Historia natural de la belleza, que hoy se presenta por segunda y última vez, involucró una audición a la que se inscribieron 140 bailarines, de los que finalmente fueron seleccionados 15, y meses de varias horas diarias de trabajo y ensayos. la diaria dialogó con Arobba y Casacuberta, que además de ser pareja y padres de un niño de un año, conforman una de las duplas más creativas y activas de la escena artística local.
-¿Por qué resulta tan difícil para la danza independiente uruguaya generar este tipo de producciones?
Andrea Arobba: -Esto es un sueño para mí, porque cuando llegan las compañías extranjeras de danza contemporánea a la sala principal del Solís, veo que el teatro está lleno y escucho comentarios de que esto en Uruguay no existe. Todas esas compañías que vienen tienen apoyos, una plataforma en donde están contenidas, pueden desarrollarse y ensayar todos los días. No tienen que dar miles de clases y en los huequitos ir a ensayar. Está todo profesionalizado, y eso acá no existe. Yo quise juntar a varios bailarines y conseguir apoyo, porque de lo contrario no lo podría haber hecho. Esto fue posible gracias al fondo Montevideo Danza de la Intendencia de Montevideo, al patrocinio de la Fundación Itaú y al Teatro Solís. Uno de los fundamentos para obtener la sala principal del Solís fue que la danza contemporánea puede llegar a esto, a hacer un espectáculo con mucha gente de peso. No hacerlo era quedarse de brazos cruzados esperando que alguna vez pasara. Nos tiramos al agua. Esto, en la danza, es como decir: “Pica por todos mis compañeros”.
-¿Qué caracteriza a este grupo de bailarines?
AA: -En la audición había una instancia grupal y otra individual. En dos minutos y medio yo les mostraba imágenes, les pedía unas consignas específicas de movimiento. Por ejemplo, si fueras un animal, qué animal serías. Les mostré imágenes de cortejos de animales, un Hitler vestido de rosado y maquillado, un rostro y el esquema anatómico de una garganta, una metralleta, entre otras. No se trataba de representar eso sino de ser eso, de que mostraran qué sentían cuando veían eso. Todo ese mundo de cómo se movían era lo que a mí me daba la idea. También el por qué querían estar acá. Ese conjunto de elementos hizo que en el colador cayeran los que eran para esto.
PC: -La idea de las imágenes era que fueran ambiguas, que tuvieran muchas lecturas y tensión entre distintas ideas. Tuvimos charlas sobre la historia de la bioquímica de las emociones, de la reproducción desde la perspectiva de la historia natural, de tal forma que ellos establecieran una actitud de escucha a sus procesos naturales distinto del que en general se aborda, que tiene que ver con la representación y la significación de las posturas corporales. Tratamos de poner el foco antes en la emocionalidad. Se trató de empezar desde los estados corporales y emocionales, no desde la forma. Muchas veces, lo que hacía Andrea era inducir estados: vamos a correr desesperadamente hasta que tengamos el cuerpo completamente saturado de adrenalina y entonces vamos a improvisar, con un cuerpo que ya tiene su bioquímica completamente desequilibrada por lo que acaba de pasar. También hizo que consumieran glutamato monosódico, que es un excitador papilar, y que probaran salsa picante, alcaparras, chocolate, frutillas, para que prestaran una atención inusual al sabor; lo que hacían después era bailar ese sabor particular. Y notaban que lo que bailaban frente a lo picante o frente a lo dulce era completamente distinto.
-¿Cómo fue el proceso de creación de la música para la obra?
PC: -Nosotros trabajamos muy estrechamente día y noche. Es uno de los beneficios del matrimonio. Andrea va contando qué es lo que quiere que pase. Antes de eso, hay que pensar que nosotros hablamos por años de cada uno de nuestros espectáculos. Ella me va contando qué va visualizando, tiene una larga tradición de hacer espectáculos que tienen una clara estructura en escenas, cosa que me ayuda mucho a encastrar con sus proyectos, porque yo vengo de una tradición de cine y de narrativa, donde también concibo escenas. Las primeras veces que vi sus espectáculos me sorprendieron, porque eran pequeñas películas. Ella me va contando esas escenas y yo voy tanteando en la composición. Es un proceso de ensayo y error.
-¿De qué trata Historia natural de la belleza?
PC:-Tiene que ver con nuestra concepción de la felicidad. Lo que nos impacta a los dos es que en la construcción sobre en qué consiste ser feliz está muy ausente del discurso social el hecho de que sos un animal cuya felicidad funciona a muchos niveles, uno de los cuales es bioquímico y tiene que ver con que este animal tiene unas aspiraciones que no son todas socialmente construidas. Hay un sentido de lo que le atrae a esta especie que nos es dado. En general, cuando se elabora el discurso y la estrategia relacionada con la felicidad, esa dimensión está completamente ausente. ¿Qué es lo que le gusta a este animal? Uno asume que a las abejas les gustan las flores de una manera más o menos automática, pero no está establecido en el discurso cultural cuáles son las cosas que nos gustan de manera constitucional. El interés nuestro tiene que ver con eso, es una dimensión de la felicidad a la que para poder acceder tenés que ser consciente de una dimensión corporal.
-Hay una frase de André Levinson -un crítico que supo renovar en su momento la crítica de danza en Francia-: “El bailarín y la bailarina se forman desde la infancia: si se quiere, son máquinas forjadas a la inversa de la naturaleza. Pero máquinas para fabricar belleza”. ¿Están de acuerdo con eso?
PC: -Sí, pero no son contrarios a la naturaleza, porque la naturaleza está muy metida en todas las interacciones que tienen que ver con la atracción. Una porción muy sustancial de los cortejos de animales incluye formas de la danza o de la música. La idea de que primero existió la naturaleza y después vino un conjunto de ancianos sabios que generó otra cosa, que es la belleza, es una idea absurda y antropocéntrica. La belleza precede a los humanos. No es que las flores les parezcan culturalmente atractivas a las abejas, las flores han evolucionado de forma de ser atractivas para esa especie en particular.
AA: -El movimiento ya es bello. Moverse ya es bello. Estamos hablando y estamos haciendo movimientos. Si estuviéramos hablando así [imita una estatua] no sería lo mismo. La danza, de por sí, es bella.
-Llama la atención la palabra “natural”, que remite a la naturaleza, pero también al origen, a lo espontáneo, a lo que comúnmente sucede en contraposición a lo milagroso. ¿Es por ahí que va esta obra?
AA: -Para mí, lo natural es milagroso; creo que la vida es un milagro. Trabajamos mucho lo de que la belleza está en el ser humano, que no tiene por qué ser perfecto y tener 20 años; alguien de 40 o 50 tiene otra belleza particular. Tratamos de rescatar eso. Por más que el envase se va desgastando, hay una belleza que aflora y que la ves a través de los ojos, de la expresión del movimiento. Quisimos resaltar eso. También trabajamos en cómo han cambiado los cánones de belleza, desde que estábamos apretados en un corsét y no se podía mostrar el cuerpo hasta la liberación del sutién, el hipismo y el sí al cuerpo. Todo ese mundo hasta no aceptar la vejez y empezar con las cirugías y la monstruosidad que pasa a ser el ser humano. Porque el ser humano no queda bello con toda esa artificiosidad, con esa lucha exagerada contra lo natural. También trabajamos la percepción del yo desde el hombre primitivo que adora los astros, percibe el dolor, la frustración, descubre al otro.
-La obra también reflexiona sobre cómo se crea en la actualidad. ¿A qué conclusión arriba?
AA: -Si tuviera que ponerlo en palabras (nosotros hacemos el espectáculo para expresar algo que no se puede poner en palabras), el concepto sería: lo bello existe, no es un conjunto de aspiraciones culturales de la elite dominante. Lo bello es una sensación que precede a los cánones de belleza; lo que éstos hacen es secuestrar para distintos fines esa sensación o esa potencialidad que tú tenés. Un problema que ha tenido el arte en la contemporaneidad es el desprecio de la sensación de lo bello. Cuando, en realidad, hay que luchar por que haya unos cánones que no sean opresivos, pero desprenderse de lo bello es como vaciar la tina con el niño adentro. Lo bello es una cosa que tenemos muy arraigada a nuestra naturaleza y antecede muy sustancialmente a nuestra especie; entonces, si hubiera que explicitar un concepto sería ése: acordate de que lo bello es una de las cosas que tu cuerpo hace.