ayude a aliviar esta carga; también sé que sacar adelante una revista digital seria es una tarea compleja que requiere altos niveles de profesionalización”.